Ramón Jacques
La Orquesta Sinfónica Nacional de México, realmente le hace honor a su titulo de “nacional” ya que desde su creación en 1928, siempre ha tenido la misión de: ejecutar, difundir y comisionar, en cada uno de sus conciertos, obras de compositores mexicanos. El catalogo de obras de música sinfónica mexicana, particularmente de música contemporánea, es bastante rico y extenso, y aunque las obras son poco conocidas o consideras “rarezas” en Europa, en el continente americano son interpretados con frecuencia por orquestas de diversas ciudades y países. Algunas de estas obras se han convertido en “caballos de batalla” para el director venezolano Gustavo Dudamel, o para el finlandés Esa-Pekka Salonen, quien realizó diversas grabaciones discográficas de esta música. Para el inicio de su temporada 2010-11, importantes orquestas estadounidenses han incluido alguna pieza mexicana en sus conciertos iniciales como por ejemplo: la Chicago Symphony Orchestra, que bajo la conducción de Carlos Miguel Prieto interpretará: Sones de Mariachi de Galindo, Danzón No.2 de Márquez y Huapango de Moncayo; mismas obras que se escucharan con la Los Angeles Philharmonic que dirige Gustavo Dudamel; Sensemaya de Revueltas que será ejecutada por la San Francisco Symphony bajo la conducción de Michael Tilson Thomas; y la opera Il Postino del compositor mexicano Daniel Catán, cuyo estreno mundial, inaugurará la temporada 2011 de la Opera de Los Ángeles, con Placido Domingo. Parte de la expansión de esta música por Norteamérica, se debe en parte a que la Orquesta Sinfónica Nacional fue conducida por regularidad por directores como: Leonard Bernstein, Igor Stravinski, y Aaron Copland, entre otros, quienes conocieron la música, la divulgaron e incluso influenciaron la creación de más obras. Por ello, es entendible que el propio Copland, haya elegido a esta orquesta para el estreno de su obra el Salón México en 1937.
El concierto que nos ocupa inicio con la Suite del ballet H.P. (horse power o caballos de vapor) de Carlos Chávez (1899-1978), que fue concebido como una sinfonía de baile en cuatro partes, una especie de glorificación orquestal a las fuerzas mecánicas, que mezcla melodías y danzas populares mexicanas con notables influencias de la Consagración de la primavera de Stravinsky, y la música de Varese y Prokofiev, conservando siempre el espíritu nacionalista que caracterizó a su compositor. La interpretación de la orquesta bajo la conducción de su titular, Carlos Miguel Prieto, resaltó la exuberante musicalidad, como los momentos de atonalidad de la pieza, con amplia participación de instrumentos de viento, como el sensual saxofón y la marimba que se escucharon en el último movimiento: El trópico. De Silvestre Revueltas (1899-1940) prolífico compositor, se ejecutó La noche de los mayas, considerada como una partitura cinematográfica, porque fue escrita como música para un film homónimo de 1938, y que después de permanecer olvidada, a inicios de los 60s, fue ordenada en una sinfonía de cuatro movimientos, que fueron interpretados como con un manual por la orquesta, con la ligereza y serenidad de las cuerdas en los primeros movimientos, para irrumpir con la fuerza e intensidad de las vibrantes percusiones que acompañan el cuarto movimiento la Noche del Encantamiento, aquel que tanto fascinara a Salonen. El concierto lo redondeó el lucido Concierto para violín y orquesta, Op. 35, con la presencia de un inspirado Joshua Bell, quien tocó su Stradivarius de 1713 de un sonido liviano, ligero y muy ornamentado de excitante agilidad y maestría, en el vertiginoso y técnicamente difícil Allegro vivacissimo. La orquesta creo un adecuado y sonoro fondo musical durante toda la obra, con atrevimiento y brío en la lectura de Carlos Miguel Prieto.
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