Giosetta Guerra
Se presentó en el Teatro delle Muse de Ancona la hermosa producción escénica de Don Giovanni que Pier Luigi Pizzi ideó para la temporada 2009 del festival de opera de Macerata
La caja escénica, construida en perspectiva, mantuvo solo los espejos sobre una de las paredes y las cortinas, que se abrían, se cerraban, y se cruzan para cubrir los diferentes ambientes y para aumentar la profundidad de la escena, no fueron más rojas sino marrón. Se colocó también el ingenioso espacio abierto en la parte baja del escenario, donde se escondían quienes no querían ser vistos y hacia el que fue tragado y arrastrado Don Giovanni por unas hambrientas erinias desnudas. El inmobiliario fue el mismo: una gran cama blanca casi omnipresente, un diván y sillones de la época, una mesa, algunos bancos y un mantel rojo: en lo que fue simbolismo y no descríptivismo, y esencialidad sin redundancia. Una producción pulida, estilizada, clara (para la compresión) y aunque frecuentemente estuvo en penumbra, resulto ligera, elegante y de pocos colores. En suma, agradable.
La dirección escénica jugó siempre con el erotismo jocoso y liviano del dúo Don Giovanni- Leporello, con su prestancia física frecuentemente medio desnuda, con la fragilidad de los sentimientos, el desenfreno de la juventud y el misterio que rodea el final de los hechos. Los personajes y sus intérpretes fueron todos jóvenes.
La mayor parte de los artistas cantaron en las representaciones en Macerata. El buen bajo Andrea Concetti, como Leporello, la soprano griega Myrtò Papatanasiu como Donna Anna, las soprano Carmela Remigio como Donna Elvira y Manuela Bisceglie como Zerlina, y el bajo William Corrò (Masetto). Concetti, que estuvo extraordinario escénicamente y vocalmente, tiene un cuerpo ágil y una mina de oro en la garganta (su bella voz oscura es rica en armónicos, pareja y vibrante, de color especial en la tesitura grave, sonora y musical en toda la gama, y la interpretación es muy cuidada en cada gesto). Corrò es bajo joven de hermoso timbre y muy creíble como Masetto. La Remigio cantó bien con un justo acento, buena producción vocal, dicción no siempre clara, pero de preciosa voz y vibrante, de medio espesor, y apropiada interpretación. La Papatanasiu, posee una voz afilada, pareja y con buen peso, que utilizó predominantemente sobre el fuerte o el medio fuerte, y logró dominarla con largos y emocionantes filados, y bellos sonidos sostenidos a todo lo largo, agilidad en los trinos, aunque su dicción podría perfeccionarse. La Bisceglie es un soprano de voz fresca que pudo expresar la tinta mozartiana. Una mejora respecto a la versión de Macerata fue la elección del Comendador, interpretado por el optimo bajo profundo Gudjon Oskarsson, de poderosa voz, amplia y de gran peso, grato color, muy sonora en cada registo, y correcta emisión, y con el Don Ottavio interpretado por Saimir Pirgu, un tenor de bello y preciso timbre, de robusta grana vocal y al mismo tiempo dúctil, casi un baritenor por el cuerpo y el peso de la voz que sabe dominar con suavidad y delicados medios (“Alla sua pace”), capaz de emitir extensos fiatos, y mantener sonidos en agudo y en grave con excelsa masa de voz, tenue y de justo acento (“Il mio tesoro intanto” fue de manual).
Comparado con Macerata, se empeoró confiando el papel protagonista de Don Giovanni a un cantante que en la práctica no habíamos escuchado cantar. El barítono americano Nmon Ford, un hermoso joven de color y robusto físico, de movimientos felinos y sonrisa cautivante, quien presentó un Don Giovanni provocador y sensual, pero poco agradable desde el perfil vocal, su voz no se escuchó y el sonido fue inconsistente, ya que su canto fue en voz baja, sin una línea de canto, y aunque en ocasiones emitió un volumen mas consistente o una frase mas timbrada, la voz por ahora resultó opaca y con un intenso vibrado que la hace tremulante. Sin volumen, sin espesor, y sin color, es igual a no tener un Don Giovanni. Aun así se le otorgó el Premio Corelli 2010.
Guiando a la Orchestra Regionale delle Marche y a la Orchestra fiati di Ancona, el director Asher Fisch inició con tiempos lentos y sin ritmo, para después ir creciendo en color y equilibrio, hasta hacer salir la tinta mozartiana. Los movimientos coreográficos fueron de Roberto Pizzuto y la iluminación de Sergio Rossi. El espectáculo fue del gusto del público.
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