Foto: Andrea Sacchi KS - Stresa Festival 2010
Massimo Viazzo
Concierto del Cuarteto Borodin. Ruben Aharonian (violin), Andrei Abramenov (violin), Igor Naidin (viola), Vladimir Balshin (violonchelo). Stresa Festival 2010 realizado el 31 de agosto del 2010 en el Salone degli Arazzi, Isola Bella, Stresa Piamonte Italia. Obras: Cuarteto n. 1 en re mayor. Op. 11 de Tchaikovsky; Concertino de Igor Stravinsky; Cuarteto n. 1 en la mayor de Alexander Borodin.
Era casi con las puntas de los pies que el Cuarteto Borodin se despedía del público de este festival en el lago, que llegó como de costumbre y en numerosa cantidad a la Isola Bella. La ejecución aérea, liviana, y ligera de la Serenata a la española para cuarteto de cuerdas de Borodin, el segundo bis ofrecido al final de una velada dedicada íntegramente ala música rusa, fue un poco la imagen interpretativa de todo lo que fue el concierto. Las líneas musicales trasoñadas del Cuarteto n.1 en re mayor de Tchaikovsky o las muy clásicas del Cuarteto n. 1 en la mayor de Borodin, aunque también la aspereza stravinskiana del raro Concertino, se desenlazaban con calor coloquial, en voz baja sottovoce, o como en un rendez-vous entre buenos amigos, quizás a la luz de las velas. Por lo tanto no hubo nada de “ismi” en una velada para recordar por la naturaleza, las correctas las elecciones agogicas y dinámicas. Todo sonó con fluidez, de manera espontánea, y serena que al final, un sentido de beatitud invadió todo el auditorio.
Era casi con las puntas de los pies que el Cuarteto Borodin se despedía del público de este festival en el lago, que llegó como de costumbre y en numerosa cantidad a la Isola Bella. La ejecución aérea, liviana, y ligera de la Serenata a la española para cuarteto de cuerdas de Borodin, el segundo bis ofrecido al final de una velada dedicada íntegramente ala música rusa, fue un poco la imagen interpretativa de todo lo que fue el concierto. Las líneas musicales trasoñadas del Cuarteto n.1 en re mayor de Tchaikovsky o las muy clásicas del Cuarteto n. 1 en la mayor de Borodin, aunque también la aspereza stravinskiana del raro Concertino, se desenlazaban con calor coloquial, en voz baja sottovoce, o como en un rendez-vous entre buenos amigos, quizás a la luz de las velas. Por lo tanto no hubo nada de “ismi” en una velada para recordar por la naturaleza, las correctas las elecciones agogicas y dinámicas. Todo sonó con fluidez, de manera espontánea, y serena que al final, un sentido de beatitud invadió todo el auditorio.
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