Fotos: Andrea Ranzi per il Teatro Comunale di Bologna
Nicola Barsanti
En el Comunale Nouveau de Bolonia
(sede temporal del Teatro Comunale a la espera de la realización del proyecto
de renovación y revalorización que se está llevando a cabo ahora), se estrenó la
nueva puesta en escena de I Vespri Siciliani de Giuseppe Verdi, firmada por la
directora palermitana Emma Dante. Como es posible deducir de las notas del
director, Dante optó por una escenografía más moderna en comparación con el
período de referencia en el que se sitúa la obra y esto se pudo entender
inmediatamente a partir de la elección del vestuario creado por Vanessa Sannino. Tuvimos, por tanto,
una transposición temporal en la que, en lugar de la dominación francesa
original de Sicilia en 1282, encontramos un grupo de criminales de la mafia que
inducen a los que asisten a reconocer ya no a Elena como la presunta hermana
del conde Federico de Austria, sino a los parientes por ella. la reconocida
jueza: Rita Borsellino. Esto se
confirmó inmediatamente durante el primer acto, en el que Elena, mientras canta
su canción, lleva a cabo el desfile de pancartas con los rostros de las
víctimas de la mafia, desde Libero Grassi hasta Pippo Fava, dando toda la
fuerza que de ese canto-grito surgia con la esperanza de un mundo mejor.El
sistema escénico es casi fijo, el elemento arquitectónico dominante es la
fuente de Piazza Pretoria, también conocida como "de la vergüenza",
que adquiere diferentes significados a lo largo de la ópera, adaptándose más o menos
bien a las distintas necesidades del libreto. La función asumida por la puerta
durante el tercer acto es bastante efectiva, lo que se prestó perfectamente a
simular una prisión, mientras que durante el quinto acto la escena estuvo dominada
nuevamente por los escalones del monumento en los que se produce primero la
boda y luego se consuma la revuelta que verá la muerte de Arrigo, la
desesperación de su padre y el despojo de los horrendos trajes de acetato de
los mafiosos, que una vez presos bajo una red de pesca siguen retorciéndose sin
posibilidad de salvación hasta que cae el telón. Eficaz final en el que aflora
todo el poder evocador de un doloroso mosaico de la memoria. Las escenas y las luces
fueron respectivamente de Carmine
Maringola y Cristian Zucaro. Entrando
en el reparto, la voz de la soprano Roberta
Mantegna (en el papel de Elena) sorprendió gratamente y contribuyó con sus
agudos precisos a la excelente interpretación de los cuartetos finales del
tercero y cuarto actos. Notables estuvieron los filati y el acertado pianissimi logrados en el aria: “Arrigo! ah
parli a un core” como también la agilidad que ostentaba el aria del quinto acto
“Mercè dilette amiche”. En el plano escénico, sin embargo, hubiera sido
preferible encontrar más carácter e ímpetu en una mujer siciliana consumida por
un sentimiento de venganza por su hermano asesinado. El tenor Stefano Secco, en el papel de Arrigo,
no emocionó particularmente durante los dos primeros actos, mientras que a
partir del dúo con Monforte en el tercero fue en completo ascenso, brindando al
público un momento particularmente emotivo en el dúo con Elena "“E dolce
raggio", donde fue posible ver los matices de una canción desgastada por
el amor. Excelente, su presencia escénica. Merece la debida consideración el
barítono Franco Vassallo en el papel
de Guido di Monforte, que demostró un instrumento capaz de adaptarse a la
perfección a las dificultades de la partitura, dosificando proyección sonora,
carga dramática y presencia escénica a raudales. El personaje de Giovanni da
Procida fue debutado con la extraordinaria voz del bajo Riccardo Zanellato que concluyó maravillosamente el dificilísimo
papel que le ha sido asignado, comparable al de Zaccaria en Nabucco. Con su aria di sortita “O patria, o cara
patria… O tu, Palermo” combinada con “Addio mia patria” fue posible
escuchar una abigarrada infinidad de colores y matices posibles por su sólida,
dulce y poderosa emisión. También estuvieron bien los comprimarios Il sire di
Bethune de Gabriele Sagona, Il conte
di Vaudemont de Ugo Guagliardo, la
buena Ninetta de Carlotta Vichi,
Danieli de Francesco Pittari,
Tebaldo de Manuel Pierattelli,
Roberto de Alessio Verna y Manfredo
de Vasyl Solodkyy. La excelente
dirección de la Maestra Oksana Lyniv
sorprendió desde la sinfonía del preludio por la esmerada minuciosidad que la
joven directora tuvo con la partitura, los tempos fueron siempre correctos y
equilibrados, siempre al servicio del canto, buscando en un aspecto sumamente
apreciable una forma de dosificar bien los volúmenes con respecto a un entorno
acústicamente difícil. Muy bueno también para el coro dirigido por la M° Gea Garatti Ansini. Aplausos para todos, incluido para la
directora de escena, quien en la tercera función a la que asistimos, subió al
escenario para saludar al público.
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