Fotos de escena de Michael Cooper
Giuliana dal Piaz
La Canadian Opera Company vuelve a presentar una producción de 2009 con la dirección del renombrado Robert Lepage, El Ruiseñor y otros cuentos cortos. El espectáculo tuvo mucho éxito antes, tanto en Toronto como en otros países y lugares (Francia, Holanda, Estados Unidos, y Québec). Está teniendo ahora un éxito parecido gracias a sus numerosas, grandes calidades. En primer lugar, la impecable ejecución de la música de Stravinsky de parte de la Orquesta de la COC, bajo la experimentada batuta de su director permanente Johann Debus. “La música de Stravinsky, nunca [es] insípida si se la ejecuta de manera apropiada, y la Orquesta dirigida por Debus muestra [todo] su vigor y vivacidad” (Joseph So). En segundo lugar, la logística de la orquesta misma, que toca a la vista del público, en vez que en el foso como de costumbre: se encuentra en el escenario durante la primera parte del espectáculo, y a espaldas de los intérpretes en la segunda parte, con el foso ocupado por 67,000 litros de agua, que representan el lago sobre el cual se desarrolla la acción de El Ruiseñor, y cuyo trémulo reflejo luminoso sobre el techado del auditorio incrementa la sensación de mágico extrañamiento. Toda la puesta en escena es fortemente original: utiliza el “hand shadow play” (teatro de sombras por las manos), una antigua tradición en el teatro asiático, mas bastante raro en el occidental, y que Robert Lepage considera haber sido la primera forma en absoluto de teatro inventado por la humanidad; el “shadow play” en los cuentos con animales como protagonistas, en el cual un velario a media altura, que deja al descubierto la parte inferior de la figura, permite a los espectadores seguir directamente el “juego de las sombras” de los extraordinarios acróbatas; y finalmente, en El Ruiseñor, la presencia en escena de 75 marionetas ricamente decoradas y vestidas, como contraparte de cada personaje/cantante, incluso de los miembros del coro. Todos estos detalles, realizados además con absoluta perfección técnica, hacen que esta ópera muy poco tradicional resulte ser un auténtico gozo para el oído y la vista del público. La primera parte de la función, dedicada a los ”cuentos cortos”, empieza con una ouverture especial, un Ragtime que suena muy moderno a pesar de haber sido compuesto en 1918, al cual siguen tres piezas para clarineto solo, tocadas por un brillante Juan Olivares; Pribautki (Canciones agradables), para la voz del mezzo-soprano Allyson McHardy, la Berceuse du Chat (Canción de cuna del Gato) para la voz solista de la mezzo-soprano Lindsay Ammann; Dos poemas de Konstantin Balmont, cantados por la soprano Danika Lorén; Cuatro cantos populares rusos, interpretados por 2 sopranos y 2 mezzo-sopranos que pertenecen al Coro de la COC; y finalmente el cuento The Fox (El Zorro), con las animaciones del “shadow play” y las voces de los tenores Miles Mykkanen y Owen McCausland, y de los barítonos Bruno Roy y Oleg Tsibulko. La segunda parte del espectáculo está dedicada por entero a “El Ruiseñor”, cuento lírico (así lo define Stravinsky) sobre el libreto de Mitussov inspirado en el conocido cuento de Hans Christian Andersen, ‘’El ruiseñor del Emperador”. En la antigua China, el Emperador está fascinado por el canto de un ruiseñor, que vive cerca del lago. Le pide entonces mudarse a su Palacio; el ruiseñor rehusa porque su mundo es el bosque, pero acepta ir a cantar para él todas las noches. Llegan unos enviados del Emperador del Japón llevando en don un ruiseñor mecánico en una diminuta jaula de oro. La Corte lo escucha embelesada, mientras que el verdadero ruiseñor desaparece en silencio. El Emperador enferma y el canto del ruiseñor mecánico ya no lo consuela. Está a punto de morir cuando el ruiseñor vivo vuelve a cantar al lado de su cama, y su canto harmonioso logra vencer a la Muerte y sanarlo. Gracias a la fantasía de Lepage y las creaciones tecnológicas de su euipo, Ex Machina, se encienden las luces de las linternas sobre el lago fingido y empieza la magia del cuento: un barquito en miniatura, con a bordo un minúsculo Pescador, desaparece bajo un muelle para volver a aparecer más grande, guiado, con su marioneta, por el tenor Owen McCausland en el papel del Pescador, que canta bellamente toda su parte estando sumergido en el agua hasta la cintura. El barítono moldavo Oleg Tsibulko interpreta de manera satisfactoria al Emperador chino (le ayudaría una modulación mayor de la voz, pero es un artista muy prometedor). También destacan entre los intérpretes la soprano Lauren Eberwein, en el papel de la Cocinera, y Lindsay Amman, en el papel de la Muerte. Para esta última figura, Lepage inventa otro truco de gran eficacia: alrededor de un pequeño pabellón y de la plataforma sobre la cual yace el Emperador enfermo, mientras que el ruiseñor mecánico ya no logra alegrar al soberano, los “elementos” escénicos que lo rodean emergen lentamente del agua y se definen como los miembros de un enorme esqueleto, la Muerte, que se está adueñando del hombre acostado; la calaca es en realidad una especie de gorro que la cantante lleva en la cabeza para interpretar su papel. Cuando vuelve el auténtico ruiseñor, el Emperador reacciona y recobra fuerzas mientras que los artos del esqueleto vuelven a hundirse en el agua. La voz de la excelente soprano canadiense Jane Archibald se mide muy bien con el difícil papel del Ruiseñor, con la fuerza y la coloratura adecuadas; la artista maneja hábilmente su presencia en el escenario con libertad y coherencia de movimientos.
Todos los cantantes parecieron cómodos con el texto ruso, aunque nada puedo decir, por supuesto, acerca de la mayor o menor precisión de su dicción... Hermoso el vestuario, que, en la primera parte, harmoniza con el profundo amor de Stravinsky por la cultura y el folklor de su pueblo, mientras que en la segunda parte corresponde a la imagen que tenemos de la espléndida Corte del Emperador de China. Grandes aplausos para todos los intérpretes, los miembros de la compañía Ex Machina, responsables del “shadow play”, el coro dirigido por Sandra Horst y las marionetas, diseñadas por Michael Curry y coreografadas por Martin Genest. Una hermosa velada musical de la que el público sale maravillado y satisfecho.