Alberto Leal
Estrenada en 1863, “Los Pescadores de Perlas” es una ópera injustamente poco frecuentada y fue un interesante desafío de Juventus Lyrica elegirla como segundo título de la presente temporada. La obra tuvo un considerable éxito cuando fue estrenada, aunque paulatinamente fue incluida rara vez en las temporadas de los grandes teatros. Es una ópera que presenta algunos muy bellos momentos musicales y tanto el aria del tenor “Je crois entendre encore”,como el dúo de tenor – barítono “Au fond du temple saint” son dos piezas que se escuchan con bastante asiduidad, debido a su indudable belleza. Siempre que nos enfrentamos con una obra de Bizet volvemos a lamentar su prematura muerte, debido en gran parte a la gran depresión que lo invadió, luego del poco valorado estreno de “Carmen”. Cuantas creaciones maravillosas hubiera podido dejarnos como legado. La presente versión contó con la dirección del Mtro Antonio María Russo. La Orquesta comenzó con algunos desajustes que se fueron corrigiendo con el transcurrir de la obra, logrando muy buenos momentos a partir del segundo acto. Tal vez unos tiempos algo menos lentos hubieran favorecido a la versión como un todo. Pero el trabajo tuvo el sello de prolijidad que le imprime el Maestro y que siempre es bienvenido. Dentro de una escenografía colorida y algo elemental, donde fue un factor importante el movimiento de telones y una adecuada iluminación, la dirección escénica poco aportó al movimiento actoral de cantantes y coro, aunque logró que el mismo se moviera sin tumultos y fueron muy bienvenidos los momentos de una danza de gran potencia que anticipa el drama que vendrá. El vestuario de María Jaunarena fue otro lado positivo de esta puesta, bellas tramas y adecuada paleta de colores dentro de un diseño simple pero de acuerdo a la época y el lugar. Sebastian Sorarrain fue la figura mas completa del reparto. Posee la voz totalmente adecuada al rol, canta con muy buena técnica y afinación, además de poseer la mejor dicción francesa de todo el reparto. El rol parece ser perfecto para sus medios y sus condiciones histriónicas. El tenor Carlos Ullan cantó dignamente el difícil rol de Nadir. Su voz se escuchó algo más metálica que en otras oportunidades, pero negoció con inteligencia las dificultades de su aria y fue desenvuelto como actor. Virginia Wagner no posee la voz más adecuada para Leila, donde una voz de soprano con menos cuerpo y más dulzura es requerida. No ayudó tratar de generar volumen a cualquier precio – cosa que siempre una parte del público valoriza - volumen antes que buen canto. Creo que pudo intentar generar un menor peso vocal y no ejercer tanta presión sobre los agudos, cuando volumen posee de sobra, más, en un teatro de las dimensiones del Avenida. Fue bastante convincente como actriz pero su voz está reclamando otros roles bastante distantes del de Leila. El barítono Maximiliano Michailovsky posee un hermoso timbre aunque no logra aún mantener una adecuada línea de canto. No contribuyó su falta de movimiento escénico. Pero es un nombre para tener en cuenta. El Coro realizó una tarea de menor a mayor, destacándose a partir del segundo acto, redondeando un trabajo meritorio. Una obra que merece ser vista, por la belleza de gran parte de la partitura, algunas de las prestaciones vocales, musicales y visuales y para poder tener acceso a una ópera injustificadamente olvidada.
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