Ramón Jacques
Intelligence ópera en dos actos del compositor
estadounidense Jake Heggie (1961)
con libreto de Gene Scheer (1958) es
el estreno número 75 que se realiza en el escenario de la Houston Grand Opera,
compañía líder en comisionar, abordar y promover óperas contemporáneas, y que
por primera ocasión en su historia inaugura una temporada con un título
nuevo. Cabe destacar la trayectoria de
Jake Heggie, que lo sitúa como una reconocida figura por su contribución al
repertorio operístico estadounidense que incluye cooperas como: The End of the Affair (2003) y Three Decembers (2008), ambas vistas
por primera vez en este escenario; así como otras composiciones estrenadas en
años recientes, en la Ópera de Dallas
como: Moby Dick (2010) y Great Scott (2015), sin olvidar su título más
conocido, repuesto con regularidad e incluso escenificado por teatros
internacionales: Dead Man Walking que
vio la luz en la temporada 2000 en la Ópera de San Francisco, ciudad donde
reside el compositor y que fue además el título inaugural de la presente
temporada del Metropolitan de Nueva York.
La trama de Intelligence está
inspirada en un hecho histórico ocurrido en 1865 en Richmond Virginia en la
cual Mary Jane Bowser, mujer nacida en esclavitud, alrededor de 1840, en la
propiedad de la afluente familia Van Lew, quien obtuvo una educación académica
completa, que la llevó a ser misionera en Liberia. A su regreso a Richmond fue
prestada a la Casa Blanca Confederada durante la Guerra Civil Estadounidense,
donde accedió a documentación e información sobre los movimientos y estrategias
de las tropas del sur, que compartió, para ser enviada al norte, por Elizabeth
Van Lew, quien encabezaba una red de espionaje pro-Unión. ¡Una historia digna
de película de Hollywood!, que ha sido documentada en diversos artículos y
libros de historia. La ópera versa sobre la cercana relación existente entre
Mary Jane y Elizabeth, los riesgos de ser espías por las sospechas del Guardia
Confederado Travis y de Callie Van Lew, cuñada de Elizabeth, y de la serie de
vicisitudes por las que debe atravesar el personaje de Mary Jane como: traiciones,
propuestas románticas, hasta llegar al final de la guerra. La historia está contada con intensas,
exageradas y viscerales actuaciones, algunas crudas, y cargadas de absurdos
clichés, pero con emotividad y mucho movimiento
ya que al proceso creativo del canto y la música, se le incorporaron las danzas
de la coreógrafa Jawole Willa Jo Zollar y
de su compañía Urban Bush Women, que
fusionó diversas expresiones artísticas para lograr una narración hoy poco vista
en escenarios operísticos, pero más una indicación de que la ópera evoluciona y
busca nuevas maneras de apelar e interesar al público actual. Este espectáculo
logró ese cometido. Musicalmente, Heggie
creó una orquestación indudablemente moderna, harmoniosa y accesible al oído, a
la que le incorporó pasajes musicales de marcada influencia del jazz y el blues,
del canto espiritual (spiritual negro) y algunos motivos musicales que se
repiten, que van creciendo en intensidad, desde fuertes percusiones hasta
ligera simplicidad. El libreto y la
escritura de Scheer luce en los intercambios y conversaciones entre personajes,
pero muestra complicaciones en algunas de las arias y duetos, cuyas floridas
frases parecen sonar artificiales, incluso desfasadas. Sin embargo, hay momentos vocales que destacar
como el dueto a capella del segundo
acto entre Elizabeth y Callie, con una sutil entrada de la orquesta; o la
melodía con la que canta “Oh, Lord have
mercy on my soul” Mary Jane al inicio de la ópera, cuyo tema de estilo espiritual
o folclórico vuelve en el dúo con Lucinda, que se trata del espíritu de su
madre, donde entonan el conmovedor: “Whose arms were holding me then? Whose arms
would not let me go? El director
canadiense-trinitario Kwamé Ryan,
mostró la afinidad que tiene por la música contemporánea, y al frente de la
Houston Grand Opera Orchestra extrajo la variedad de estilos y dinámicas de la partitura,
con entusiasmo y puntualidad, sin cubrir a las voces en los momentos más
intensos y pulsantes de la partitura. El
elenco contó con destacados nombres estadounidenses como la soprano Janai Brugger en el papel de Mary Jane,
quien aportó su cálida voz, sentimiento y apego al personaje; así como la
mezzosoprano Jamie Barton como
Elizabeth, con algunas imperfecciones en su canto que fue corrigiendo a lo
largo de la función. J’Nai Bridges, mezzosoprano de claridad
y brillantez en su suntuosa voz caracterizó bien al personaje de Lucinda. La soprano Caitilin Lynch personificó y cantó correctamente a la
malintencionada Callie; y el barítono Michael
Mayes se mostró adecuado en apariencia y voz para el papel de Travis. Correctos estuvieron el bajo-barítono Nicholas Newton como Henry y el tenor Joshua Blue como Wilson. El marco escénico ideado por Mimi Lien, fue un espacio abstracto con
pocos elementos escénicos, ayudado de transmisiones y proyecciones de Wendall K. Harrington, que cumplió su
intención desde el punto de vista visual y estético, y los vestuarios, considerados
de época, de Carlos Soto, que ayudaron
a situar o imaginar la escena en los tiempos que indica el libreto. La dirección escénica también fue de Jawole Willa Jo Zollar, más enfocada en
las danzas y las coreografías que lucieron invasivas por momentos, pero que
dieron dinamismo a la escena, de la que no se puede hablar de un verdadero
desenvolvimiento o trabajo actoral de los personajes cantantes, algunos algo
estáticos sobre la escena.