Eduardo Andaluz
En la ópera de Rossini todo está
energizado, exagerado y cargado de vivacidad dramática. Así, la comedia de la
ópera de Rossini se acerca más a la commedia
dell'arte que del drama francés en el que se basa. La versión del Festival
de Salzburgo de 2022, presentada en la Ópera de Montecarlo en el primer año de
dirección de este teatro de ópera de Cecilia
Bartoli, tuvo mucho éxito y una ovación del público que llenó la
maravillosa Salle Garnier. Fue un exuberante viaje a la imaginación, lo que caracterizó
la puesta en escena de Rolando Villazón,
y estuvo repleta de divertidas escenas acompañadas de las referencias
cinematográficas y musicales más conocidas -escenas de Harald B. Thor y vídeos
de Rocafilm/Roland Horvath- que se transmitían una tras otra durante la función
de la comedia. La máquina escénica requiere un ritmo ajustado, tratándose de teatro
puro cantado, y los intérpretes lo hicieron de manera excelente. Adentrándonos en el espectáculo, hubo otro
protagonista excepcional, el transformista Arturo
Brachetti (el mago italiano del disfraz) a quien se le encomendó el papel
mudo del factotum del montaje, elemento aglutinador de todo el espectáculo y
soporte de todos los personajes, sacando a relucir sus dotes actorales. Bromeando,
comentando y apoyando a toda la escena, estuvo la orquesta Musiciens du Prince
que destacó por su brillante, elegante, dúctil, vigorosa y enérgica sonoridad,
dirigida por Gianluca Capuano quien
una vez más demostró ser un buen director musical por el rigor y la energía
infundidos en la orquesta y en el escenario -incluidos los coros de la ópera de
Montecarlo- manteniendo mucha coherencia con la acción. Un elogio al bajo
continuo, Andrea Del Bianco, quien
de forma creativa y divertida interactuó con los cantantes. Otra fortaleza de
este barbero monegasco fue el notable reparto, lo que no fue una novedad dados
los nombres. En el papel del Conde de Almaviva, Edgardo Rocha, destelló una línea vocal elegante y valiosa, dotada
de todas las características para este tipo de repertorio, como también un gran
sentido del humor evidente en la escena de la lección de canto. Cecilia Bartoli iluminó el escenario
con su presencia en el papel de Rosina, sacando a relucir una vez más su
experiencia como artista; jugó con la gracia y el virtuosismo dotando al
personaje de mil facetas. Su absoluto dominio vocal del papel estuvo a la par
del de Nicola Alaimo que interpretó el
papel de Fígaro con soltura y auto ironía dominando al personaje: su
"largo al factotum" del primer acto fue fastuoso acompañado de
infinidad de humor escénico. Destacó también el experimentado y fantástico Don
Bartolo de Alessandro Corbelli, que sacó
a relucir de manera muy cómica la figura del burgués orgulloso y de su estatus
adquirido, defendiéndolo por todos los medios para distinguirse de aquellos que
no tienen la suerte de ser “un dottor della sua sorte”. Ildar Abdrazakov deleitó y conquistó al público en el papel de Don
Basilio, tan impresionante vocalmente como escénicamente. El uniforme reparto
también incluyó a Rebeca Olivera,
que sacó todo su potencial vocal en el papel de Berta, así como al jovial
Fiorello de José Coca Loza, y Paolo Marchini (Ambrogio) y finalmente Przemlyslaw Baranek (Un oficial).
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