Fotos: Richard Paul Fink (Wozzeck), Nicola Beller Carbone (Marie) - Copyright Ken Howard / Santa Fe Opera
RJ- Desde su fundación en 1957, la Opera de Santa Fe se ha convertido en el festival de opera veraniego mas importante de Norteamérica, ya que además de que ahí se representan obras conocidas de repertorio, se han realizado diversas premieres americanas de operas contemporáneas, operas poco conocidas y estrenos mundiales. Además, Santa Fe es un importante centro de creación de producciones escénicas y sobretodo de talento, ya que de su programa de jóvenes cantantes han surgido importantes nombres como: Sherill Milnes, James Morris, Samuel Ramey, Neil Shicoff, Chris Merritt, entre tantos otros. Asistir a una representación en este teatro semi-abierto, en medio de las montañas y el desierto, con la noche estrellada, el canto de los grillos, incluso fuertes tormentas de lluvia, es una experiencia verdaderamente sugestiva. Después de diez años de ausencia, Wozzeck se repuso con la sencilla y dinámica realización de Robert Innes Hopkins quien situó la trama en los inicios del siglo XX y con paneles movibles de madera dio continuidad a cada una de las escenas.
La resplandeciente iluminación en vivos colores, como el rojo y claroscuros, cargaron aun más de intensidad y conmoción la escena. La intención del director escénico ingles Daniel Slater fue la de contar la historia desde la visión del personaje principal, en una atmosfera en la que se sintió observado, sofocado y oprimido por todo y por todos los que lo rodean, incluido el publico, y por un doble o mimo, como una especie de alusión a la muerte y la esquizofrenia, que lo persiguió constantemente. El papel del antihéroe alucinado, fue interpretado con buen rendimiento histriónico por el barítono Richard Paul Fink y con la energía vocal de su resonante timbre de buen metal. La soprano Nicola Beller Carbone delineó con credibilidad una sensual y enérgica Marie, a la que dio penetración dramática con su canto de brillante y clara voz, apropiado volumen y fraseo. Correctos estuvieron Robert Brubaker por su neurasténico y déspota Capitán; el bajo-barítono Eric Owens por su solidez vocal como el Doctor; así como Stuart Skelton en el papel del tambor mayor y Patricia Risley como Margret. Buena fue la prueba de David Robertson quien al frente de la orquesta evidenció los contrastes de la partitura así como su plenitud timbrica y sonora construyendo una tensión controlada.
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