Fotos: Gigliola Bonora (mezzosoprano), Andrea Ambrosini (piano) Ridotto Teatro Comunale di Ferrara.
Athos Tromboni
Aquí esta el concierto que no se esperaba: Gigliola Bonora, mezzosoprano, presentó en el Ridotto (espacio reducido) del teatro comunal de Ferrara la ejecución integral de Myrthen op. 25 de Robert Schumann, recopilación significativa de Lieder, que esta privada de la homogeneidad propia de los otros ciclos fechados en 1840, entre los cuales están: Liederkreis op. 24 y op. 39, Frauenliebe und -leben op.42 y el Dichterliebe op.48, en los que la amalgama poética (o significado íntimo) esta asegurado por la palabra escrita de un autor único como: Joseph von Eichendorff en el op.39, Adalbert von Chamisso en el op.42 y Heinrich Heine e el op.24 y el op.48).
En Myrthen los autores son diversos, como diverso es el estilo de la poesía, y esto influencia la naturaleza musical e individual de cada composición. Schumman vivía emotivamente su relación con la palabra, tanto así, que en mas de una ocasión demostró que al disminuir el elemento personal y subjetivo que acompañaba los textos, se enfriaba en el la inspiración musical, así, su inventiva se relacionaba inevitablemente con los textos elegidos para Myrthen y su “sentir” alcanzó la excelencia sobretodo cuando musicalizó las estrofas de Heine (su poeta preferido, del cual musicalizó 42 textos) y de Friedrich Rückert (otro poeta en la línea de Schumann con 27 textos musicalizados). Pero quisiéramos ir mas allá de los datos históricos y estadísticos, tan importantes para hacer lucir sus contenidos, y permaneciendo en el álveo literario no podemos callar el hecho que Schumann, cuando aun no sabia si su vida de artista era de literato o de músico, escribía sus propios pensamientos con la conciencia de una doble personalidad, confiándole a Schumann / Florestano su propia naturaleza ardiente y fantástica, y a Schumann / Eusebio la dulce, contemplativa y soñadora: y en aquellos personajes deposito también el credo estético del compositor. Así, Florestano escribió “Si al menos los cantantes alemanes creyeran de niños que no serian vistos cuando tuvieran los ojos cerrados, y en vez de ello se escondieran en silencio detrás de unos folios de música, pudiendo observar mas atentamente sus caras, entonces notarían cuanta diferencia existe entre los cantantes alemanes y los italianos, a los que he visto cantar en la Academia de Milán, y que al lanzar miradas tan bellas, temía que pudieran arrancar imprevistamente la pasión artística. Exagero, pero me gustaría leer en los ojos alemanes algo de la situación dramática, algo de la alegría y del dolor que esta en la música, ya que un bello cantó que sale de una cara de mármol hace dudar de su íntima bondad: intento decir esto solo de manera general”.
He aquí un credo estético fundamentalmente para Schumann, el de la importancia de la actitud para ofrecer el canto, un credo que el compositor nunca desatendió. Myrthen (consiente Schumann o no) fue la ocasión para hacer de ese credo una tesis comprobada, ya que vista la diferencia de las poesías, los cambios de humores y de ritmos, la variedad de las emociones, la sustancial des homogeneidad de las literaturas: existe la necesidad de las interpretaciones cambiantes y la consecuencia, entre los ciclos de Lieder, que Myrthen sea el mas difícil para involucrarse, sobretodo para el publico de sangre latina.
Gigliola Bonora, en el espacio Ridotto del Comunal, interpretó con justa intensidad emotiva todo el ciclo (presentado a los espectadores con una rica y estimulante introducción del musicólogo Alberto Cantù), y logró obtener al máximo, como lo definimos con un aforismo al inicio de esta recensión: el concierto que no se esperaba. Para acompañar a la mezzosoprano estuvo el pianista Andrea Ambrosini, con sus años a cuestas, atento, bravo, generoso en la elaboración del sonido del piano y en el de los justos colores que alcanzaron con sensible coherencia la cambiante expresividad del canto.
He aquí un credo estético fundamentalmente para Schumann, el de la importancia de la actitud para ofrecer el canto, un credo que el compositor nunca desatendió. Myrthen (consiente Schumann o no) fue la ocasión para hacer de ese credo una tesis comprobada, ya que vista la diferencia de las poesías, los cambios de humores y de ritmos, la variedad de las emociones, la sustancial des homogeneidad de las literaturas: existe la necesidad de las interpretaciones cambiantes y la consecuencia, entre los ciclos de Lieder, que Myrthen sea el mas difícil para involucrarse, sobretodo para el publico de sangre latina.
Gigliola Bonora, en el espacio Ridotto del Comunal, interpretó con justa intensidad emotiva todo el ciclo (presentado a los espectadores con una rica y estimulante introducción del musicólogo Alberto Cantù), y logró obtener al máximo, como lo definimos con un aforismo al inicio de esta recensión: el concierto que no se esperaba. Para acompañar a la mezzosoprano estuvo el pianista Andrea Ambrosini, con sus años a cuestas, atento, bravo, generoso en la elaboración del sonido del piano y en el de los justos colores que alcanzaron con sensible coherencia la cambiante expresividad del canto.
Esta ocasión da para otra consideración critica mas: a Gigliola Bonora nunca le ha agradado confiarse al repertorio fácil y popular, una vez listadas sus valiosas peculiaridades de encantadora cantante como: voz dulce, aterciopelada, con la dinámica requerida a una mezzosoprano de coloratura, y con una entonación absoluta. Hablamos del repertorio fácil no el sentido técnico si no en el sentido efectista del término. Los Orfeos, las Azucenas, las Dalillas o las Cármenes, aun adecuándose a su vocalidad como intérprete, no la han seducido. Más bien ha optado por un repertorio en el que refinamiento y el elitismo eran la línea que guiaba sus elecciones artísticas. Por lo que, como ha sucedido una vez mas con ella, después de este Myrthen parecería que la cantante esta poseída y no quiere liberarse, de una suerte de auto lesión artística, que le ha ganado una estima incondicional aunque muy inferior a su merito. Lo que ha sucedido bastante con ella (y aquí lo desvelamos como si nuestra suposición fuera en el fondo una verdad indiscutible) es que sus elecciones han siempre sido perpetradas por el deseo de profundizar, de ahondar, de interiorizar, del dominio de una situación que va hasta los confines musicales para hacerse concepción estética, y son, por Bonora, realizados un ejemplo de externalización del contenido con el espíritu con el que fueron colocados en las partituras de los músicos o sobre los folios de las cartas poéticas que sirvieron de estrofas a la música. Como una especie de resultado filológico, personal, meticuloso, y casi maniático, no tanto de los modos como si de los mundos interpretados por su canto. Esta es una razón más que ha hecho madurar de manera inequívoca un concierto que no se esperaba. Concierto concluido con el ofrecimiento de dos bises, en los que se reinterpretaron el primero y el ultimo Lied del ciclo Widmung n.1 e Zum Schluss n.26, dos peticiones, de las obras mas bellas jamás musicalizadas, dos Lieder absolutos, que con los precedentes Was will die einsame Träne n.21 y Du bist wie eine Blume n.24 intensamente ejecutados, constituyen el alma doliente de Myrthen op. 25, y no es por casualidad que siendo textos de Rückert y de Heine, sean capaces de mover los afectos mas intrigantes de Florestano.
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