Ramón Jacques
Música Angélica, la orquesta barroca mas importante de la ciudad de Los Ángeles, California, fundada en 1993 y con base en la ciudad de Santa Mónica, presentó dentro de su actual temporada de conciertos, la semiópera, The Fairy Queen (La reina de las hadas) del compositor ingles Henry Purcell (1659-1695) en versión concierto. Conocida como una de las obras mas representativas del repertorio barroco, y cuya primera audición tuvo lugar el 2 de mayo de 1692 en el Queen’s Theatre de los jardines de Dorset en Londres, The Fairy Queen está basada en la obra de Shakespeare, Sueño de una noche de verano, en la que se narran las aventuras de cuatro amantes atenienses en un bosque iluminado por la luna, y repleto de hadas.
La ópera contiene algunas de las mas seductoras melodías del teatro musical de Purcell y del periodo barroco, y revela como Purcell alcanzó a dominar completamente el estilo ingles del contrapunto barroco, aunque en ella predomina una fuerte influencia italiana. Aun así, la partitura fue olvidada durante casi dos siglos y redescubierta alrededor del año 1900. Purcell no musicalizó la obra de Shakespeare, y aunque el libreto es una adaptación anónima, se piensa que fue obra de Thomas Batterton, quien en esa época se desempeñaba como director del Dorset Garden Theatre, y era un frecuente colaborador de Purcell.
La idea de Purcell y sus libretistas cuando crearon la obra, después de casi 100 años de existencia de la comedia de Shakespere, tenía como objetivo darle un aire ‘moderno’ a la obra. La tradición inglesa de la opera, en esa época, requería que la música se introdujera únicamente en las escenas donde esta involucrado el amor o lo sobrenatural, pero Purcell creó introducciones musicales para todas las escenas. Originalmente el Acto I no contenía música, pero el enorme éxito de la obra hizo que cuando fue repuesta en 1693, se agregara la escena del borracho y dos canciones más.
La función que nos ocupa se llevó a cabo en versión concierto, sin embargo no por ello se desarrolló de manera rígida, y los solistas realizaron movimientos, ademanes, expresiones y una gesticulación acorde con el candor y la jocosidad que la obra permite en algunos pasajes, como el del poeta ebrio y tartamudo, o el hombre chino, personajes que señala la partitura. A pesar de la falta de vestuarios y escenografías, los solistas no se vieron desarropados escénicamente en ningún momento. La función fue un éxito legítimo para la orquesta, coro y solistas quienes se mostraron en un alto nivel interpretativo. Vocalmente el elenco estuvo conformado por la soprano Lisa Saffer, con experiencia en la interpretación de óperas barrocas, quien mostró una dúctil y refinada voz de tono cristalino, ágil en las ornamentaciones y virtuosa en el manejo de la coloratura, con la que alcanzó momentos enternecedores y apasionantes como su aria del cuarto acto ‘Now the night is chas’d away’.
El segundo papel femenino, fue encomendado a la soprano Catherine Webster cuya voz sedujo con su alegre y colorido tinte vocal. Su voz es ligera y flexible, pero a la vez segura y homogénea en todos los registros. El bajo Michael Dean, actuó con justa comicidad el papel de poeta ebrio, y demostró ser el típico bajo cantante del periodo barroco, de voz robusta y clara emisión, maleable y elegante en el fraseo. Una interesante aportación a la función fue la presencia del coro Concord Ensemble, una agrupación vocal muy homogénea, bien trabajada, y cuyas intervenciones vocales fueron una destacada aportación al desarrollo de la función. Con tan solo ocho integrantes (dos sopranos, dos tenores, dos altos y dos bajos) aportaron musicalidad y armonía y un sentido de unión. De su participación individual podemos resaltar la participación del tenor argentino Pablo Corá, vocalmente impecable, demostrando dominio técnico del estilo y en su línea de canto, y el seguro tenor N. Lincoln Hanks.
