RJ-A pesar de que en su tiempo Antonio Vivaldi fue un prolífico compositor operístico, en la actualidad sus obras continúan siendo prácticamente desconocidas y son poco representadas en los escenarios del mundo. La Griselda , drama para música estrenado en 1735 en el Teatro San Samuele de Venecia, y que marcó la primera colaboración entre Vivaldi y el dramaturgo veneciano Carlo Goldoni, quien escribió el libreto basándose en el Decamerón de Boccacio, recibió sus primeras representaciones estadounidenses dentro de la presente temporada de la Opera de Santa Fe. El proyecto generó mayor notoriedad cuando la parte escénica le fue confiada a Peter Sellars, el excéntrico director de escena, famoso por sus montajes modernos de obras clásicas. Nuevamente, como sucedió en este mismo escenario en el 2005 con la opera Ainadamar de Osvaldo Golijov, montaje que será repuesto en la presente temporada del Teatro Real de Madrid, Sellars eligió a Gronk, el pintor de origen mexicano, quien realizó un colorido mural pictórico, un collage cargado de imágenes extraídas del expresionismo alemán, de las tiras cómicas o cartoons, del graffiti y del arte vernáculo de la región de Nuevo México. Dentro de este espacio de irrealidad y magia, sin elementos escénicos y un sugestivo manejo de la iluminación, la trama se situó en un lugar indefinido, aunque los vestuarios sugerían una época actual, ya que por ejemplo: Gualtiero vestía como jugador de polo; Ottone como cantante de “rap” y Roberto como banquero. En términos generales, la dirección escénica de Sellars transcurrió con fluidez y naturalidad, aunque por momentos la ya enredada trama estuvo cargada de innecesaria comicidad y sobreactuación.
El elenco vocal se mostró poco homogéneo, como el papel de Griselda que fue interpretado por la contralto Meredith Arwady, quien exhibió una oscura y robusta voz carente del brilló y la ligereza necesaria para este repertorio. Por su parte, el tenor Paul Groves, evidenció buenas cualidades vocales en el fraseo, la dicción y la entonación pero su Gualtiero resultó ser escénicamente frío e inexpresivo. El contratenor David Daniels mostró su habitual virtuosísimo vocal y carisma; y la mezzosoprano Isabel Leonard conmovió con su delicada caracterización de Constanza, y por su expresividad vocal y agilidad. Amanda Majeski, dio vida a Ottone y cantó con un timbre cristalino y facilidad para los agudos; y el tenor ucraniano Yuri Minenko, como Corrado, se exhibió como un tenor ligero de canto uniforme y bien calibrado en cada registro. La reducida orquesta dela Opera de Santa Fe, interpretando instrumentos antiguos, fue la verdadera triunfadora de la velada, ya que bajo la entusiasta conducción de Grant Gershon, director de la orquesta de la Opera de Los Ángeles, emitió un sonido homogéneo y claro, muy dinámico y cargado de musicalidad.
El elenco vocal se mostró poco homogéneo, como el papel de Griselda que fue interpretado por la contralto Meredith Arwady, quien exhibió una oscura y robusta voz carente del brilló y la ligereza necesaria para este repertorio. Por su parte, el tenor Paul Groves, evidenció buenas cualidades vocales en el fraseo, la dicción y la entonación pero su Gualtiero resultó ser escénicamente frío e inexpresivo. El contratenor David Daniels mostró su habitual virtuosísimo vocal y carisma; y la mezzosoprano Isabel Leonard conmovió con su delicada caracterización de Constanza, y por su expresividad vocal y agilidad. Amanda Majeski, dio vida a Ottone y cantó con un timbre cristalino y facilidad para los agudos; y el tenor ucraniano Yuri Minenko, como Corrado, se exhibió como un tenor ligero de canto uniforme y bien calibrado en cada registro. La reducida orquesta de
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