Yoav Talmi dirigió la Gran Misa en do menor de Mozart con la OFUNAM, México
Foto: Yoav Talmi - Musica UNAM
La Orquesta Filarmónica de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) que celebra sus 75 años de existencia, concluyó su temporada de primavera 2011 con un programa variado que fue dirigido musicalmente por el maestro israelí, Yoav Talmi. El concierto comenzó con la primera ejecución local de Dachau Reflections (Reflexiones de Dachau), obra estrenada en 1997 y compuesta por el propio Talmi (1943) que fue concebida como una elegía para orquesta de cuerdas, con acompañamiento de timbales y acordeón. La breve pieza de carácter melancólico, nostálgico y reflexivo, fue inspirada en las visitas que realizó el director-compositor a la pintoresca ciudad de Dachau en Alemania, que albergó un campo de concentración en 1933, y es un collage de piezas o ideas (como lo llama el compositor) que contiene reminiscencias de obras como la Sarabanda de la suite no. 5 para violonchelo de Bach; fragmentos de los Kindertotenlieder de Mahler, así como de una antigua canción yidddish, Bajo el cielo estrellado, que es representada por el sonido del acordeón. La suavidad y ligereza contenida en esta pieza, contrastó con la irrupción de los metales, la musicalidad y el carácter fogoso y temperamental de la Obertura Trágica, op 81 de Johannes Brahms que Talmi dirigió con entusiasmo. Finalmente se realizó una satisfactoria ejecución de la Gran Misa en do menor, K. 427 de Mozart, que junto a su Réquiem es quizás una de las obras cumbre de la música sacra de occidente, y en la que se percibe una visión barroca y a la vez operística en la música litúrgica. El Coro de Cámara de la Escuela Nacional de Música, que se dividió en algunas partes, tuvo un correcto desempeño particularmente en el Kyrie, el Gratias y el Sanctus; así como el grupo de cuatro solistas, que incluyó a la soprano Alejandra García, al tenor Leonardo Villeda y al bajo Ricardo López. Sobresalió particularmente la soprano israelí Hila Baggio, por su timbre calido y cristalino, muy colorido y ágil en cada una de sus intervenciones, como el Et incarnatus est el que fue capaz de conmover. De la amplia orquesta y su sección de metales, emanó un sonido compacto, homogéneo, pero sobretodo dinámico, bajo la segura y exaltada mano del director Talmi.
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