Atrhos Tromboni
El Teatro Comunale
"Claudio Abbado" se está mostrando cada vez más como protagonista en
el redescubrimiento del repertorio barroco menos representado, transmigrando de
las célebres glorias de las obras de Mozart de la "época Abbado" a aquellas menos sugerentes e importantes
de autores que se situan entre los siglos XVII y XVIII, en primer lugar entre
todos el "cura rojo" Antonio Vivaldi, quien mantuvo relaciones
continuas con Ferrara y sus potentados nobles y eclesiásticos, a veces
cordiales, y a veces problemáticas y conflictivas. Esto es posible gracias a la
encomienda de este repertorio a dos artistas que hoy se encuentran entre los
más grandes estudiosos e intérpretes de la música barroca y pre barroca, como
son el director de orquesta Federico
Maria Sardelli y el director Marco
Bellussi quienes propusieron para la actual temporada de ópera del Teatro
Abbado el Catone en Utica de Vivaldi que (al igual que Farnace del mismo
compositor) fue prohibida de ser representada en Ferrara debido al juicio moral
sobre las relaciones del "cura rojo" con los cantantes quienes fueron
los protagonistas de sus óperas. Catone in Utica es una de las últimas obras de
Antonio Vivaldi, y se estrenó en el Teatro Filarmónico de Verona en 1737 y,
aunque sólo se conocen el Acto II y el Acto III, la obra está considerada entre
las máximas composiciones de la madurez del "cura rojo" -como se
mencionó anteriormente- intentó en vano presentar esta obra en Ferrara, como se
demuestra en una carta dirigida al marqués Guido Bentivoglio d'Aragona, en la
que elogiaba la actuación veronesa: "Mi obra está por las estrellas
-escribió el compositor veneciano a su mecenas de Ferrara, y espero que la
encuentren suntuosa» Pero nada de eso se llevó a cabo. Vivaldi murió apenas cuatro años después, en
1741, en Viena, en la más absoluta pobreza. La historia descrita en los versos
del libretista y poeta cesáreo Pietro Metastasio se sitúa al despertar del
punto de inflexión pompeyano que enfrentó a Julio César con Catón. Sin embargo,
tal y como se representó en Ferrara, la historia dista mucho de las cruentas
batallas de Farsalo y Tapso: de hecho, en la puesta en escena del Teatro
Abbado, la refinada y elegante escenografía sitúa la acción en una villa junto
al mar, quizás en el retiro privado de Emilia, la viuda de Pompeo, figura
central en el desarrollo de los dramáticos hechos musicalizados por Vivaldi. Lo
contradictorio es el choque y la competencia entre Catón y Cesar, por lo tanto,
se produce - por elecciones de la dirección escenica - en un campo de juego
mucho más civilizado, en el que emerge cada vez más, la debilidad de un hombre,
el Uticense, que es incapaz de gestionar su propio declino político y físico. Las
escenas extremadamente elegantes y esenciales de Matteo Paoletti Franzato, y los hermosos vestuarios de Elisa Cobello, son una síntesis entre
las referencias clásicas y contemporáneas, entre la elegancia de la línea y la
crudeza en su corte, encuadre y viático del drama universal de los sentimientos
privados. que se entrelazan con el devenir político. Eficaces, como siempre, estuvieron
luces de Marco Cazzola y las video
proyecciones de Creative, que fueron
son muy sugerentes. La parte incompleta
de la partitura de Vivaldi (el Acto I, que en realidad se perdió) no daña la
comprensión de la trama, que, por el contrario, entra inmediatamente en el
corazón del enfrentamiento entre Catón y César. Lejos de querer dar una
reconstrucción -operación de alto riesgo y no exenta de arbitrariedades-,
Bellussi y Sardelli prefirieron presentar la obra al público tal como existe y
se nos presentó, seguros de su fuerte carga expresiva. La concertación de Federico Maria Sardelli,
en el podio de la Orchestra Accademia Barroca dello Spirito Santo, resultó
grandiosa e iluminadora como siempre: cuando este director se enfrenta a su
amado Vivaldi, es como si estuviera poseído por una transferencia que lo
conecta con el espíritu del "sacerdote rojo", una cuasi-reencarnación artística que se
traduce en una amalgama de un resultado casi perfecto entre instrumentos
barrocos y voces barrocas. Segura y eficaz fue la dirección escénica de
Bellussi, quien cuidó mucho la actuación, la vis-scenica de los cantantes, los
movimientos del grupo cuando exigían acción; y, por otro lado, inventó imágenes
fijas en poses plásticas y escultóricas (“Canovianas”) cuando el canto de los
personajes se hacía al unísono. En tal contexto se movieron los buenos
cantantes, muy preparados y especialistas en este repertorio, como: el tenor Valentino Buzza en el papel de Catón,
además de la buena y muy aclamada Arianna
Vendittelli (Cesar en-travesti), asi como, Miriam Albano (Emilia), Valeria
Girardello ( Marzia), Chiara
Brunello (Fulvio en-travesti) y la soprano Valeria La Grotta (Arbace en-travesti). En un teatro repleto, el
público premio calurosamente el exitoso y bien merecido espectáculo.
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