Foto: Teatro Argentino de la Plata
Prof. Christian Lauria
LA CIUDAD AUSENTE Ópera en dos Actos. Música de Gerardo Gandini. Libreto de Ricardo Piglia. Elenco: Elena Marisú Pavón, Macedonio Sebastian Sorarrain, Junior Luciano Garay, Fuyita Patricio Olivera, Russo Hernán Iturralde, Ana Alejandra Malvino, Mujer Pájaro Eleonora Sancho, Hombre viejo Leonardo Estevez, Lucía Joyce Eugenia Fuente, Dr. Jung Sergio Spina, Enfermera Matilde Isnardi, Ayudante/enfermero Darío Leoncini, Estudiante Santiago Burgi, Voces Sonia Stelman, Laura Martorell, Verónica Julio, Ana Filipich, Silvina Petrina, María Rosa Hourbeigt. Orquesta Estable del Teatro Argentino de La Plata. Director: Mtro. Erik Oña. Función del 18 de Septiembre de 2011, Sala Alberto Ginastera del Teatro Argentino de La Plata
NUEVO LOGRO - El Teatro Argentino de La Plata tiene en su haber una larga tradición en relación con la programación de óperas de autores argentinos incluyendo varios estrenos mundiales y algunos sudamericanos de dichas partituras, lo que ya de por si resulta digno de elogio por el compromiso que tal desición demuestra. La ópera argentina no cuenta con el favor del gran público, pero mucha de esa apatía se debe a la escasa atención que se le presta en las programaciones pues es sabido que mal puede quererse lo que no se conoce, y por ello es una alegría comprobar cómo la segunda casa del ópera del país apuesta por nuestros creadores, por nuestros cantantes y acerca al público obras que merecen la pena conocerse y gustarse. En la presente Temporada el Argentino ha presentado "La Ciudad Ausente" obra de Gerardo Gandini y Ricardo Piglia basada en la novela de éste último y que se estrenara allá por los 90 en el Teatro Colón de BuenosAires. La riqueza del texto de Piglia, que narra una historia en la que el poeta Macedonio Fernandez encarga la creación de una máquina que preserve eternamente a su mujer Elena y la investigación que sobre esa creación lleva adelante el periodista Junior; y su estilística narrativa han hallado en la música de Gandini una aliada de primer órden ya que las afinidades en la concepción creadora de ambos artistas son más que trascendentes, lo que nos brinda un producto coherente y de espléndida factura. Tal vez el único reparo que se le podría hacer es el extender algunas escenas por demás en lo musical, lo que resiente la tensión dramática. Los diversos planos de realidad, el onirismo, la polisignificación, y las citas intertextuales están a la orden del dia en esta obra compleja y a la par desafiante. Las exigencias para los cantantes son muchas y lo mismo puede decirse de lo que se espera de la orquesta , ampliada con dos pianos; La puesta en escena debe ser capaz de complementar el discurso musical creando una presentación visual que vuelva inteligibles las particularidades de esta historia que tiene su cuota de policial, su trasfondo de romanticismo, sus guiños neo clasicistas, y tanto más. Las creaciones contemporáneas corren a veces el riesgo de volverse tan complejas que su comprensión queda reservada a una elite de iniciados y ese riesgo puede dejar a la propia obra condenada a un aislacionismo que es la antesala del olvido. Ese sutil límite entre lo destinado a los especialistas y lo destinado al público en general es tratado con infinito cuidado por Gandini quién nos ofrece una obra que puede apreciarse desde lo musical casi desde tantos planos como nos presenta el argumento. Este preámbulo nos permite comprender la dimensión del desafío que encaró el Argentino al programar esta obra y el valor del logro alcanzado. La puesta en escena firmada por Pablo Maritano supo hacer justicia y ponerse al servicio de la obra, y si generó novedades y alteraciones a las especificidades del libreto (transformar el bar del 2° Acto en un sótano del museo, por ej.) estas variantes no traicionaron el sentido ni el clima imaginado por los autores. Los movimientos escénicos y el diseño plástico de la escenografía, que utilizó diversos recursos, junto a un cuidado vestuario y a una lograda iluminación, colaboraron en hacer llevaderas algunas escenas más discursivas y que podrían caer en la monotonía de otra forma. En lo referente a los intérpretes nos pareció logradísima la labor de Marisú Pavón que nuevamente dió prueba de su talento y de la riqueza de sus medios tanto escénicos como vocales. A una personificación muy comprometida de Elena le sumó un registro de gratísimo timbre, parejo en toda la tessitura, y de un caudal nada desdeñable que sabe manejar con inteligencia. El Macedonio de Sebastián Sorarrain voló muy alto, mostrando una voz del gran aliento lírico y una interpretación llena de emoción. Conmovió y fue premiado con cerrados aplausos. El Ingeniero Russo de Hernán Iturralde estuvo muy bien. Muy efectiva resultó Eleonora Sancho como la Mujer-Pájaro, un rol rico en coloraturas que se adaptaron como un guante a los medios de la soprano. Luciano Garay compuso un Junior más logrado en lo vocal que en lo escénico.Su voz corrió con soltura y lució un rico timbre, pero en lo dramático no logró superar algunos cliches perdiendo profundidad en un rol que tiene en lo actoral uno de sus pilares más trascendentes. El Fuyita de Patricio Olivera no nos pareció muy logrado. Este personaje un tanto excéntrico, un tanto loco, un tanto caricaturesco, un tanto grotesco, no logró ser desentrañado y se presentó monótonamente, lo que le restó mucho de su riqueza sobre todo en lo escénico. Olivera tiene buena voz y esperamos que podamos disfrutarlo en próximas encarnaciones. Muy interesante la Lucía Joyce de Eugenia Fuente así como la Ana de Alejandra Malvino.Los restantes miembros del elenco cumplieron su cometido con dignidad. La batuta del Mtro.Erik Oña condujo con seguridad y eficiencia, creando climas y respondiendo a las exigencias de una sonoridad riquísima en matices. La función que contó con la ovacionada presencia de los autores, resultó un nuevo logro en una temporada prodiga en sucesos para el Teatro Argentino.
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