Fotos: Brescia & Amisano
Ramon Jacques
Estrenada en 1963 y en la actualidad una de las
producciones escénicas más longevas en el acervo del Teatro alla Scala, el
espectáculo de Franco Zefirelli es
utilizado nuevamente durante la presente temporada para la reposición de La
Bohème de Puccini. Algunas anécdotas del
pasado indican que, con este este montaje, la obra fue dirigida por directores
como Karajan y Kleiber, con cantantes como Mirella Freni y Pavarotti, entre
tantos otros, además de que ha sido llevada de gira por diversos teatros del
mundo. Lo cierto es que aún conserva su
estética visual, funcionalidad y la adecuada estampa parisina donde se
desarrolla la historia de la ópera. Seguramente se habrán escrito miles de
comentarios y críticas de funciones con esta producción, lo cierto es que a
este punto no habría nada más que agregar al respecto, más que observarla y
disfrutarla, como si de una reliquia operística se tratara. Un poco de
expectativa generó el debut local de la soprano Sonya Yoncheva, una artista con una carrera ascendente, que dio vida al personaje de Mimí, que
parece entender bien y supo dotarla del carácter dulce pero frágil que requiere.
Vocalmente su voz ha adquirido más cuerpo, más color y extensión, sin perder la
flexibilidad con la que en el pasado abordó papeles del repertorio antiguo, que
imagino hoy habrá dejado atrás.
Como Rodolfo, se presentó el tenor Fabio Sartori, al que se le puede
considerar un activo del teatro por sus incontables interpretaciones de papeles
veristas y verdianos, y ni que decir las ocasiones que ha salvado funciones con
sustituciones de ultimo minuto. No tiene
un canto cautivante, pero se nota la experiencia de quien sabe administrar la
voz y las tablas de un artista que es efectivo para sacar adelante cualquier
función. Una grata sorpresa fue descubrir a la soprano Federica Lombardi interpretando el papel de Musetta. Con una voz
interesante en el color y los matices, y a pesar de su juventud, su
desenvoltura, seguridad y atrevimiento fueron encomiables tratándose de una
debutante que podría intimidarse fácilmente en este escenario. Así como esta obra, puede proporcionar muchas
satisfacciones, para otros puede ser lo opuesto como le sucedió a Simone Piazzola, un Marcello distante,
desconectado del espectáculo y vocalmente con problemas de emisión. Simplemente
correctos, dentro de lo poco que aportan a la escena sus personajes, estuvieron
Carlo Colombara como Colline, Mattia Olivieri como Schaunard; así como
Davide Pelisaro como Benoit, y Luciano Di Pasquale que divirtió como
Alcindoro. La dirección musical de Evelino
Pidò cumplió de manera satisfactoria, con una lectura fluida, dinámica y
sin sobresaltos, a una orquesta que se nota cómoda volviendo a este repertorio.
Una mención para el coro en sus breves intervenciones.
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