© Salzburger Festspiele / Thomas Aurin
Oxana Arkaeva
Mariss Jansons triunfó en Salzburgo como director de esta ópera toral de
Dmitri Shostakóvich. Fue el segundo estreno de la primera temporada del nuevo
director artístico del Festival de Salzburgo, Markus Hinterhäuser. La
puesta en escena de Andreas Kriegenburg, dominada por la sangre, la violencia,
la desesperación, el anhelo y el sexo, es francamente realista. Kriegenburg
saca la acción del pueblo provinciano de Mtsensk en 1865 y lo inserta en los
años 50 del siglo XX. En el primer acto se nos muestra una plaza de mercado
desolada, rodeada por paredes grises de concreto con balcones y escaleras. A lo
largo del acto se ven escenas de fiestas, gente bebiendo y bailando, copulando,
una violación, un asesinato y una boda. Para el siguiente acto, el escenario se
ha transformado en el patio de una sombría prisión donde prevalece la
desesperación y la lucha por sobrevivir. Esta noche fue el debut de Jansons
como director orquestal en Salzburgo, y fue todo un éxito, pues mostró que es
un maestro, un verdadero mago del sonido y la dinámica.
Siempre enérgico y
concentrado, este director letón de 74 años extrajo de la orquesta un sonido
ajetreado, extático, marcial, poderoso, salvaje, furioso, severo, íntimo,
paródico y caricaturesco. Los miembros de la Filarmónica de Viena lo siguieron
con admiración y presentaron un sonido homogéneo y pleno de matices. El
ensamble de solistas convenció por sus buenas voces y alto compromiso
artístico. Sin embargo, el debut de la soprano Nina Stemme como Katerina no fue
muy auspicioso. Con su timbre dramático, grueso y oscuro, sonaba más a Isolde
que a Katerina, y mostró ciertas dificultades en la zona aguda. Brandon
Jovanovich, como Sergei, fue muy convincente en su actuación como un auténtico
mujeriego. Su dicción rusa es admirable y su voz suena poderosa. Dmitry Ulyanov
en el rol del suegro de Katerina fue exitoso al representar a un tirano
obsesionado con el poder y que alberga deseos inconfesables por ella. Maxim
Paster, como Zinowi, tuvo su momento cúspide durante su escena de asesinato, en
la que fue muy convincente. Stanislav Trofimov como Pope cantó con una voz de
bajo aterciopelada y plena.
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