Foto: Mojca Erdmann
Ramón Jacques
Varios conciertos del inicio de la temporada de
la Sinfónica de Houston fueron cancelados debido a que su sala de conciertos,
Jones Hall, quedó inhabilitada por las inundaciones que sufrió la zona de
teatros de la ciudad con el paso del huracán Harvey. Una gala de la orquesta
con la mezzosoprano Susan Graham fue uno de los conciertos que no se pudieron
realizar, y finalmente unas semanas después, y teniendo como sede alterna, la
sala de conciertos Stude Concert Hall de la universidad de Rice, comenzó la temporada
con un programa sinfónico vocal muy satisfactorio. El programa inició con el Te
deum de Dvořák con la destacada participación del Coro de la Sinfónica de
Houston, una pieza que en la que curiosamente el compositor alababa la
naturaleza, evocando el sonido de los pájaros y mezclándolo con música popular
checa, que situando al espectador en un amplio espacio al aire libre. Quizás
una muestra de que la naturaleza y sus fuerzas pueden ser antagónicas
despertando admiración o miedo por sus efectos. La sala de conciertos, más
pequeña que la sala habitual de la orquesta, creó un efecto de intimidad y
cercanía con la música, y un coro en contrastante comunicación con los
solistas. Profusas percusiones, unas cuerdas vibrantes pero uniformes en su
sonido, y que con un gradual crescendo al final de la obra regaló un
electrizante final. El bajo Nicholas Brownlee, asumió su parte con
rigidez, dando un carácter paternal a su interpretación a la que aportó
profundidad y firmeza. Por su parte, la
soprano alemana Mojca Erdmann cantó
con timbre penetrante y buena proyección sus expresivas y sublimes líneas. En
la segunda parte, el público pudo saborear los apasionantes giros en la
Sinfonía 4 de Mahler, cargados de suave lirismo, ironía, gracia e ímpetu en sus
oleadas de pasión. Las cuerdas y los cornos franceses flotaban en su ejecución.
La calidez y tranquilidad en el movimiento más lento pareció ser una entrada a
la visión final del cielo. Aquí, Mojca Erdmann mostró un vibrante tono, fresco,
flexible y vivaz. La conducción de Andrés
Orozco-Estrada, fue entusiasta y puntual, salvo alguna falta de
sincronización al principio de la segunda pieza, su lectura fue segura y
elocuente.
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