Foto: Daniel Barenboim y Elena Bashkirova Cortesía: Hernán Zenteno / La Nación
Ramón Jacques
La asociación Mozarteum Argentino organizó un concierto extraordinario de música de cámara, con algunos solistas de la orquesta East-Western Divan y su director Daniel Barenboim, denominado “Concierto para la Juventud”. Con un Teatro Colón de Buenos Aires repleto de publico, por la presencia magnética de Barenboim, dio inició el concierto con una brillante interpretación del Septeto en mi bemol mayor Op, 20 de Beethoven. En la obra de seis movimientos, se mostró su carácter ligero y jubiloso ya que en ella se combinaron admirablemente, y con gracia, los instrumentos de cuerda y de viento que la interpretan. Las melodías fueron calidas y los instrumentos, como el violín y el clarinete, se contrastaron en un dialogo constante en los primeros movimientos, cargados de intensidad expresiva. El clímax de la obra se dio en el quinto movimiento (Scherzo: Allegro molto e vivace) y en el sexto movimiento (Andante con moto alla Marcia) donde sobrevino una deliciosa y explosiva melodía entre todos los instrumentistas, destacando nuevamente el incandescente violín y la exuberancia que irradió el clarinete de Shirley Brill.
A continuación, se ofreció una rareza, en la transcripción para dos pianos que Anton Webern hiciera de las Cinco piezas para orquesta op. 16 de Arnold Schönberg. La exigente pieza de carácter, atonalidad, y densidad contemporánea, fue interpretada de manera optima y cincelada de inicio a fin por el piano de Daniel Barenboim y el de Elena Bashkirova, en una labor que se convirtió en una perpetua búsqueda, exploración, representación y aproximación a los tonos y matices orquestales contenidos en sus cinco movimientos, particularmente expresados en los timbres de “Farben”, el tercer movimiento. La última pieza ofrecida en este concierto, correspondió al Quinteto para piano y cuerdas en mi bemol mayor, Op. 44 de Robert Schumann, obra cargada de apasionados y románticos pasajes, y de instrumentos solistas que parecían girar, con resultado y balance discreto en términos generales, en torno a la figura central que adoptó el piano interpretado con entusiasmo y vehemencia por Barenboim (en el segundo movimiento) y con sentimentalismo y algo de desolación durante el movimiento de la marcha fúnebre.
A continuación, se ofreció una rareza, en la transcripción para dos pianos que Anton Webern hiciera de las Cinco piezas para orquesta op. 16 de Arnold Schönberg. La exigente pieza de carácter, atonalidad, y densidad contemporánea, fue interpretada de manera optima y cincelada de inicio a fin por el piano de Daniel Barenboim y el de Elena Bashkirova, en una labor que se convirtió en una perpetua búsqueda, exploración, representación y aproximación a los tonos y matices orquestales contenidos en sus cinco movimientos, particularmente expresados en los timbres de “Farben”, el tercer movimiento. La última pieza ofrecida en este concierto, correspondió al Quinteto para piano y cuerdas en mi bemol mayor, Op. 44 de Robert Schumann, obra cargada de apasionados y románticos pasajes, y de instrumentos solistas que parecían girar, con resultado y balance discreto en términos generales, en torno a la figura central que adoptó el piano interpretado con entusiasmo y vehemencia por Barenboim (en el segundo movimiento) y con sentimentalismo y algo de desolación durante el movimiento de la marcha fúnebre.
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