Sunday, June 2, 2024

Amore siciliano en la sala MC2 de Grenoble

Fotos: Capella Mediterranea

Ramón Jacques

Los compositores del periodo barroco crearon el arte del pastiche mediante la cual tomaban prestadas, aderezaban, utilizaban y transformaban las obras de otros compositores, y con mucha libertad pasaban de las maneras cultas de componer hasta llevarlas a las tradiciones populares. Esto es precisamente lo que describiría que es Amore siciliano, concebida como una mini ópera creada a partir de la Canzone di Cecilia, una melodía popular calabresa, del sur de Italia, y de la cual se desprende todo el drama contenido en su historia.  Esta es la obra que ejecutó la Cappella Mediterránea, una de las agrupaciones de música antigua más reconocidas y populares en la actualidad, que dirige su director y fundador, el clavecinista y director de orquesta argentino Leonardo García Alarcón en su primera presentación en el espléndido auditorio de la casa de la cultura MC2 de Grenoble -ciudad en la región Auvernia-Ródano-Alpes en el sureste de Francia, conocida como la capital de los Alpes Franceses- que anualmente presenta una interesante y rica programación de muchos géneros, especialmente de música clásica, que ha permitido a los habitantes de esta ciudad escuchar a los importantes solistas, orquestas, y especialmente, a las mejores agrupaciones de música antigua.  Amor, drama, traición bajo el cielo de Sicilia, en una mezcla entre fantasía y amor por el melodrama, es como se describiría a esta obra, que contiene melodías populares, madrigales y cantatas de grandes maestros del barroco principalmente de: Sigismondo d’India, (c. 1582-1629), compositor siciliano, contemporáneo de Monteverdi, perteneciente al renacimiento tardío y al barroco temprano; y el compositor siciliano Alessandro Scarlatti (1660-1725) gran representante de la escuela napolitana, además de Cataldo Amodei (1649-1693) otro compositor italiano de mediados del barroco cuya carrera se llevó a cabo en Nápoles; y cuyas composiciones se entrelazan con música popular, escuchada a lo largo del tiempo, pertenecientes a compositores sicilianos desconocidos, para ofrecer un alegre y musicalmente atractivo concierto con una ejecución de muy alto nivel, que además coincidió con la salida al mercado de una grabación discográfica homónima, en CD, y cuya presentación se realizó en el vestíbulo de la sala de conciertos previo al inicio del concierto.  Con una agrupación compacta, homogénea y ligera en la ejecución de las piezas, y la segura conducción de García Alarcón, dirigiendo desde el órgano, comenzó esta atemporal, variada y refinada inmersión en el corazón de la música siciliana. La breve y sencilla trama, distribuida en tres actos y diversas escenas, versa sobre el enredo de celos, traición y desamor entre cinco personajes -encabezado por Cecilia- interpretados por cantantes especializados en este estilo de canto; entre los que se escuchó a la soprano Ana Vieira Leite (Cecilia, bella joven novia de Peppino), una cantante que desplegó nítida brillantez y colorido en su voz a la que supo dotar de dramatismo y sentimiento, cuando fue necesario; la soprano argentina Mariana Flores (Donna Isabella, hija de Don Lidio y narradora de la historia) distinguida, desenvuelta expresiva interprete y cantante, que regaló una conmovedora versión de la canción de amor “Ojos que me desdeñáis” del compositor José Marín (1618-1699) entre otras. También formaron parte del elenco el tenor Valerio Contaldo (Don Lidio, capitán y noble palermitano, marido de Donna Isabella) con una voz lirica, cálida y expresiva; el contratenor Léo Fernique (Santino, compañero de aventuras de Don Lidio) de voz oscura y abrillantada; y el bajo Matteo Bellotto (Giuseppe/ Peppino, novio de Cecilia) quien aportó gracia y gallardía con su portentosa y profunda voz.  En cada acto, se incluyó una versión distinta de La Canzone di Cecilia, una especie de hilo conductor de la obra, interpretada por las sopranos y que se repetía continuamente con el acompañamiento de la viola da gamba o del archilaúd, un da capo, que volvía al público al inicio recordándole la pieza que daba origen a la obra. Se escucharon obras para las cinco voces como ‘Qual suono’ de Vincenzo Tozzi (1612-1679) y la anónima Fermarono i cieli en el prólogo, o para concluir la obra Madrigal à 5 en fugue sur La Canzone di Cecilia compuesta por el propio García Alarcón, además de Mori mi dici.  Entre la infinidad de breves y brillantes joyas que se escucharon, se pueden destacar la sentida “Mercè grido piangendo” de Sigismondo d'India; la alegre “Va', che l'hai fatto a me” de Cataldo Amodei en la voz de Mariana Flores; o la cantata, en la que intervinieron todas las voces “Dispietate Pietate” de Sigismondo d’India y Torquato Tasso (1544-1595); o Tirannide vezzoza de Cataldo Amodei interpretada por el tenor Valerio Contaldo; “Ho vinto, amor” cantado con agilidad y sentimiento por el contratenor Fernique y Contaldo, con el acompañamiento del órgano y la flauta; así como obras de mucha carga folclórica como U’ ciucciu o La riturnella, además de brillantes pasajes musicales a cargo de los músicos de la Cappella Meditarrenea como la sinfonía Amantissime Jesu de Pasquale Carroza y las alegres y explosivas Tarantelas Españolas de los compositores Santiago de Murcia (1673-1739) y Diego Hernández de Huete (1635-1713) donde demostraron su valía, versatilidad y maestría como músicos, razón por la importancia actual que tiene esta agrupación.  La obra contenía piezas que expresaban diversos estados de animo por el que atravesaban los personajes como el romántico dueto entre Cecilia y Peppino “In solitari arena” de Cataldo Amodei. Alessandro Scarlatti estuvo representado con Mori mi dici, a cinco voces, una mención entre muchas otras piezas, muchas de ellas de autores anónimos que se gozaron en esta velada. El público que llenó la sala de conciertos quedó completamente satisfecho y conmovido con este memorable concierto, por la variedad y calidad de las piezas escuchadas, la notoriedad de la Cappella Mediterránea, sin olvidar que la música barroca es del gusto del público francés que la consume y la escucha mucho, por ello la gran cantidad de aplausos al final de la representación.






