Ramón Jacques
La espléndida y emotiva interpretación de Aída de Verdi que el coro, la orquesta y los solistas del Teatro alla Scala de Milán, realizaron en su primera gira a la Argentina, quedará, sin dudas, grabada en la historia del Teatro Colón, y en la memoria del publico presente, como una de las mejores ejecuciones jamás vistas en este recinto. Para conmemorar el bicentenario de la Argentina y la reapertura de su teatro más importante, el cual permaneció cerrado durante cuatro años por renovaciones, no podía haberse elegido a un mejor invitado de lujo que el teatro milanes. Además, se eligió Aída porque fue la obra con la que se inauguró el celebre coliseo bonaerense en 1908.
La ventaja de la representación en concierto de esta profusa partitura verdiana con una agrupación de este calibre, es que se hizo con una orquesta más amplia en cuanto al número de instrumentistas sobre el escenario, por lo que se pudo escuchar y apreciar una variedad de colores, matices y timbres normalmente imperceptibles por las limitaciones del foso. El desempeño en conjunto de toda la orquesta fue notable, con una sección de cuerdas que emitió un sonido homogéneo y milimétricamente preciso, y una profusa y resonante sección de metales. Daniel Barenboim se lució ante su público dirigiendo con entusiasmo y ardor a la orquesta, y aunque su lectura careció por momentos de mayor dinámica, y aunque es pretencioso decirlo, no se alteró de ninguna manera el resultado final. De la prestación del Coro del Teatro alla Scala, dirigido por Bruno Casoni, solo puede describirse como portentosa. Seguramente en lo que se refiere a la interpretación de este repertorio no debe existir otro coro que lo iguale.
El elenco vocal contó con la presencia de la soprano ucraniana Oksana Dyka quien prestó al personaje de Aída, una voz segura y homogénea, que manejo con energía y dulzura expresiva cuando le fue requerida. Salvatore Licitra dio carácter y virilidad a Radamés y cantó con amplia proyección y grato timbre. Por su parte Ekaterina Gubanova cantó con intensidad y convicción al personaje de Amneris, con su oscuro y vigoroso timbre de mezzosoprano. El barítono Andrzej Dobber, mostró una voz de un tono baritonal muy apropiado para el papel de Amonasro, muy elegante en el fraseo y en la dicción. Kwangchul Youn fue un Ramfis de voz potente, y muy dignos y meritorios fueron los aportes de Carlo Cigni, como el rey de Egipto, de Antonello Ceron como el mensajero y de Sae Kyung Rim como la sacerdotisa. Al final, el publicó premio a todos los artistas con mas de quince minutos de ovaciones y aclamaciones.
La ventaja de la representación en concierto de esta profusa partitura verdiana con una agrupación de este calibre, es que se hizo con una orquesta más amplia en cuanto al número de instrumentistas sobre el escenario, por lo que se pudo escuchar y apreciar una variedad de colores, matices y timbres normalmente imperceptibles por las limitaciones del foso. El desempeño en conjunto de toda la orquesta fue notable, con una sección de cuerdas que emitió un sonido homogéneo y milimétricamente preciso, y una profusa y resonante sección de metales. Daniel Barenboim se lució ante su público dirigiendo con entusiasmo y ardor a la orquesta, y aunque su lectura careció por momentos de mayor dinámica, y aunque es pretencioso decirlo, no se alteró de ninguna manera el resultado final. De la prestación del Coro del Teatro alla Scala, dirigido por Bruno Casoni, solo puede describirse como portentosa. Seguramente en lo que se refiere a la interpretación de este repertorio no debe existir otro coro que lo iguale.
El elenco vocal contó con la presencia de la soprano ucraniana Oksana Dyka quien prestó al personaje de Aída, una voz segura y homogénea, que manejo con energía y dulzura expresiva cuando le fue requerida. Salvatore Licitra dio carácter y virilidad a Radamés y cantó con amplia proyección y grato timbre. Por su parte Ekaterina Gubanova cantó con intensidad y convicción al personaje de Amneris, con su oscuro y vigoroso timbre de mezzosoprano. El barítono Andrzej Dobber, mostró una voz de un tono baritonal muy apropiado para el papel de Amonasro, muy elegante en el fraseo y en la dicción. Kwangchul Youn fue un Ramfis de voz potente, y muy dignos y meritorios fueron los aportes de Carlo Cigni, como el rey de Egipto, de Antonello Ceron como el mensajero y de Sae Kyung Rim como la sacerdotisa. Al final, el publicó premio a todos los artistas con mas de quince minutos de ovaciones y aclamaciones.
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