Fotos: Lina Tur-Bonet
Lina Tur Bonet profundiza contemporáneamente en dos mundos que aún hoy parecen independientes: el violín romántico-contemporáneo y el violín barroco. Así ha emprendido una carrera versátil y dinámica cuya principal seña de identidad es la variedad de registros.
Como solista, ha recorrido Europa y Sudamérica, actuando en los festivales Styriarte, Lufthansa London, Granada, Brezice, San Sebastián o Herne, y en salas como el Musikverein de Viena, Palau de la Música de Barcelona, Auditorio Nacional de Madrid, Residenzwoche Munich, Concertgebouw Amsterdam, ORF Vienesa, Teatro Solís de Montevideo, Coliseo de Buenos Aires, Teatro Municipal de Santiago de Chile, Teatro Municipal de Río de Janeiro. Ha sido grabada para la BBC en Londres, RTVE, TV3, la radio y televisión alemana, las televisiones de Eslovenia, Croacia y Bulgaria y la ORF austriaca. Ha interpretado en Viena todas las Sonatas del Rosario de Biber, y ha dirigido orquestas de cámara interpretando conciertos de Bach, Mendelssohn, Vivaldi o Piazzola Recientemente realizó la primera grabación mundial de los tríos op. 34 de Boccherini con La Ritirata. Lina Tur-Bonet ha sido requerida como concertino en Il Complesso Barocco, Clemencic Consort, Bach Consort Wien, ExTempore Gent, Neue Hofkapelle Munich, Orquesta del Palau de les Arts Valencia, Euskal Barokensemble, Estil Concertant, Accademia del Piacere, Hippocampus, Forma Antiqva, Concerto Köln, United Continuo Ensemble, o la Capilla Real de Madrid. Colabora con Les Musiciens du Louvre, Les Arts Florissants y Mahler Chamber Orchestra y ha sido dirigida por: Claudio Abbado, Daniel Harding, Marc Minkowski, William Christie, Fabio Biondi, Fabio Luisi, Kent Nagano, Ottavio Dantone, Alan Curtis, Rene Clemencic, Reinhardt Goebel, Roy Goodman, Florian Heyerick, Joshua Rifkin, John Holloway, Paul Goodwin, John Elliot Gardiner, Federico Maria Sardelli con los que ha realizado giras por todo el mundo, grabaciones para Deutsche Gramophonn, Virgin o Naïve y con los que ha actuado en el Lincoln Center NY, Berliner Philarmonie, Scala de Milan, Royal Albert Hall, Barbican Centre, Theatre des Champs Elysèes, Konzerthaus Viena. Dentro de su actividad cameristica, actuó aun siendo estudiante con Mennahem Pressler, Georg Faust, Patrick Demenga o Thomas Brandis. En la actualidad, comparte escenario con Hiro Kurosaki, Anne-Marie Dragositz, Eugène Michelangeli, Patxi Montero, Josetxu Obregón, Kennedy Moretti, Daniel Oyarzábal, Christoph Hammer o Kenneth Weiss. Obtuvo sus primeras lecciones de música a la edad de tres años, de la mano de su padre, Antonio Tur y se formó como violinista en las Universidades de Friburgo y Viena con los profesores Chumachenco, Pichler y Kurosaki, así como en clases magistrales con Höbarth, Varga, Gulli, Askenasi, Dumay, Silverstein y Kussmaul. En la actualidad se desempeña como catedrática de violín en el Conservatorio Superior de Zaragoza, e imparte con frecuencia cursos en Europa.
Tan solo unas semanas después de la salida al mercado de su mas reciente grabación en CD Sonates pour le violon et basse continuo 1707 de Elizabeth Jacquet de la Guerre para el sello discográfico Verso, Lina aceptó amablemente realizar la siguiente entrevista.
¿Qué es el violín para ti?
