Foto: Stu Rosner / Boston Symphony Orchestra
Lloyd Schwarz
La Orquesta Sinfónica de Boston (Boston Symphony Orchestra) concluyó su accidentada temporada con una exquisita obra, la hermosa “sinfonía” para coro y solistas de Berlioz, Roméo et Juliette. El director suizo Charles Dutoit condujo musicalmente a la orquesta y el coro Tanglewood Festival Chorus se mostró en buena forma, siendo mitad Montesco y mitad Capuleto. Dutoit es un director que entiende los arcos melódicos de esta música, que nunca se detienen cuando uno así lo espera, y que mantienen al público colgado de cada frase. Mi única desilusión –que espero no se convierta en una mala señal de lo que sucederá en el futuro- es la forma y el trabajo que le costo a James Levine acomodar a las secciones de primeros y segundos violines en cada extremo del escenario en vez agruparlos todos juntos, y que en este concierto desapareció, ocasionando que lo que la densa masa musical proveniente de los violines en nada ayudara a los solistas. La conmovedora mezzosoprano argentina Bernarda Fink, con su calida voz, cantó la elocuente narración de Berlioz con la pieza mas memorable de toda la obra, que en su momento cantó Lorraine Hunt Lieberson la última ocasión que esta orquesta interpretó la obra de Romeo. Fink mantuvo su propia interpretación, por lo que me resulta muy difícil hacer esta comparación. El pequeño personaje de Mercutio fue interpretado de manera perfecta por el tenor Jean-Paul Fouchécourt. Dutoit no mantuvo siempre en control el volumen, lo que hizo que por momentos fuera difícil escuchar a los solitas. En la menos irresistible música de la obra, ocurrieron algunos problemas de coordinación entre el impasible barítono Laurent Naouri (fraile Laurence) y la orquesta. La orquesta que final resultó ser vencedora a pesar de la forma como fue acomodada- tocó con afable convicción.
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