Massimo Viazzo
Humildad y entusiasmo son las primeras dos palabras que vienen a la mente al final de una muy bien realizada función del Matrimonio Segreto de Cimarosa realizada en el Palazzo dei Congressi de Stresa: humildad porque los jóvenes cantantes que participaron (después de una rigurosa selección) en la primera edición de la Accademia di Canto “Giovani all’opera”, todos con respetable experiencia profesional sobre sus espaldas, supieron (y quisieron) resetearse comprendiendo que sin estudio no se puede ir adelante en esta profesión; entusiasmo, porque el trabajo con Natale De Carolis, el responsable del curso, fue para todos los efectos “entusiasmante”. Cambiando impresiones al final del espectáculo con la jovencísima Arianna Venditelli, una determinada (y deliciosa) Carolina, que entre otros, ha pisado el escenario del Festival de Salzburgo en Betulia Liberata bajo la dirección de Riccardo Muti, la alegría y la emoción de haber compartido algo especial era evidente. De Carolis, en efecto, cumpliendo un trabajo capilar orientado principalmente a la construcción del personaje, supo abrir horizontes muy amplios en términos de movimiento e interacción. Pero fue sobretodo por la individualidad que fue puesta en constante discusión, fuera de cada cliché. Por ello no es para maravillarse si Elizabetta y Fidalma (que fueron encarnadas por una aderezada Damiana Mizzi y una asumida Giuseppina Bridelli, constantemente delineadas por un lado, se alzaron a un rango superior; o si Don Geronimo no fue el usual bufo idiota, Marco Filippo Romano, quien nunca estuvo cargado en los silabarios y en las onomatopeyas, dio vida a un Geronimo arribista y de muchas facetas; o si el Conde Robinson, que fue interpretado por el resonante y divertido Simon Lim, no se comportó como el antipático en turno, así como patético y justamente tonto fue el Paolino de Matteo Falcier. Una aproximación tan variada que exaltó los sentimientos verdaderos, y el “drama” de las dos esposos secretos, nunca ha parecido tan real. Todo en conjunto fue gobernado con decisión y fantasía de un muy atento Andrea Battistoni al frente de la óptima Orchestra Giovanile Italiana. Con la ayuda de pocos elementos, de simples vestuarios creados por los propios cantantes, y muchas, muchísimas ideas, Natale De Carolis logró hacer olvidar en más de una ocasión que se trataba de una representación en forma semi-escénica. Fue una victoria del “teatro” y una experiencia para continuar en los años venideros. Se esperan aquí las cinco farsas rossinianas …
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