Fotos: Enrico Nawrath
Oxana Arkaeva
El meollo de la historia de Parsifal construye
otro triángulo personal entre el rey Amfortas, Kundry y Parsifal. Contrario al triángulo
amoroso de Tristan und Isolde, aquí se concentra el significado de la voluntad
humana y su rol en la formación de nuestra personalidad. La historia se
desarrolla alrededor de la búsqueda del “inocente puro”, iluminado por la
compasión; el que salvará a la hermandad del Santo Grial de la decadencia y
curará la herida eternamente sangrante del rey Amfortas. Para lograr esto, el
“inocente” debe reconquistar la lanza sagrada del renegado caballero Klingsor, quien
se emasculó por ser incapaz de controlar sus deseos y llevar una vida pura.
Excluido de la hermandad, robó la lanza sagrada y la escondió en un castillo
hechizado, donde la hermosa Kundry seduce a los caballeros deseosos, incluyendo
a Amfortas. Klingsor ha causado una herida en Amfortas que nunca sanará, a
pesar de que Kundry, ahora una mujer arrepentida, procura curarlo con hierbas y
pociones. Parsifal atraviesa por una serie de pruebas hasta que finalmente
rescata el Santo Grial y lo pone a salvo.
El libreto de Parsifal se basa en la
leyenda del niño puro e inocente que llega a convertirse en caballero en la
corte del Rey Arturo. Wagner conoció las historias de los trovadores medievales
Chréthien de Troyes y Wolfram von Eschenbach cuando era un joven director
musical en Dresden en 1845. Se tardó 37 años en terminar la partitura y el
estreno se llevó a cabo en 1882 en el recién inaugurado Teatro de Bayreuth. La
puesta en escena de Eric Laufenberg nos dejó la impresión de estar sobrecargada
de elementos y proyecciones de video místicas y filosóficas poco claras, así
como de numerosos símbolos. La lectura del concertador Hartmut Haenchen estuvo
marcada por un marcaje pomposo y a la vez tenaz. Las verdaderas estrellas de la
tarde fueron Georg Zeppenfeld como Gurnemanz, con su cavernosa voz de bajo,
segura a lo largo de todo su registro y de dicción excelente, y Elena
Pankratova como Kundry. Su voz gentil, aterciopelada, y sin embargo grande y
bien enfocada, se desenvolvió sin dificultades en la acústica del teatro, con
una dicción alemana es excelente. Andreas Schager en el rol de Parsifal nos
mostró una voz grande, bien colocada, y tremendas habilidades histriónicas. El
bajo-barítono Derek Welton, como Klingsor, presentó una voz resonante y
poderosa con buena dicción, y bordó con autenticidad al renegado caballero.
Günther Groissböck, como Titurel, fue impresionante con su voz de bajo noble y
aterciopelada, y Ryan McKinny, Amfortas, nos mostró un gran instrumento de
bajo, como de órgano, y una actuación sensible y emotiva.
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