Ramón Jacques
La Orquesta de la Accademia Nazionale di Santa Cecilia de Roma, una de las orquestas sinfónicas mas importantes de Italia, ejecutó en forma de concierto dos operas de diferentes compositores y estilos musicales, pero cuya ambientación se sitúa durante la época renacentista en Florencia. El proyecto de musicalizar A Florentine Tragedy, el melodrama de Oscar Wilde, hizo que los caminos de Giacomo Puccini (1858-1924) y del compositor austriaco Alexander Zemlinsky (1871-1942) se cruzaran, ya que Puccini consideró realizar primero la musicalización, pero desistió cuando se interesó en Il Tabarro, que narra una historia casi idéntica de adulterio, sangre y muerte. Finalmente, fue Zemlinsky, quien concretó el proyecto de ponerle música a la obra de Wilde y compuso Eine Florentinische Tragödie (Una tragedia florentina) en el año de 1916.
Con esta opera inició el concierto, escuchándose los acordes orquestales de su sensual y soberbia obertura, que es una especie de alegoría entre el amor y la muerte, en la que ya se percibe la tragedia. Con solo un triangulo amoroso de protagonistas, la tensión dramática fue creciendo con la sugestiva orquestación de Zemlinsky, de notables influencias straussianas, mahlerianas y wagnerianas. El director ruso Vladimir Jurowski extrajo de la orquesta la envolvente tonalidad y la exuberancia tímbrica contenida en la partitura, así como el lirismo del imprevisto e irreal final (en el que marido se reconcilia con su mujer después de asesinar al amante) aunque en algunos pasajes su lectura estuvo poco calibrada, carente de sutileza y su enérgica emisión cubrió por momentos las voces de los solistas, que se situaron detrás de la orquesta en un nivel superior. El papel de Simone, fue interpretado de manera satisfactoria por el barítono ruso Sergei Leiferkus, quien cantó sus arias con autoridad y profundo tono y color. La soprano alemana Heike Wessels adaptó su amplio y homogéneo canto a las exigencias de Bianca, un personaje que es intenso y a la vez suave y conmovedor. El tenor Nikolai Schukoff cantó el papel de Guido Bardi, el noble asesinado por Simone, con su voz robusta y refinada línea de canto.
En la segunda parte del concierto y desde las primeras notas se sintió la riqueza orquestal, la alegre armonía y la energía que transmite la música que Puccini escribió en Gianni Schicchi. En esta ocasión Jurowski, concertó con seguridad y entusiasmo a una orquesta que se deleitó interpretando una música más afín a su carácter y temperamento. Los solistas, que en esta ocasión se ubicaron frente a la orquesta, actuaron con gracia y diversión sus personajes. El papel principal fue encomendado al barítono menorquín Juan Pons quien dio vida a un jovial y burlesco charlatán con su cantó uniforme, su voz pastosa y su característico timbre. Como Rinuccio, el tenor Saimir Pirgu exhibió un calido timbre y elegante fraseo y la soprano Adriana Kučerová fue una ligera y muy lírica Lauretta. El resto del elenco vocal se mostró en un buen nivel, destacando la mezzosoprano Anna Maria Chiuri, por el opulento y exuberante color oscuro de su amplia voz, como La Ciesca; el bajo Luigi Roni por su divertido Simone, el baritono Giulio Mastrototaro por su expresivo Marco, y la soprano Rosanna Savoia por su musicalidad como Nella.
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