Massimo Viazzo
En estos últimos años la Scala ha
mostrado interés por la ópera barroca, interpretada en modo históricamente informado
y ha incluido anualmente nuevas producciones (de Handel, Cavalli ..) que han
acercado al público a un repertorio no muy frecuentado en este teatro, y permitiéndole
también a la orquesta a acostumbrarse a la aproximación filológica. En esta temporada se ha decidido explorar el
siglo XVIII napolitano, en particular la commedia
per musica, un género popular, burlón, cuyo libreto está escrito en
dialecto napolitano. La elección ha sido Li zite ngalega ((I fidanzati sulla nave) de Leonardo Vinci. Se trata de una ópera burbujeante,
efervescente, irónica, ingeniosa que se estrenó en el Teato dei Fiorentini de Nápoles
en 1722, lugar que se convirtió en referencia para este tipo de obras, y que abrió
el camino para ese hilo operístico buffo-farsesco
que hemos llegado a amar en las décadas sucesivas. ¡Li zite ngalera es un baúl de maravillas!
Pero en general, la opera napolitana de aquel periodo fue fuente de inspiración
para todo el siglo XVIII musical desde Handel hasta Mozart. Las melodías de las arie da capo que constituyen el esqueleto de la partitura de Vinci
fluyeron con simplicidad, naturaleza, extroversión, a veces de manera
melancólica, y cuando terminaba un número no se aguantan las ganas de que
comenzara el siguiente que parecía aún más bello que el precedente. Todo
intercalado con crujientes e imaginativos recitativos en dialecto, a menudo
intraducibles al italiano. La trama,
rica de clichés que hacían referencia a la commedia
dell’arte de Carlo Goldoni, está basada en el amor, amor no correspondido,
amor buscado, amor rechazado y en escena se vieron personajes masculinos
cantados por mujeres y papeles femeninos cantados por hombres, como era la costumbre
en la época, en un divertido tourbillon hecho
de sorpresas, cambio de personas, engaños y golpes de escena. Para montar una ópera como esta los cantantes
deben ser buenos actores, y el desempeño vocal debe ser apoyado y amplificado
por el actoral; asi, el elenco de esta producción scaligera fue de alto nivel en todos los sentidos. Francesca Aspromonte (Carlo), Chiara Amarù (Belluccia), Francesca Pia
Vitale (Ciomma), Alberto Allegrezza
(Meneca), Filippo Mineccia (Titta), Antonino Siragusa (Col’Agnolo), Raffaele Pe (Ciccariello), Marco Filippo Romano (Rapisto), Filippo Morace (Federico), Matias Moncada (Assan) y Fan Zhou (Schiavottella) formaron un
equipo de extraordinaria energía teatral, siempre muy dinámicos, brillantes,
expansivos, además de que resultaron ser vocalmente eficaces. Para ellos, el
director de escena Leo Muscato
confeccionó un espectáculo respetuoso del libreto con ambientación y vestuarios
de la época, y en particular, la historia se desarrolló en una posada con
ambientes que se formaban y deformaban sobre el escenario creando pinturas
vivientes, mientras los personajes entraban y salían de la escena continuamente
dando casi la impresión de encontrarse de frente a una «folle journée» ante
litteram. La dirección de la orquesta le fue confiada a Andrea Marcon a la cabeza de la Orchestra del Teatro alla Scala y
de La Cetra Barockorchester de Basilea con instrumentos históricos, que fue la
cereza del pastel de esta producción, chispeante, dinámica, ágil, y siempre con
tímbrica clara seca, y muy teatral. Sin
dudas, un gran éxito con un público de pie aplaudiendo al final del
espectáculo.
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