©Nancy Horowitz; Ariette Armella / FMX Ramón Jacques
Originaria de Salzburgo en Austria, la pianista Cornelia Herrmann es una brillante intérprete heredera de una larga tradición musical. Sus formación musical la obtuvo en Salzburgo, Viena y Budapest, además de ser discípula de Alexander Lonquich, Murray Perahia y de András Schiff. Después de recibir premios en importantes concursos internacionales de piano, inició su carrera profesional debutando en la edición del 2002 del Festival de Salzburgo, para después realizar una gira por España con la Camerata Salzburg bajo la conducción de Sir Roger Norrington. Ha sido solista de diversas orquestas, entre las cuales se pueden mencionar: la NHK Symphony Orchestra bajo la dirección de James Judd, la Salzburg Mozarteum Orchestra en el festival KKL de Lucerna, y la Orquesta Sinfónica Tirolesa bajo la dirección de Sir Neville Marriner, en la inauguración del temporada de conciertos de Innsbruck. Se ha presentado también en: Zurich Tonhalle, Victoria Hall de Ginebra, Large Festival Hall en Salzburgo, Brucknerhaus en Linz, Museo de Arte de Tel Aviv, Suntory Hall de Tokio, Vienna Musikverein y Vienna Konzerthaus, y en ciudades tan diversas como: Estambul, Leipzig, Stuttgart, Tokio, Washington, Boston y México. En esta breve entrevista, Cornelia nos amplia mas detalles más sobre sus interés musicales y sobre su prolífica y aun prometedora carrera.
¿Cómo nació tu interés en convertirte en pianista profesional?
Personalmente ganaste varios concursos internacionales de piano, ¿Qué tan relevante consideras que pueden ser estos concursos para un artista joven?
Yo creo que para un joven artista los concursos de piano pueden ser muy útiles de diferentes maneras. Como tiene uno que prepararse para un objetivo importante, la preparación puede hacerse mucho mas intensa de lo normal. Además, creo que es importante poder escuchar a otra gente que es buena y talentosa y por ultimo, si se tiene la suerte de ganar un concurso, se abren posibilidades para tocar en muchos conciertos.
¿Qué le aportó a tu carrera el poder haberte preparado y trabajado al lado de pianistas como Murray Perahia y András Schiff?
¿Cuáles son los compositores y las obras o conciertos por los cuales sientes una cercana relación?
Durante un periodo de tiempo compré todos los CDs y videos de Glenn Gould, ya que admiraba su individualidad, su originalidad, y su habilidad de escuchar diferentes voces al mismo tiempo, lo cual hace que su estilo polifónico de tocar sea tan maravilloso. Ahora escucho con mucha frecuencia a los pianistas de la “era-dorada” como: Cortot, Rubinstein, Arrau…Me encanta el sonido y atmosfera que ellos crean y la forma tan natural de hacer música sin poner mucho énfasis en la “técnica”. Entre los pianistas de la joven generación, me gusta mucho Alexander Lonquich.
Si, en una ocasión estaba tocando un concierto en la universidad. En el público solo había estudiantes y no parecían estar muy interesados en la música clásica. Así que decidí dirigir algunas palabras antes del inicio del concierto con la esperanza de llamar su atención. Las palabras que dije, las había leído en los libros de teatro de Peter Brooks. Inesperadamente se creó una atmosfera de atención en la sala, la cual me hizo tocar aun mejor. La experiencia me demostró cuanto puede un público influenciar y apoyar una presentación.
¿Qué te espera en tu futuro inmediato en cuanto a proyectos, compromisos, grabaciones o sueños se refiere?
Tengo diversos proyectos de música de cámara en Viena, y voy a tocar los conciertos de piano de Mozart KV. 271 y KV 466 en Salzburgo. También viajaré a Japón para dar algunos recitales en un programa de Schumann y Chopin. Estoy planeando una grabación solista con obras de Bach, que siempre ha sido mi sueño.




El director Neil Armfield mantuvo el tono cómico serio de la obra. Su concepción incluyó la puesta escénica moderna y una misteriosa y nebulosa Naxos, con cortinas rotas por las cuales se asomaban los interpretes de la comedia. Al final Bacchus descendió de un pasillo para rescatar a Ariadne y convertirla en una constelación de brillantes luces. El elenco tuvo buenos cantantes como la Ariadne de Marjorie Owens, quien mostró potencia vocal y fue una divertida prima donna. En la opera reaccionó con molestia por las interrupciones de los comediantes. El tenor Brandon Jovanovich hizo el papel de Bacchuss con incansable y fuerte voz de cálido y rico tono. El compositor es un personaje más complejo y la soprano polaca Edyta Kulczak transmitió delicados matices de pasión e ingenuidad. Como Zerbinetta, la soprano coloratura Rachele Gilmore, encantó y demostró ser una hábil y adorable comediante. La orquesta tocó con nervio y profundidad bajo la dirección de Erik Nielsen. Hubiera sido ideal que agregara mas energía rítmica al dueto entre Ariadne y Bacchus de casi media hora de duración, para dar a la hermosa pero estática música de Strauss un poco mas de gracia.
Esta ocasión da para otra consideración critica mas: a Gigliola Bonora nunca le ha agradado confiarse al repertorio fácil y popular, una vez listadas sus valiosas peculiaridades de encantadora cantante como: voz dulce, aterciopelada, con la dinámica requerida a una mezzosoprano de coloratura, y con una entonación absoluta. Hablamos del repertorio fácil no el sentido técnico si no en el sentido efectista del término. Los Orfeos, las Azucenas, las Dalillas o las Cármenes, aun adecuándose a su vocalidad como intérprete, no la han seducido. Más bien ha optado por un repertorio en el que refinamiento y el elitismo eran la línea que guiaba sus elecciones artísticas. Por lo que, como ha sucedido una vez mas con ella, después de este Myrthen parecería que la cantante esta poseída y no quiere liberarse, de una suerte de auto lesión artística, que le ha ganado una estima incondicional aunque muy inferior a su merito. Lo que ha sucedido bastante con ella (y aquí lo desvelamos como si nuestra suposición fuera en el fondo una verdad indiscutible) es que sus elecciones han siempre sido perpetradas por el deseo de profundizar, de ahondar, de interiorizar, del dominio de una situación que va hasta los confines musicales para hacerse concepción estética, y son, por Bonora, realizados un ejemplo de externalización del contenido con el espíritu con el que fueron colocados en las partituras de los músicos o sobre los folios de las cartas poéticas que sirvieron de estrofas a la música. Como una especie de resultado filológico, personal, meticuloso, y casi maniático, no tanto de los modos como si de los mundos interpretados por su canto. Esta es una razón más que ha hecho madurar de manera inequívoca un concierto que no se esperaba. Concierto concluido con el ofrecimiento de dos bises, en los que se reinterpretaron el primero y el ultimo Lied del ciclo Widmung n.1 e Zum Schluss n.26, dos peticiones, de las obras mas bellas jamás musicalizadas, dos Lieder absolutos, que con los precedentes Was will die einsame Träne n.21 y Du bist wie eine Blume n.24 intensamente ejecutados, constituyen el alma doliente de Myrthen op. 25, y no es por casualidad que siendo textos de Rückert y de Heine, sean capaces de mover los afectos mas intrigantes de Florestano.























