Fotos: Maximo Parpagnoli
Gustavo Gabriel Otero
Twitter: @GazetaLyrica
Buenos Aires. 07/11/2017. Teatro Colón. Antonin Dvorak: Rusalka, ópera en tres actos. Libreto de Jaroslav Kvapil. Enrique
Singer, dirección escénica. Jorge Ballina, escenografía. Eloise Kazan,
vestuario. Franco Cadelago, coreografía. Víctor Zapatero, iluminación. Adaptación
de la producción escénica del Teatro de Bellas Artes de México. Ana María
Martínez (Rusalka), Dimitry Golovnin (Príncipe), Ante Jerkunica (Vodník, duende
del agua), Elizabeth Canis (Jezibaba, la bruja), Marina Silva (La Princesa Extranjera ),
Sebastián Sorarrain (Guardabosques), Oriana Favaro, Rocío Giordano y Rocío
Arbizu (Ninfas del bosque), Cecilia Pastawski (el niño de la cocina), Fermín
Prieto (Voz del Cazador). Orquesta y Coro Estables del Teatro Colón. Director del Coro Estable: Miguel
Martínez. Dirección Musical: Julián
Kuerti.
Esperada durante años por el público del
Teatro Colón finalmente llegó a su escenario Rusalka de Dvorak -a dos años del estreno argentino- con una
versión musical suntuosa, un elenco razonable y una puesta en escena naif y con
aristas de cuento procedente del Teatro de Bellas Artes de México. Julian Kuerti subrayó la orquestación
wagneriana del compositor checo, obteniendo muy buen nivel general por parte de
la orquesta. La soprano puertoriqueña Ana María Martínez como Rusalka sólo
ofreció una lectura correcta del rol sin brillar, su mayor débito fue la falta
de emoción en la composición de la ondina tanto desde lo vocal como desde lo
actoral. En tanto que el tenor Dmitry Golovnin cumplió con los requerimientos
de la parte del Príncipe. El bajo croata Ante Jerkunica (Vodník) se lució por
su emisión potente, parejo registro, musicalidad y entrega; mientras que Marina
Silva ofreció con una interpretación arrolladora de la Princesa extranjera. La
mezzosoprano Elizabeth Canis compuso con autoridad a la malvada bruja Jezibaba. Aportaron belleza y homogeneidad
vocal las tres ninfas encarnadas por Oriana Favaro, Rocío Giordano y Rocío Arbizu, mientras que fue adecuado el resto del elenco así como el Coro
Estable en sus breves intervenciones. En la faz visual el Teatro Colón recurrió a
una producción del Teatro de Bellas Artes de México que debió ser
convenientemente adaptada al escenario y a las posibilidades técnicas del
coliseo argentino. El planteo escenográfico de Jorge Ballina es simple: Dos
cercos circulares de distinto diámetro enmarcan la acción teatral sugiriendo el
agua, las olas y el fondo del lago. Un piso irregular y algunas ramas completan
la noción del bosque en los actos uno y tres, mientras que una pequeña
plataforma con barandas hace las veces de Palacio en el acto segundo. Los
movimientos escénicos de Enrique Singer dentro de una estética naif funcionaron
adecuadamente. Correcta la iluminación de Víctor Zapatero, en buen estilo el
vestuario de Eloise Kazan y pobres los movimientos coreográficos trazados por
Franco Cadelago.
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