Con instrumentos de la época, el desempeño de la orquesta Música Angélica fue verdaderamente óptimo, ya que ofreció una tejido sonoro, compacto, pero desenvuelto y armónicamente fundido con los solistas. El maestro Martin Haselböck, amplio conocedor del estilo barroco, modeló los sonidos de manera suave, con delicadeza o firmeza cuando fue necesario, siempre atento y considerado por las voces, y con la intencion de extraer y resaltar en todo momento la musicalidad que contiene la alegre partitura.
La ópera contiene algunas de las mas seductoras melodías del teatro musical de Purcell y del periodo barroco, y revela como Purcell alcanzó a dominar completamente el estilo ingles del contrapunto barroco, aunque en ella predomina una fuerte influencia italiana. Aun así, la partitura fue olvidada durante casi dos siglos y redescubierta alrededor del año 1900. Purcell no musicalizó la obra de Shakespeare, y aunque el libreto es una adaptación anónima, se piensa que fue obra de Thomas Batterton, quien en esa época se desempeñaba como director del Dorset Garden Theatre, y era un frecuente colaborador de Purcell.
La idea de Purcell y sus libretistas cuando crearon la obra, después de casi 100 años de existencia de la comedia de Shakespere, tenía como objetivo darle un aire ‘moderno’ a la obra. La tradición inglesa de la opera, en esa época, requería que la música se introdujera únicamente en las escenas donde esta involucrado el amor o lo sobrenatural, pero Purcell creó introducciones musicales para todas las escenas. Originalmente el Acto I no contenía música, pero el enorme éxito de la obra hizo que cuando fue repuesta en 1693, se agregara la escena del borracho y dos canciones más.
La función que nos ocupa se llevó a cabo en versión concierto, sin embargo no por ello se desarrolló de manera rígida, y los solistas realizaron movimientos, ademanes, expresiones y una gesticulación acorde con el candor y la jocosidad que la obra permite en algunos pasajes, como el del poeta ebrio y tartamudo, o el hombre chino, personajes que señala la partitura. A pesar de la falta de vestuarios y escenografías, los solistas no se vieron desarropados escénicamente en ningún momento. La función fue un éxito legítimo para la orquesta, coro y solistas quienes se mostraron en un alto nivel interpretativo. Vocalmente el elenco estuvo conformado por la soprano Lisa Saffer, con experiencia en la interpretación de óperas barrocas, quien mostró una dúctil y refinada voz de tono cristalino, ágil en las ornamentaciones y virtuosa en el manejo de la coloratura, con la que alcanzó momentos enternecedores y apasionantes como su aria del cuarto acto ‘Now the night is chas’d away’.
El segundo papel femenino, fue encomendado a la soprano Catherine Webster cuya voz sedujo con su alegre y colorido tinte vocal. Su voz es ligera y flexible, pero a la vez segura y homogénea en todos los registros. El bajo Michael Dean, actuó con justa comicidad el papel de poeta ebrio, y demostró ser el típico bajo cantante del periodo barroco, de voz robusta y clara emisión, maleable y elegante en el fraseo. Una interesante aportación a la función fue la presencia del coro Concord Ensemble, una agrupación vocal muy homogénea, bien trabajada, y cuyas intervenciones vocales fueron una destacada aportación al desarrollo de la función. Con tan solo ocho integrantes (dos sopranos, dos tenores, dos altos y dos bajos) aportaron musicalidad y armonía y un sentido de unión. De su participación individual podemos resaltar la participación del tenor argentino Pablo Corá, vocalmente impecable, demostrando dominio técnico del estilo y en su línea de canto, y el seguro tenor N. Lincoln Hanks.
Con instrumentos de la época, el desempeño de la orquesta Música Angélica fue verdaderamente óptimo, ya que ofreció una tejido sonoro, compacto, pero desenvuelto y armónicamente fundido con los solistas. El maestro Martin Haselböck, amplio conocedor del estilo barroco, modeló los sonidos de manera suave, con delicadeza o firmeza cuando fue necesario, siempre atento y considerado por las voces, y con la intencion de extraer y resaltar en todo momento la musicalidad que contiene la alegre partitura.