Andrea Dellabianca.
El Teatro Donizetti de Bergamo, junto a la quinta edición del Bergamo Música Festival Gaetano Donizetti inauguraron la temporada lirica y de ballet 2010 con un titulo donizetianno poco frecuentado en el gran repertorio, pero indudablemente interesante: Poliuto. La óptica de la Fondazione Donizetti por mantener vivo el trabajo del gran maestro, a través de la reposición de operas famosas como de aquellas menos conocidas por el publico, amerita convincentes elogios y contribuye a hacer del teatro bergamasco uno de los teatros de tradición mas activa y de mayor identidad artística musical en el panorama actual. Poliuto representa, quizás, mas que de otra obra donizettiana un punto de encuentro ideal entre la vena compositora del Donizetti maduro y la del joven Verdi, sobretodo gracias a la elección del tema (ambientado en la época de la persecución romana en su confrontación con el culto cristiano) y a su realización por medio del libreto de Salvatore Cammarno que inspira acentos de fervor religioso y de sacrificio heroico. En esta producción, Marco Spada situó la acción con un enorme salto temporal: ya que los magistrados romanos aparecen en indumentarias militares tomadas del siglo pasado, y al coro se le adornó como perfecta juventud hitleriana, Paolina mostró pantalones y Borsalino evocó ciertas imágenes de Marlene Dietrich. Sin embargo, el regista pereció no querer renunciar a la representación del sujeto ni a su contexto original, y probablemente, empujado por la peculiar idea de un paralelismo entre la persecución de los cristianos y aquella, mas reciente contra los hebreos, puso en escena elementos de romanidad como: centuriones, gladiadores y paganos simulados. El resultado fue una mezcla visiva que engañaba al espectador. Las escenas de Alessandro Ciammarughi fueron agradables, considerando la elegancia de las líneas y la elección de algunas tonalidades en gris, pero los paneles y el relicario en plexiglass contenían objetos y decorados, que parecían mas adaptados a una muestra de interior design que a un escenario de opera. La situación tampoco fue rosa desde el punto de vista musical. Marcello Rota buscó evidenciar lo parte mas verdiana posible que esta presente en la partitura donizetianna y así, en vez de sugerirlo con una lectura caracterizada por variedades de dinámica y de colores, pisó a la orquesta a mas no poder, decidido a obtener una sonoridad túrgida, que es lo mas inapropiado que se puede hacer con Donizetti.
En este caso, el magnifico concertato que cierra el segundo acto fue bien conducido al principio, pero después resultó muy ruidoso, limitando a los cantantes a forzaduras poco agradables. El coro dirigido por el maestro Fabio Tartari, se mostró como un conjunto compacto y bien compaginado, capaz de dar bellas intenciones expresivas. Gregory Kunde se empeñó a fondo en el papel protagonista y alcanzó resultados notables. La escritura vocal de Poliuto es más bien central y alterna con pasajes de declamado a airosos y con algunos agudos: la voz de Kunde se ha vuelto más amplia respecto a los inicios de su carrera y el timbre ha adquirido un color seductor, además de que pareció ser el elemento del elenco que interpretó con mayor arrojo y convicción. A parte de alguna media voz opaca y levemente des timbrada, el tenor estadounidense ofreció una prestación de mucho respeto. Paoletta Marrocu se valió de su natural carisma escénico que deriva mas de la belleza de su figura que de verdaderos dotes de actriz. La voz es sin mas voluminosa y posee un timbre particular y distintivo, además de que en la emisión presentó algunas fallas. El personaje de Paolina se expresa durante el curso de la opera con arabescos vocales que se sumergen a las propias raíces del bel canto típico de la primeros años del siglo diecinueve y que hacen presagiar la Medora verdiana. La Marrocu tiende a ser dominada, en tal aspecto, por las dificultades técnicas y propias, pagando quizás el precio de elegir este repertorio (Lady Macbeth, Gioconda, Turandot, Santuzza..) tan riesgoso. En la parte de Severo, Simone Del Salvio comenzó con bajo tono y con alguna dureza de más en el registro agudo, pero después se asentó sobre un buen nivel, con una interpretación apropiada y constante. Andrea Papi dio a Callestine un timbre de bajo con cuerpo, además de ser un intérprete mesurado y eficaz. Mención especial para el Nearco de Massimiliano Chiarolla que exhibió una voz de tenor pura y bien proyectada, embellecida por acentos al calor blanco en todas sus intervenciones. El público saludó a Kunde con repetidas ovaciones, pero manifestando algún desacuerdo hacia el director de orquesta y la soprano, mientras que no ha dudado en afirmar su propia decepción respecto a la puesta escénica.
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