Renzo Bellardone
El Conservatorio Estatal de Música de Turín, se constituyó el 13 de febrero de 1936 cuando el ya existente Istituto Musicale "Giuseppe Verdi" – creado en 1866, originalmente como "Istituto Musicale della Città di Torino" – pasó a manos del estado para ser transformado en el Regio Conservatorio de Música 'Giuseppe Verdi' de Turín", y fue elevado al rango de escuela facultada para otorgar títulos oficiales en la profesión musical. Esta alusión histórica del lugar donde se realizó el evento, parece absolutamente oportuna haciendo una evaluación total del sobresaliente evento que la “l’Associazione per la Riscoperta del Patrimonio Musicale Piemontese” (Asociación para el re-descubrimiento del Patrimonio Musical Piamontés) presentó la velada del 10 de abril en la sala del Conservatorio.
El Conservatorio Estatal de Música de Turín, se constituyó el 13 de febrero de 1936 cuando el ya existente Istituto Musicale "Giuseppe Verdi" – creado en 1866, originalmente como "Istituto Musicale della Città di Torino" – pasó a manos del estado para ser transformado en el Regio Conservatorio de Música 'Giuseppe Verdi' de Turín", y fue elevado al rango de escuela facultada para otorgar títulos oficiales en la profesión musical. Esta alusión histórica del lugar donde se realizó el evento, parece absolutamente oportuna haciendo una evaluación total del sobresaliente evento que la “l’Associazione per la Riscoperta del Patrimonio Musicale Piemontese” (Asociación para el re-descubrimiento del Patrimonio Musical Piamontés) presentó la velada del 10 de abril en la sala del Conservatorio.
Aun no he hablado del concierto, aunque parecería extraño no hablar de un concierto en una sala creada para este fin, pero el evento resultó ser algo mas: comenzando con la vivaz y convincente voz del actor Mario Brusa, que inició con algunas lecturas de Cesare Lombros: antropólogo, criminalista y juez italiano, que fue uno de los pioneros en los estudios sobre la criminalidad, y aunque nació en Verona en 1835, vivió y murió en Turín en 1909. Fue además un gran apasionado de la música, frecuentando asiduamente las salas de concierto. El programa de mano señaló que “en vida fue considerado por algunos como un genio, pero para otros como un charlatán”; y volviendo a la lectura de Mario Brusa con su timbre y los juegos musicales de graves y agudos con sus cuerdas vocales, convenció de inició a los espectadores quienes dándose cuenta que se trataba del genio y de la locura ocuparon inmediatamente los palcos y las plateas. La voz de Brusa tuvo el poder evocador de una maquina del tiempo.
La historia de extraordinaria locura fue como una mirada a la vida de grandes compositores, tales como Offenbach con quien dio inició la parte musical. Segura y ágil en la interpretación vocal y en su mímica de la muñeca mecánica, la soprano Francesca Lanza interpreto la “Canción de Olympia” de Los Cuentos de Hoffmann, que fue seguida por “O luce di quest’anima” de Linda di Chamonix de Gaetano Donizetti, ambas arias fueron muy apreciados. El discreto pero sustancial y decisivo acompañamiento de Massimiliano Gènot al piano no fue solo para enfatizar la voz, si no que fue una presencia viva e integra que embelleció sin duda cada pieza, como solo los eficientes intérpretes saben hacerlo. Schumann fue el autor de la obra subsecuente, la Sonata para violín y piano n. 1 que fue interpretada por Massimiliano Génot y por su hermana Alessandra Génot, quien con las cuerdas de su violín logró transportar y transmitir la dulce pasión de la escritura que captó la perturbada visión del compositor y el armonioso refinamiento estilista y emocional.
La segunda parte del concierto tuvo prevista la ejecución de dos pianos, e inmediatamente después de las primeras notas se entendió que no se trataba de una simple ejecución, si no de una interpretación calida y emotivamente puntual por parte de Massimiliano Génot en un piano, y de Massimo Viazzo en otro. El preludio del “Parsifal” wagneriano – en una rarísima transcripción firmada por el autor Engelbert Humperdinck- tan impalpable en su sufrida espiritualidad, que fue ofrecida con calor y una dulzura infinita, y con notas de predecible espera. Se continuó con la Suite da “Porgy and Bess” de Gershwin (en la transcripción de Percy Grainger) en el que los dos concertistas supieron hacer brillante el aire y la atmosfera, saboreando con intensidad la exquisitez harmónica y las crujientes soluciones rítmicas de la opera. Al final llegó la rutilante Cabalgata de las Valquirias de Wagner, en el que los pianos “tocando duro sobre el teclado” estuvieron al unísono, tan coordinados y tan precisos que resultó difícil reconocer, en cada momento, de cual de los pianos emergía el sonido vigoroso, potente y impetuoso, como las grandes cascadas de Schaffhauser. Un dúo pianístico compenetrado y estimulante.
Para concluir el concierto Massimiliano Génot presentó amablemente el bis que involucró a todos los protagonistas que fue “La Barcarola” de Los Cuentos de Hoffman, un refinado epilogo de una velada que en cada uno de sus aspectos resultó ser muy agradable y de gran nivel interpretativo: al final el caluroso publico que llenó la sala expresó su aprecio con largos y calidos aplausos haciendo salir varias veces a escena a los interpretes, a quienes se augura que se reencontrarán en breve sobre un escenario musical.
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