Ramón Jacques
La Opera de Bellas Artes, la compañía nacional de opera de México ha ofrecido la reposición de Carmen, la celebre opéra comique de Georges Bizet en la versión con recitativos cantados introducidos por Ernest Guirard para el estreno de la opera en Viena en 1875 y no en su versión original que contiene diálogos.
Esta compañía ha pasado por dos años de inestabilidad y complicaciones en la conformación de sus temporadas, debido principalmente al cierre por remodelaciones del Palacio de Bellas Artes, el teatro lírico más importante de este país, cuya reapertura esta prevista para septiembre de este año. El Palacio de Bellas Artes, es un ecléctico edificio que mezcla los estilos Art nouveau y Art deco, que fue construido con mármol blanco de Carrara y cuyo proyecto de construcción estuvo a cargo del arquitecto italiano Adamo Boari nativo de Marrara (Ferrara). Todos los teatros líricos del mundo están repletos de permanentes anécdotas e historias memorables, y en lo que respecta a este teatro vienen inmediatamente a la mente dos: una, que este recinto es la cuna y el hogar artístico de uno de los cantantes mas importantes que ha dado la lírica: Placido Domingo, y la segunda que sobre su escenario María Callas intercaló un célebre mi bemol en el final del segundo acto de una representación de Aída.
La función que nos ocupa se llevó a cabo de manera satisfactoria en el antiguo Teatro de la Ciudad, con una antigua pero renovada producción ideada y regida por el director escénico José Antonio Morales, quien se inspiró en las pinturas y los rojos incandescentes de la España representada en los cuadros de Goya. Con pocos elementos en escena, adecuados vestuarios, una brillante iluminación y la incorporación de una procesión al inicio del primer acto, así como de verdaderos cantaores y bailadores de flamenco, mezcló fantasía con un toque de realismo, coherencia y veracidad a la historia de la obra.
Esta compañía ha pasado por dos años de inestabilidad y complicaciones en la conformación de sus temporadas, debido principalmente al cierre por remodelaciones del Palacio de Bellas Artes, el teatro lírico más importante de este país, cuya reapertura esta prevista para septiembre de este año. El Palacio de Bellas Artes, es un ecléctico edificio que mezcla los estilos Art nouveau y Art deco, que fue construido con mármol blanco de Carrara y cuyo proyecto de construcción estuvo a cargo del arquitecto italiano Adamo Boari nativo de Marrara (Ferrara). Todos los teatros líricos del mundo están repletos de permanentes anécdotas e historias memorables, y en lo que respecta a este teatro vienen inmediatamente a la mente dos: una, que este recinto es la cuna y el hogar artístico de uno de los cantantes mas importantes que ha dado la lírica: Placido Domingo, y la segunda que sobre su escenario María Callas intercaló un célebre mi bemol en el final del segundo acto de una representación de Aída.
La función que nos ocupa se llevó a cabo de manera satisfactoria en el antiguo Teatro de la Ciudad, con una antigua pero renovada producción ideada y regida por el director escénico José Antonio Morales, quien se inspiró en las pinturas y los rojos incandescentes de la España representada en los cuadros de Goya. Con pocos elementos en escena, adecuados vestuarios, una brillante iluminación y la incorporación de una procesión al inicio del primer acto, así como de verdaderos cantaores y bailadores de flamenco, mezcló fantasía con un toque de realismo, coherencia y veracidad a la historia de la obra.
El papel de Carmen fue encomendado a la mezzosoprano romana Veronica Simeoni, que interpretó su papel con entusiasmo y energía y cantó con frescura vocal y mórbideza en un sonido siempre timbrado, colorido y de gran homogeneidad y cualidad. El tenor Fernando de la Mora creó un expresivo Don José de estilo fuerte y heroico con su voz de timbre penetrante y fue preciso en la caracterización escénica. A su vez, el bajo-barítono español Rubén Amoretti Escamillo actuando con porte elegante, y la arrogancia requerida, el personaje de Escamillo y cantó con voluminosos y profundos medios vocales, y Enivia Mendoza creó una vivaz Micaela por participación y en buena forma vocal. El resto de los personajes del cast, y el coro cumplieron cabalmente en cada una de sus intervenciones. La dirección al frente de la Orquesta del Teatro de Bellas Artes, fue confiada al director búlgaro Ivan Anguelov quien logró conducir la maquina bizetiana con profesionalidad y precisión pero sin particular brillantez.
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