Foto: Iréne
Theorin / ©.Brian van der Brug / Los Angeles Times y © Phillippe Jordan
Ramón
Jacques
La Filarmónica de Los Ángeles (LA Philharmonic) ofreció
un interesante concierto de partes orquestales del Anillo de los Nibelungos de Wagner. Históricamente, esta orquesta
ha incluido títulos operísticos en sus temporadas, y de la extensa lista de
obras interpretadas en tiempos recientes se podrían citar algunas como: las
tres óperas Mozart-Da Ponte (en
versión escenifica); y en concierto, Pelléas
et Mélisande, Nixon in China, Carmen, La Traviata, Tosca e
incluso Tristán e Isolda, entre
tantas otras. En el podio estuvo el maestro suizo Philippe Jordan, actual director musical de la Ópera de Paris, y
gran conocedor de este repertorio, ya que ha dirigido el ciclo en diversas
ocasiones, en Paris en el 2015, y próximamente en su reposición en el Metropolitan
en la temporada 2019. Casi dos horas de exuberante orquestación bastaron para recordarnos
lo maravillosa e introspectiva que esta música puede ser. Jordan dirigió con
seguridad, buena mano y atención a cada detalle. En escena se presentó una
orquesta completa, reforzada de una amplia sección de metales, un cuarteto de
tubas wagnerianas y cinco harpas. Para el programa se eligieron conocidos y
fuertes pasajes del Anillo, y otros no tanto.
De Das Rheingold, de la que es difícil
extraer partes, se optó por ejecutar una suite continua hasta la entrada a Valhalla;
de Die Walküre no podrían faltar la Cabalgata de las Valquirias y Música del fuego mágico, ni que decir de
los estruendosos martillos golpeando los yunques cuando Wotan y Loge se dirigen
a la tierra de los Nibelungos;y se tocó también Murmullos del bosque de Siegfried. De Götterdämmerung,
obra a la que más se le dedicó tiempo, se ejecutó El Viaje de Siegfried por el Rin seguida a continuación por la Marcha fúnebre de Siegfried,
sobrecogedora ejecución en la que se palpaba la angustia y el desconsuelo. En la Inmolación de Brünnhilde se contó con la
participación de la soprano sueca Iréne
Theorin, una experimentada y convincente interprete del papel que cantó con
pasión y visión dramática. Su voz es potente, amplía y su timbre penetrante,
aunque, por momentos batalló para poder atravesar la extensa masa musical. Llamó
la atención un detalle curioso al concluir el concierto, cuando en medio de los
aplausos, un grupo de personas localizadas en las butacas detrás de la orquesta
ondearon diversas banderas de Suecia, nacionalidad de la soprano, vitoreando a
su artista, una práctica vista con frecuencia en eventos deportivos. Fue entonces
un triunfo para Theorin, aunque en realidad para todos los presentes.
No comments:
Post a Comment
Note: Only a member of this blog may post a comment.