Foto: Brescia & Amisano
Ramón Jacques
El Teatro alla
Scala repuso en la presente temporada el montaje de Robert Carsen que fue estrenado en la inauguración de la temporada
2011/2012. Esta política de la dirección del teatro de desempolvar y reponer
producciones ya vistas, comienza a irritar y a alejar, al ya de por si severo publico
milanés. La idea detrás de la puesta es que Don Giovanni es director y a la vez
actor de la obra. Al terminar la obertura cae el telón, y nos encontramos
frente a un enorme espejo donde que refleja la sala del teatro y el público. A
partir de allí, y durante casi toda la función, por medio de paneles movibles,
espejos y cortinas en perspectiva, el escenario se convierte en una reflexión del
teatro, como si se tratara de dos salas unidas por el mismo escenario. El
efecto visual es interesante, pero se torna monótono e inefectivo más adelante.
Carsen juega con el concepto del teatro
en el teatro, pero este comienza a tornarse descolorido y banal cuando los
personajes caminan entre las butacas e interactúan con el público, sin gracia
ni rumbo. Lo más rescatable fue la brillante iluminación y los elegantes
vestuarios, algunos modernos, otros tradicionales, de los personajes.
El papel
de Don Giovanni fue interpretado con personalidad, elegancia, y admirable canto
por el legendario Thomas Hampson, un
actor que no requiere de exageraciones ni de excesos para convencer. Divertido
y carismático estuvo Luca Pisaroni
como Leporello, un papel que ha hecho suyo y que está hecho a su medida. La
Donna Anna de Hanna-Elisabeth Müller se
mostró segura en escena, y aunque su voz es clara y dúctil, se escuchó algo
forzada en sus agudos. Anett Fritsch personificó
una sensual y exuberante Donna Elvira con un canto de colores y matices muy
gratos. Bernard Richter se mostró
algo rígido en la voz y forzó la emisión comprometiendo su desempeño como Don
Ottavio. No sobresalió vocalmente la pareja de Giulia Semenzato y Mattia Olivieri
como Zerlina y Masetto, como tampoco el Comendador de Tomasz Konieczny bajo de potente y profunda voz, áspera en su canto.
Muy bien estuvo el coro, un gran activo
que posee este teatro, al igual que la orquesta bajo la conducción de Paavo Järvi que ofreció una
concertación balanceada en la dinámica y los timbres, a pesar de algunos
desfases perceptibles con las voces.
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