Saturday, June 1, 2024

Béatrice et Bénédict en Lyon

Foto: © Bertrand Stofleth

Ramón Jacques

El compositor Héctor Berlioz (1803-1869) nació en la localidad de La Côte-Saint-André en la región de Auvenia- Rodanó, aproximadamente a 75 kilómetros de la ciudad de Lyon, por lo que prácticamente se le debería considerar como un compositor de casa. Sin embargo, se trata de una coincidencia, ya que no ha existido una relación cercana entre las obras del compositor y este teatro donde pocas de sus obras han sido montadas, particularmente La Damnation de Faust, y Béatrice et Bénédict, que estrenó aquí en 1981, y fue vista última vez en la temporada de 1992.  La popularidad de Berlioz como compositor se debe especialmente a su Symphonie fantastique (1830), a su sinfonía coral Roméo et Juliette (1839), a la mencionada pieza dramática La Damnation de Faust (1846) y a su grand opéra Les Troyens (1863). Aun así, su fama y aportación al periodo romántico musical no pasa desapercibida para las instituciones musicales franceses, quienes realizan desde 1979 el Festival Berlioz, en recintos e iglesias de la ciudad natal del compositor, como en localidades aledañas, y esta producción de Béatrice et Bénédict Lyon se realizó precisamente en coproducción con dicho festival.  Esta opéra-comique en dos actos, cuyo estreno fue dirigido por el propio Berlioz el 9 de agosto de 1862 en el teatro Neus Theater de Baden (Alemania), y que se escuchó por primera vez en Francia en 1890, casi treinta años después de su estreno, y veintiuno después de la muerte del compositor, esta basada en la comedia romántica escrita por William Shakespeare, Much ado about Nothing (o Mucho ruido y pocas nueces como es conocida en español), es precisamente en ese aspecto romántico, cargado de comicidad y carácter burlesco, en lo que se inspiró el conocido director de escena italiano Damiano Michieletto, para la creación de este montaje.  No se puede negar que, en la actualidad, gran parte de las decisiones de programación de los teatros giran en torno a la presencia de ciertos directores escénicos, quienes se han hecho de un protagonismo en ocasiones desmedido.  Michieletto, conocido por sus lecturas audaces de piezas generalmente olvidadas y abandonadas, situó la acción - que se centra en dos visiones opuestas del amor de dos parejas: la seguridad del matrimonio entre Claudio y Héro y el miedo al compromiso de Béatrice con Bénédict – sin hacer referencia a la Sicilia del siglo XVI como indica la obra- en un cubo blanco sobre el escenario, ideado por Paolo Fantin, en una época indeterminada, con vestuarios de diversas épocas, de Agostino Cavalca, y brillante iluminación en tonos blancos y negros de Alessandro Carletti.  Sobre el cubo, que abarcaba todo el escenario, había muchos micrófonos, que utilizaban los miembros del coro, mientras realizaban coreografías y cantaban; y con la presencia de Somarone, personaje inventado por Berlioz, que aquí representaba una especie de técnico que se encargaba de un aparente estudio de grabaciones musicales, y que aparecía con sus audífonos y su grabadora e indicaba a los coristas como colocarse y cantar en sus micrófonos.  