El violín es ante todo un instrumento, un medio de entre otros tantos que ha inventado el ser humano para eso tan complejo que es expresarse. Luego vienen las paradojas: crea una gran fascinación y a su vez una tremenda neurosis para el violinista, pues por su complejidad se gana la fama de instrumento del diablo. En mi caso puede ser adictivo y equilibrante a su vez ¡y una quimera siempre! Como cualquier disciplina artística lleva a conocerse a uno mismo y al mejor entendimiento de las cosas y del mundo, y salda su deuda de consumir tanta dedicación obligando a crear belleza. Creo que los violinistas desarrollamos un síndrome de Estocolmo. Pero, si hago balance, cada día me gusta más ser violinista.
¿Qué fue lo que te atrajo a aprender a tocar este instrumento y cómo fue tu preparación académica?
Cada vez creo más que me eligió él a mí, más que yo a él, ya que he tenido una formación algo atípica. Mi padre me inició en la música de bien pequeña, y creo haber aprendido a leer música antes que palabras, pero el violín, por varios motivos, no aparecería hasta mucho después. Lo cierto es que, con la distancia, cada vez entiendo que tenía que ser éste mi instrumento y no otro, por una afinidad innata y por las cosas que busco en la música. Los instrumentos de cuerda me han atraído desde niña, y además el violín goza de un repertorio extensísimo que me permite expandirme. Aunque más tarde de lo habitual, mis profesores fueron fantásticos y el hecho de vivir tantos años en el extranjero, en Alemania, Viena y París, me enriqueció en todos los sentidos. Quise especializarme en violín romántico y luego en violín barroco sin por ello dejar de tocar el repertorio clásico. Eso lleva tiempo y doble dedicación, pero es lo que me ha permitido llegar a este momento tan interesante. La verdad es que mi preparación académica no ha sido del todo "típica", y sin embargo ya he tenido fantásticas experiencias con la música. Además siento que la formación continúa, pues aprendo tocando con músicos de primera fila mundial y disfruto enormemente de estar en continuo movimiento, pues cada paso me abre múltiples direcciones. Es muy estimulante.
¿Cuál es ese instrumento que te acompaña en todas tus presentaciones?
Son dos, dependiendo del repertorio: un Dom Nicolo Amati de Bologna, de 1740, y un anónimo del siglo XVII.
Como violinista española que eres, ¿qué te dice el nombre de Pablo de Sarasate?
Es una inspiración, alguien que mostró su entendimiento del instrumento, y que explotó sus posibilidades de una manera que me inspira gran simpatía.
¿Existe algún violinista del pasado o del presente que admires o que haya influenciado tu propio estilo de interpretación?
Hay tantos grandes violinistas...cualquiera que toque bien merece mi admiración, ¡y muchos lo hacen! pero si tuviera que elegir serían David Oistrach, Zino Francescatti, Christian Ferras, y lo que intuyo debían ser Biber, Ysaÿe, Tartini, Paganini y Corelli.
¿Cuáles son tus compositores favoritos y que obras o repertorio sientes que se acercan a tu temperamento?
Bach. El que más y el absoluto. E inmediatamente después Bartok, Ravel, Biber, Marini, Monteverdi, Brahms y, cada vez más, Beethoven.
Tu actividad musical esta dividida entre dos estilos el violín romántico y el violín barroco ¿Qué diferencias y similitudes existen entre estos dos estilos?
Son el mismo instrumento y a la vez dos instrumentos distintos en muchos aspectos: el violín barroco tiene un carácter mucho más vocal, y el romántico es más instrumental, sin que por ello ninguno carezca de la otra virtud. El romántico exige una preparación física de deportista de alta competición y una mano izquierda muy preparada, y el barroco obliga a una versatilidad de arco muy rica y a un gran conocimiento de nacionalidades, épocas y estilos. Aunque la tónica general era que los instrumentistas de música antigua estuvieran más informados estilísticamente y los románticos más preparados técnicamente, pienso que esas diferencias se están extinguiendo, afortunadamente. Ambos son igual de difíciles y de expresivos, y de cada uno se aprende para el otro. Se complementan muy bien. Tener la oportunidad de interpretar con ambos es una ración doble de placer, pero también más del doble de estudio y trabajo, pues hago gran énfasis en ser fiel a cada técnica y no utilizar la misma para los dos, algo que me parece fundamental.
