Foto: Angela Hewitt© Simon Fowler
Massimo Viazzo
Después de casi treinta y dos años, Angela Hewitt volvió a la ciudad que la vio ganar su primer competición importante para piano, que fue el concurso Viotti, que se lleva a cabo en Vercelli (situada en Piamonte, a la mitad del camino entre Milán y Turín) y que hoy alterna anualmente la realización de la versión para “piano” con la versión para “canto¨ El Viotti d’oro es un premio de reconocimiento a una carrera, que fue instituido en 1958, y que ha sido concedido a artistas del calibre de: Renata Tebaldi, Joan Sutherland, Marilyn Horne, Giuseppe di Stefano, Mario del Monaco, Arturo Benedetti Michelangeli, Yehudi Menuhin, Mtislav Rostropovich, Gianandrea Gavazzeni y Riccardo Muti.
En el concierto, Angela Hewitt acompañada de la orquesta Bach Collegium de Stuttgart (el ensamble fundado por Helmuth Rilling), propuso una velada monográfica dedicada a Johann Sebastián Bach, compositor que más que cualquier otro la ha colocado en la cúspide de la escena internacional. De este autor, se interpretaron: el primero, el tercero y el sexto Concierto para piano y orquesta y el triple concierto en la menor para piano, flauta y violín. Las ejecuciones fueron esplendorosas, muy brillantes, y cargadas de joie de vivre, y en las que la artista canadiense (quien vive en Londres, pero tiene una casa y un festival en el lago Trasimeno de Italia), mostró escasas contaminaciones filológicas, confiándose con gran seguridad y compostura en la capacidades tímbricas y comunicativas de su amado instrumento, el piano.
En el concierto, Angela Hewitt acompañada de la orquesta Bach Collegium de Stuttgart (el ensamble fundado por Helmuth Rilling), propuso una velada monográfica dedicada a Johann Sebastián Bach, compositor que más que cualquier otro la ha colocado en la cúspide de la escena internacional. De este autor, se interpretaron: el primero, el tercero y el sexto Concierto para piano y orquesta y el triple concierto en la menor para piano, flauta y violín. Las ejecuciones fueron esplendorosas, muy brillantes, y cargadas de joie de vivre, y en las que la artista canadiense (quien vive en Londres, pero tiene una casa y un festival en el lago Trasimeno de Italia), mostró escasas contaminaciones filológicas, confiándose con gran seguridad y compostura en la capacidades tímbricas y comunicativas de su amado instrumento, el piano.
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