Cuando aparecían los personajes principales en escena, también debían realizar sus diálogos a través de micrófonos colocados entre el cubo blanco y el proscenio.  En ciertos momentos, el cubo se abría por la mitad y el escenario se convertía en una exótica y tupida jungla donde deambulaban los personajes desnudos de Adán y Eva, e incluso un gorila.  Visualmente el escenario lució atractivo y encantador, mostrando dos realidades diversas, pero con el transcurso de la obra se fue desprendiendo y alejando de la trama, resultando difícil establecer una relación, significado o coherencia entre el montaje y la acción, quizás una representación y contraste entre el amor más puro -con el blanco-  y con el más salvaje y misterioso -en la jungla-, representado aquí con  ideas más cercanas al Regietheater, que al espíritu shakesperiano o al del propio Berlioz.  En la parte orquestal y vocal, la obra cumplió plenamente su cometido de satisfecho al público con la suntuosidad de orquestación, canto y partes corales. Como no destacar el sublime dúo “Nuit paisible” entre la soprano Giulia Scopelliti (Héro) y la mezzosoprano Thandiswa Mpongwana (Ursule).  Especialmente, la soprano alemana-italiana Giulia Scopelliti demostró desenvolvimiento, personalidad y elegancia en escena, con el toque de astucia que requiere el personaje, sumada a la nitidez y amplitud de colores con los que va esculpiendo su canto, hasta conmover con su aria “Je vais le voir”, haciendo que su personaje sobresaliera en cada una de sus intervenciones. Por su parte la mezzosoprano sudafricana Thandiswa Mpongwana, exhibió una tonalidad oscura y profunda adecuada para su parte.  Se desempeñaron bien en lo vocal como en lo actoral, en cada uno de sus personajes el barítono Pawel Trojak como Claudio; el bajo barítono Pete Thanapat como Don Pedro; el barítono belga Ivan Thirion como un divertido y muy activo Somarone; así como el actor Gérald Robert-Tissot en el papel hablado de Léonato. Finalmente, personificando a los papeles principales de la ópera, el tenor gales Robert Lewis, con atuendo militar, cantó su parte de Bénédict con pasión y entrega, un timbre lirico claro y cálido, a pesar de ciertas dificultades en la emisión de algunas notas agudas. Por su parte la mezzosoprano italiana Cecilia Molinari mostró las cualidades vocales y amplia experiencia que posee, siendo una cantante ideal para el personaje de Béatrice. Impregnó de matices y grata tonalidad a su canto, y se mostró como una enamorada caprichosa y voluble como lo requería la puesta.  Sobresaliente estuvo el muy profesional coro de la Opéra de Lyon, a cargo de sus directores Benedict Kearns y Guillaume Rault, haciendo notar particularmente el alegre coro y la Sicilianne con el que inicia la obra. Al frente de la orquesta Orchestre de l’Opéra de Lyon estuvo el maestro Johannes Debus, director musical de la Canadian Opera Company de Toronto, de cuyos músicos logró extraer la suntuosidad, los contrastes y la exquisitez de la partitura de Berlioz, estando atento al balance entre los cantantes y la orquesta, y la búsqueda de los timbres y colores que se desprenden de esta pieza.