Foto © Sébastien
Mathé / OnP
Luis Gutiérrez
Ruvalcaba
La Opéra
National de Paris decidió reponer la producción de Falstaff puesta en escena
originalmente por Dominique Pitoiset en 1999. Desde 1999 estaba de moda entre
los directores de escena modificar la época y lugar de la acción de las óperas.
Pitoiset desplaza la acción del siglo XIV a la primera década del siglo pasado,
pero afortunadamente mantiene Windsor como localidad en la que se desarrolla la
acción. La escenografía, diseñada por Alexandre Beliaev, tiene como elemento
ancla una pared de ladrillo ubicada al fondo del escenario y deslizable
trasversalmente al mismo. El empleo de la utilería es muy importante, pues ello
permite caracterizar sin problema los espacios interiores, tales como la posada
y los aposentos de Alice Ford. Un fonógrafo primitivo, en el que Alice colocará
un disco que interpreta los acordes de laúd al recibir a Sir John, y un
automóvil de época en el que Bardolfo y Pistola abandonan la escena al final
del segundo acto, son elementos que permiten fijar la acción en los 1900’s. El
parque de Windsor, y especialmente el gran roble, se caracterizan nítidamente
mediante la iluminación, diseñada por Philippe Albaric. Por cierto, éste último
tiene un toque de virtuosismo artístico al desplazar continua y suavemente, en
coordinación perfecta con la música, un haz de luz, iluminando a Ford cuando
canta “È sogno? o realtà?” hasta dejarlo en la penumbra al concentrar el haz de
luz en la gran cornamenta de un trofeo que adorna la sala de la posada, en
forma absolutamente simultánea con la melodía que interpretan los cornos
acompañando el final del aria. El vestuario diseñado por Elena Rivkina es
elegante y acorde con la época y clases sociales de los personajes. En mi
opinión, la producción de Pitoiset trabaja bien con la ópera, aunque no veo
razón de actualizar la época planteada por Verdi, Boito y, sí, Shakespeare. Bryn Terfel cantó y personificó un
grandioso Sir John Falstaff. Su voz siempre me ha parecido hermosa y flexible,
aunque de repente evita emitir ciertas notas agudas, como en “Te lo cornifico,
netto!”, lo que resuelve con creces dada su gran musicalidad. Sus solos fueron
magníficos, destacando el famosísimo “Quand’ero paggio del Duca di Norfolk”,
como lo fueron frases sueltas como “Vado a farmi bello” o “Va, Vecchio John”.
Resolvió con elegancia y sencillez el problema de los trinos del inicio del
acto III, cosa no simple en verdad. Como actor es casi insuperable en este
papel; se divierte y divierte a sus colegas en el escenario y, por supuesto, al
público. Aleksandra Kurzak me
sorprendió muy gratamente como Alice Ford. Su voz es fresca y no tuvo problemas
con su parte musical, logrando imprimirle esa intención que Verdi exigía cuando
dijo, más o menos, “después de Falstaff, Alice es el personaje más importante
pues, aunque su música es fácil, debe comportarse como si tuviera el diablo en
el cuerpo pues es la que lidera toda la trama”. Como actriz estuvo a la altura
de quien la cortejó. Franco Vasallo
tuvo también una excelente noche como Ford, tanto musical como actoralmente.
Cantó su solo espléndidamente y su pedantería fue ejemplar durante la “boda” de
Cajus y Bardolfo, asimismo no escatimó esfuerzo al buscar a Falstaff aún en los
cajoncitos del secreter del aposento de su esposa. La armenia Varduhi Abrahamyan fue una bien actuada
Quickly, desgraciadamente tuvo muchos problemas musicales, pues sus malos
agudos y graves débiles fueron notables. Verdi recurrió a la narración de
hechos conocidos, lo que Wagner usó en muchas ocasiones, solamente cuando
Quickly cuenta a las otras comadres su visita a Falstaff, pues “necesitó”
realzar las características vocales de la creadora del papel, Giuseppina Pasqua; de haberse tratado
la señora Abrahamyan no hubiera compuesto la narración. Francesco Demuro fue un muy buen Fenton vocalmente. El soneto del
tercer acto fue declamado con una gran belleza y sus mini duetos con Nannetta
siempre lograron convencerme. Julie
Fuchs confirmó mis expectativas positivas. Su entrada como Reina de las
Hadas fue espectacular vocalmente y su presencia e interpretación escénica
fueron impecables durante toda la ópera. Un de los momentos que espero con
fruición cada vez que asisto a esta ópera es los versos de Fenton y Nannetta
extraídos del Decameron: “Bocca baciata non perde ventura” exclama él y ella
responde “Anzi rinova come fa la luna”; esto sucede, afortunadamente tres
ocasiones y esta noche no hubo un solo defecto al producirlos. Julie Pasturaud como Meg, Graham Clark como Cajus, Rodolphe Briand como Bardolfo y Thomas Dear como Pistola lograron
interpretaciones vocal y dramática bien por arriba del promedio. Fabio Luisi realizó una lectura nítida
y elegante de la partitura al dirigir solistas y al Coro, tan importante en el
tercer acto, dirigido por José Luis Basso, y la Orquesta de la Opéra National
de Paris tuvieron una actuación muy sólida y hermosa. En resumen, hoy asistí a
una gran función de Falstaff en la que el Falstaff de Terfel lideró una gran
interpretación de todo el reparto, casi todo.
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