Foto: Fesnojiv
La Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela tocó en Salzburgo un milagro: el de la Resurrección, nombre con el que es conocida la Segunda Sinfonía del compositor y director Gustav Mahler. Este año, justamente cuando se conmemora el centenario de su muerte, los músicos venezolanos llevaron a la cuna de Mozart una lección de vida, de redención, de salvación. Dirigidos por Gustavo Dudamel, los venezolanos tocaron apasionadamente la crisis del hombre que pierde su fe y la recupera luego de un ardoroso conflicto consigo mismo. Violines, violonchelos, clarinetes, oboes, trombones, cornos, trompetas, la rítmica de la percusión, se batieron contra la desesperanza y se enfilaron por el sendero de una partitura que es testimonio del verbo creer. No les es difícil. Después de todo, ellos mismos, emblemas del Sistema de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles, son considerados como encarnación de esperanza y de futuro. La Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela entiende de exaltación tanto como de sigilo. En cinco movimientos, los músicos venezolanos iban desde los más suaves compases a los pasajes más rudos y furiosos.
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