Fotos: © 2023 Karli Cadel / SDO
Ramón Jacques
El último reporte publicado en
el 2022, con datos del periodo
2020-2021, de la asociación Ópera América a la que pertenecen los teatros de
ópera estadounidenses, contiene interesante y detallada información, como la cantidad
de personal empleado por los teatros (donde 130 ciudades cuentan con al menos
una compañía lírica profesional), el impacto que tuvo el COVID en el medio debido a la cancelación de
funciones, temporadas, y cierre de teatros durante ese periodo; así como el
origen del financiamiento de los teatros, que en Estados Unidos proviene en un
alto porcentaje de aportaciones privadas de empresas y particulares, o
patrocinios, inversiones, y mínimo apoyo gubernamental, así como el aporte que
este sector tiene en la economía del país. Además, el reporte contiene cifras como
la cantidad de artistas contratados por los teatros, la cantidad de público
asistente con boleto pagado al total de las funciones realizadas, y la lista de
los títulos más representados y populares, que desde 1970 al día de hoy, incluye
a Tosca de Giacomo Puccini, penúltimo
título de la actual temporada de la Ópera de San Diego. La última producción a la que asistí en este
teatro fue Madame Butterfly en abril del 2016, y aunque han pasado varios años,
he podido apreciar de nueva cuenta otra elegante, detallada y cuidada
producción escénica, que se apega puntualmente a lo descrito en la trama. Escénicamente,
la compañía de San Diego se ha conducido dentro de un rango conservador y
tradicional en sus montajes, con pocos experimentos modernos, innovadores o
polémicos. Los decorados y espaciosas escenografías de este montaje de Tosca, fueron ideadas por Andrew Horn, con refinados y distinguidos
vestuarios de Andrew Marley y Heide Zamora. Agradó especialmente el
segundo acto, por los enormes frescos situados en la parte superior de lo que
representaría el interior del Palazzo Farnese, y el lucido e inquietante juego
de luces en el que en el cielo al fondo del escenario pasaba de la lúgubre
oscuridad de la noche a la brillantez del alba, un efecto muy bien logrado por
el iluminador Chris Rynne. La dirección escénica corrió a cargo del
director Alan E. Hicks, quien
incurrió en los habituales clichés y la innecesaria sobreactuación y cierta
violencia, sobretodo en el segundo acto, que se suelen ver en la mayoría de las
Toscas que se ven en escena, donde más allá de la ambientación y el tiempo en
el que se situé la acción, las ideas en cuanto al desempeño actoral suele ser
limitada. Sin embargo, destacaría el
hecho de que a pesar de que Tosca se puede considerar como un título muy visto
o repetido, continúa siendo un imán de taquilla, y como se ha podido constatar,
resulta ser la primera experiencia o introducción de muchos asistentes del
público a la ópera, quienes se sorprenden, se conmueven y se inquietan con la
historia, lo que le revaloriza y continúa dándole vigencia al espectáculo. La
colaboración entre el teatro y la San Diego Symphony, resultó, ya que del foso
surgió una instrumentación muy matizada, colorida, y vibrante cuando fue
necesario, bajo la conducción del maestro italiano Valerio Galli quien aprovechó la conjunción y el oficio de los
músicos de esta orquesta, dirigiendo con atención al detalle y sutileza en sus
movimientos. Como Tosca, la soprano Michelle Bradley, mostró una voz
potente, balanceada entre el nervio y la delicadeza, que se requieren en los
diferentes pasajes y estados de ánimo por los que atraviesa el personaje. En su debut local el tenor argentino Marcelo Puente, mostró calidez y un
robusto y enérgico timbre, adecuado para el papel, aunque en escena lució algo
rígido y por momentos poco verosímil. El bajo-barítono estadounidense Marcelo Puente dio vida a un agresivo
y violento Scarpia, innecesario a mi parecer, y sacó adelante el papel más por
experiencia que por cualidades vocales, que parecen no ser las mismas de
antaño. Correctos en sus intervenciones estuvieron: el tenor Joel
Sorensen como Spoletta, artista con una estrecha relación desde hace muchos
años con la compañía; el barítono Michael
Sokol como el Sacristán, el bajo barítono Deandre Simmons como Sciarrone; el bajo-barítono Andrew Craig Brown en su doble
aparición como Angelotti y el carcelero, y la soprano Abigail Allwein por su resplandor en la voz del pastor. No se puede
olvidar la presencia y la contribución del coro de la ópera de san diego, bajo
la conducción del maestro Bruce Stasyna,
poseedor de una notable trayectoria al frente de los coros de importantes
teatros estadounidenses; como tampoco el aporte del coro San Diego Children’s
Choir.
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