Fotos: Teatro Colón de Buenos Aires
Prof. Christian Lauria
LOHENGRIN Ópera Romática en Tres Actos. Música y Texto de Richard Wagner. Función del 20 de Septiembre de 2011. Teatro Colón de Buenos Aires. Elenco: Lohengrin John Horton Murray, Elsa de Brabante Ann Petersen , Rey Enrique I Kurt Rydl , Friedrich von Telramund James Johnson , Ortrud Janina Baechle, Heraldo Gustavo Feulien, Nobles Mathias Schulz / Carlos Ullán, Sebastiano De FilippiMarcelo Boluña. Orquesta Estable del Teatro Colón Director: Mtro. Ira Levin. Coro Estable del Teatro Colón Director: Mtro. Peter Burian. Coro de Niños del Teatro Colón. Director: Mtro. César Bustamante. Director de escena, escenografía e iluminación: Roberto Oswald. Vestuario: Anibal Lápiz
LOHENGRIN FALTÓ A LA CITA
Después de larga ausencia el Teatro Colón volvió a programar la Ópera Romántica de Wagner y el público respondió a la propuesta colmando la sala del primer coliseo deseosa de reencontrarse con una de las obras caras no sólo a los wagnerianos sino a todos los amantes de la lírica. El caballero del Grial y su infortunada historia junto a Elsa de Brabante se encuentra incorporada al patrimonio lírico, desde luego, y más de un pasaje de la partitura está en el haber auditivo de esa antología medio sentimental, medio racional, que organizamos al repasar nuestro gusto operístico. La obra se presentó en una nueva producción escénica firmada por Roberto Oswald, garantía de calidad, y el resultado honró su trayectoria brindándonos una puesta bella por todo concepto. La concepción de la regie resultó encuadrada en la tradición pero abundante en detalles de marcación dramática, con interesantes planteos escenográficos, espléndidos manejos de la iluminación y un vestuario, debido a Anibal Lápiz, en todo coherente con el diseño visual de la pieza. La necesidad de asombrar no necesita del escándalo y esta producción fué en este apartado prueba de ello. Resultó sumamente grato disfrutar de una puesta al servicio de la obra y no tener que padecer una obra al servicio del ego del regisseur. Wagner y nosotros agradecidos. Lohengrin es una obra en la que el compositor se afirma en su estilo y confirma su identidad mostrando un camino propio como creador que, si aún para el momento de su composición no había llegado a su cenit, ya es prueba de su credo artístico. Wagneriana de pura cepa, la pieza presenta sin embargo muchos momentos en los que la tradición se hace presente. Baste citar el espléndido dúo de amor del II Acto como ejemplo, y tal vez en ello se pueda encontrar una de las razones por las que ha logrado transpasar la frontera de los wagnerianos y llegar a un público más amplio. Esta "popularidad" puede volver un desafío la programación del título pués el público ya sabe qué espera y cómo lo espera antes de que suene la primer nota. Tal vez por ello mismo ya desde la ejecución del preludio del I Acto se sintieron algunas señales de alarma frente a algunas desprolijidades, balances y afinaciones un tanto caprichosas. La aparición de Gustavo Feulien como el heraldo nos devolvió el alma al cuerpo. Buena voz, pareja y segura, y una convincente presencia escénica fueron sus armas. Kurt Rydl hizo valer su trayectoria y sapiencia y si bien los años de carrera ya se hacen sentir en un persistente vibrato, su timbre, su dicción y su musicalidad sumados a una segura estampa nos regalaron un Rey Enrique de mucho valor. Ann Petersen compuso una Elsa espléndida desde lo escénico que logró transmitir la riqueza y profundiad de un personaje para nada unidimensional y con una voz que, si bien no es todo lo pareja que se desearía, rinde un estimable resultado. Bellos centros, dulces pianos, flojos graves y agudos un tanto agrios, fueron trabajados con inteligencia y le permitieron volverse una de las intérpretes más reconocidas de la velada.
El Telramund de James Johnson resultó interesantísimo en lo actoral tanto como desde lo vocal. Auténtico cantante-actor, compuso con la voz y con el cuerpo y exploró todas las fascetas del rol. Bravo! La Ortrud de Janina Baechle estuvo algunos escalones por debajo de su compañero. Si bien escénicamente tuvo impacto y presencia, en lo vocal sus buenos graves no lograron salvar unos desagradables agudos. El balance sonoro y el volumen que el director impuso a la orquesta no la favoreció y la obligó en más de una ocasión a superar los límites de lo recomendable en lo que llamamos cantar. Pero más allá de todo, en esta obra todos esperan la aparición de Lohengrin. Lo cierto es que en esta función, el Caballero del Grial faltó a la cita y en su lugar envió un Flash Gordon clase B que no estuvo a la altura ni de la obra ni del escenario que pisaba. El extendido curriculum que reseñaba el programa de mano pareció de otro intérprete frente a los penosos resultados exibidos en esta ocasión por John Horton Murray. Fraseos desacertados, afinación errática y una evidente fatiga en el último acto que volvió casi declamadas cada una de sus intervenciones, a lo que se sumó una total falta de convicción en la presentación dramática, fueron las características de su actuación porteña. Un público descontento lo abucheó persistentemente durante los saludos finales. Según sabemos, la dirección ha decidido reemplazarlo para el resto de las funciones. La dirección de Ira Levin me generó muchísimos reparos. Las alarmas que sonaron en el preludio se confirmaron a lo largo de la velada. La Orquesta Estable sonó muy por debajo de su nivel y a algunos pifies injustificables, debemos sumar un balance del volumen caprichoso y un fraseo que rompía la cohesión de la línea wagneriana. El Coro tampoco estuvo en su mejor noche salvo contados pasajes.Triste retorno éste que no supo hacerle honor a una estupenda obra, a una espléndida puesta pero donde Lohengrin faltó a la cita.
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