Foto: © Bertrand Stofleth
Ramón Jacques
El compositor Héctor
Berlioz (1803-1869) nació en la localidad de La Côte-Saint-André en la región
de Auvenia- Rodanó, aproximadamente a 75 kilómetros de la ciudad de Lyon, por
lo que prácticamente se le debería considerar como un compositor de casa. Sin embargo,
se trata de una coincidencia, ya que no ha existido una relación cercana entre
las obras del compositor y este teatro donde pocas de sus obras han sido
montadas, particularmente La Damnation de Faust, y Béatrice et Bénédict, que estrenó
aquí en 1981, y fue vista última vez en la temporada de 1992. La popularidad de Berlioz como compositor se debe
especialmente a su Symphonie fantastique (1830), a su sinfonía coral Roméo
et Juliette (1839), a la mencionada pieza dramática La Damnation de Faust
(1846) y a su grand opéra Les Troyens (1863). Aun así, su fama y
aportación al periodo romántico musical no pasa desapercibida para las
instituciones musicales franceses, quienes realizan desde 1979 el Festival
Berlioz, en recintos e iglesias de la ciudad natal del compositor, como en
localidades aledañas, y esta producción de Béatrice et Bénédict Lyon se realizó
precisamente en coproducción con dicho festival. Esta opéra-comique en dos actos, cuyo
estreno fue dirigido por el propio Berlioz el 9 de agosto de 1862 en el teatro
Neus Theater de Baden (Alemania), y que se escuchó por primera vez en Francia en
1890, casi treinta años después de su estreno, y veintiuno después de la muerte
del compositor, esta basada en la comedia romántica escrita por William
Shakespeare, Much ado about Nothing (o Mucho ruido y pocas nueces
como es conocida en español), es precisamente en ese aspecto romántico, cargado
de comicidad y carácter burlesco, en lo que se inspiró el conocido director de
escena italiano Damiano Michieletto, para la creación de este montaje. No se puede negar que, en la actualidad, gran
parte de las decisiones de programación de los teatros giran en torno a la
presencia de ciertos directores escénicos, quienes se han hecho de un
protagonismo en ocasiones desmedido. Michieletto, conocido por sus lecturas audaces
de piezas generalmente olvidadas y abandonadas, situó la acción - que se centra
en dos visiones opuestas del amor de dos parejas: la seguridad del matrimonio
entre Claudio y Héro y el miedo al compromiso de Béatrice con Bénédict – sin
hacer referencia a la Sicilia del siglo XVI como indica la obra- en un cubo
blanco sobre el escenario, ideado por Paolo Fantin, en una época
indeterminada, con vestuarios de diversas épocas, de Agostino Cavalca, y
brillante iluminación en tonos blancos y negros de Alessandro Carletti. Sobre el cubo, que abarcaba todo el
escenario, había muchos micrófonos, que utilizaban los miembros del coro,
mientras realizaban coreografías y cantaban; y con la presencia de Somarone,
personaje inventado por Berlioz, que aquí representaba una especie de técnico
que se encargaba de un aparente estudio de grabaciones musicales, y que
aparecía con sus audífonos y su grabadora e indicaba a los coristas como
colocarse y cantar en sus micrófonos. Cuando
aparecían los personajes principales en escena, también debían realizar sus
diálogos a través de micrófonos colocados entre el cubo blanco y el proscenio. En ciertos momentos, el cubo se abría por la
mitad y el escenario se convertía en una exótica y tupida jungla donde
deambulaban los personajes desnudos de Adán y Eva, e incluso un gorila. Visualmente el escenario lució atractivo y encantador,
mostrando dos realidades diversas, pero con el transcurso de la obra se fue
desprendiendo y alejando de la trama, resultando difícil establecer una relación,
significado o coherencia entre el montaje y la acción, quizás una
representación y contraste entre el amor más puro -con el blanco- y con el más salvaje y misterioso -en la
jungla-, representado aquí con ideas más
cercanas al Regietheater, que al espíritu shakesperiano o al del propio
Berlioz. En la parte orquestal y vocal,
la obra cumplió plenamente su cometido de satisfecho al público con la
suntuosidad de orquestación, canto y partes corales. Como no destacar el
sublime dúo “Nuit paisible” entre la soprano Giulia Scopelliti
(Héro) y la mezzosoprano Thandiswa Mpongwana (Ursule). Especialmente, la soprano alemana-italiana
Giulia Scopelliti demostró desenvolvimiento, personalidad y elegancia en
escena, con el toque de astucia que requiere el personaje, sumada a la nitidez
y amplitud de colores con los que va esculpiendo su canto, hasta conmover con
su aria “Je vais le voir”, haciendo que su personaje sobresaliera en cada una
de sus intervenciones. Por su parte la mezzosoprano sudafricana Thandiswa
Mpongwana, exhibió una tonalidad oscura y profunda adecuada para su
parte. Se desempeñaron bien en lo vocal
como en lo actoral, en cada uno de sus personajes el barítono Pawel Trojak
como Claudio; el bajo barítono Pete Thanapat como Don Pedro; el barítono
belga Ivan Thirion como un divertido y muy activo Somarone; así como el actor
Gérald Robert-Tissot en el papel hablado de Léonato. Finalmente,
personificando a los papeles principales de la ópera, el tenor gales Robert
Lewis, con atuendo militar, cantó su parte de Bénédict con pasión y
entrega, un timbre lirico claro y cálido, a pesar de ciertas dificultades en la
emisión de algunas notas agudas. Por su parte la mezzosoprano italiana Cecilia
Molinari mostró las cualidades vocales y amplia experiencia que posee, siendo
una cantante ideal para el personaje de Béatrice. Impregnó de matices y grata tonalidad
a su canto, y se mostró como una enamorada caprichosa y voluble como lo
requería la puesta. Sobresaliente estuvo
el muy profesional coro de la Opéra de Lyon, a cargo de sus directores Benedict
Kearns y Guillaume Rault, haciendo notar particularmente el alegre
coro y la Sicilianne con el que inicia la obra. Al frente de la orquesta
Orchestre de l’Opéra de Lyon estuvo el maestro Johannes Debus, director
musical de la Canadian Opera Company de Toronto, de cuyos músicos logró extraer
la suntuosidad, los contrastes y la exquisitez de la partitura de Berlioz, estando
atento al balance entre los cantantes y la orquesta, y la búsqueda de los
timbres y colores que se desprenden de esta pieza.
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