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Sala Simón Bolivar. CASPM- Caracas
Sergéi Prokófiev, Suite Scythian Op. 20
Alban Berg, Piezas sinfónicas de la ópera Lulu
Piotr Ilyich Tchaikovsky, Sinfonía nº 6 en si menor, Op. 74 Patética.
Alban Berg, Piezas sinfónicas de la ópera Lulu
Piotr Ilyich Tchaikovsky, Sinfonía nº 6 en si menor, Op. 74 Patética.
Cuando una orquesta es tan buena, dúctil, maleable y exacta como la Sinfónica de la Juventud Venezolana "Simón Bolívar"; y cuando un director es tan culto, serio, detallista y posee una personalidad avasalladora como la de Claudio Abbado, el destinatario de la música no puede sino embelesarse ante la perfección y la belleza. La conmemoración de los 35 años del Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela ha propiciado un encuentro con la solidez y el rigor de uno de los más grandes directores de las dos últimas centurias y ello constituye un motivo de legítimo orgullo. Desde que en enero de 2005 se estableciera una intensa y nunca interrumpida relación con la Orquesta Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar -la formación cumbre del exitoso y laureado sistema artístico y social venezolano- el aporte del maestro Claudio Abbado ha contribuido a jerarquizar en el mundo a una formación que se encuentra al servicio de una de las actividades más placenteras y exquisitas.
Esa verdad quedó plasmada -e inmortalizada en la historia musical del país- desde que Abbado empuñó la batuta para dirigir a la "Simón Bolívar", reforzando el quehacer académico de una institución de alto vuelo, y dentro del marco de una temporada aniversaria consagrada -por decisión del maestro José Antonio Abreu- al entrenamiento orquestal. ¿Quién otro sino Abbado, tan vinculado a la historia del Sistema venezolano, podía potenciar al máximo la rica orquestación, refinada y no exenta de matices, de la Suite Escita de Sergéi Prokófiev, una caudalosa narración, llena de sabor cinematográfico, que tiene como epílogo la sobrecogedora Marcha de Lolly y el Cortejo del sol? ¿Quién sería capaz de desvelar las complejas armonías de la Suite de la opera Lulú de Alban Berg, con una joven soprano austríaco-inglesa de 26 años, llamada Anna Prohaska, que hizo gala de una afinación irreprochable y una increíble ordenación de las dinámicas y los ritmos?
¿Cómo disfrutar el sonido de una orquesta homogénea, consistente, concentrada, y que respondió con creces a lo que Claudio Abbado le exigió en la celebrada Sinfonía (Patética) de Tchaikovsky? El Resultado fue apoteósico y la satisfacción del público -que llenó el Centro de Acción Social por la Música en Caracas- en una jornada donde se reforzó, con enjundia, la solvencia académica, la pulcritud , la nitidez y el riquísimo legado que nos obsequió el celebre director italiano. !La experiencia fue por demás loable, y sin reparos¡
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