A propósito de la música barroca ¿Cómo nació tu interés por investigar e interpretar la música de Elizabeth Jacquet de la Guerre, la compositora francesa del siglo XVI!?
La música de Jacquet llegó a mí como llegan a veces las cosas importantes: por casualidad. Recibí el encargo de interpretar una de sus sonatas en el Auditorio Nacional de Madrid, y yo no conocía su música para violín anteriormente. La inmediata pasión que me provocó se debió de transmitir de inmediato, pues al salir del concierto me ofrecieron grabar todo el ciclo. Y todo continuó sobre ruedas, ya que Patxi Montero y Kenneth Weiss, el que yo creo absoluto especialista para esta música a nivel mundial, aceptaron de inmediato. Por supuesto que tal agilidad en todo confirmó mi seguridad en la fuerza y la calidad de esta música, aún tan desconocida, y me embarqué en el estudio de la época, el contexto y la música de esta excelente compositora, así como en el de las Sonatas propiamente dichas. Cuanto más entro en su música, más la valoro, y creo que ésta es la mejor señal.
¿Qué consideras que haga que un dúo de violín y piano sea tan especial?
Es, desde luego, una de mis formaciones favoritas, y la extiendo a violín y teclado, añadiendo el clavecín o el fortepiano, si me permites. Creo que la intimidad que se crea entre dos intérpretes, el diálogo resultante, puede -si la química entre ellos funciona- ser de un gran valor musical. Nunca se interpreta igual si se hace con una u otra persona. Al menos esa es mi experiencia y mi predisposición. Yo, por ejemplo, tan acostumbrada a tocar en lugares distintos con músicos distintos, encuentro gran placer en observar cómo mi interpretación cambia en función de lo que venga hacia mí del otro músico u otros músicos. No soy de las que llega con una versión fija en la cabeza; clara sí, formada y estudiada también, pero flexible según las ideas que plantee el otro. Así veo la música de cámara como si cada músico fuera una estrella, y formara una constelación distinta, dependiendo de con quién se una. En el caso del dúo, es obviamente como una pareja, es más íntimo y la complicidad puede llegar a ser muy grande. Y luego a esto hay que unir las diferencias básicas de un instrumento de cuerda frotada con uno de tecla: la naturaleza del ataque y el tipo de sonido es completamente distinta; la manera de conseguir un fraseo o la propia cualidad básica melódica de uno y armónica del otro, que al trascender sus diferencias crean un gran interés. Tengo también que resaltar que cambia mucho según el tipo de teclado sea, si un fortepiano, un cémbalo o un piano moderno de gran cola. Y un buen violinista debe cambiar muchas cosas para ensamblar bien con cada uno de ellos. Una vez más, creo que cuanto más el instrumentista trate de imitar al otro instrumento, o a fundirse con él, o a precisamente reafirmar su papel intrínseco y sus diferencias, mayor será la riqueza. Algo de juego, algo de lucha, voluntad de ir juntos y mucha fantasía. Como en una relación.
También has sido concertino de diversas orquestas importantes ¿Cuál es la labor específica que desempeña un concertino?
Un concertino, creo, debe ser un líder en el sentido, no de imponer, sino de crear una atmósfera propicia para que los músicos del grupo quieran tocar juntos. Imprime su sonido a las cuerdas, sobre todo en el caso de orquestas de cámara, y debe ser un intermediario de ida y vuelta entre el director, si lo hay, y los instrumentistas. Un buen concertino debe inspirar a su cuerda y dar su sello personal.
¿Es importante para ti enseñar y poder transmitir tus conocimientos a las nuevas generaciones?
Enseñar es para mí el último paso dentro del proceso de aprendizaje. O sea, que yo "continúo mis estudios enseñando a mis alumnos". Es muy difícil; le tengo mucho respeto y me esfuerzo mucho en hacerlo lo mejor que sé, ¡pero constantemente me asaltan dudas de si soy capaz de hacerlo bien! Además, es la única manera que se me ocurre de agradecer a mis maestros: haciendo lo mismo que hicieron ellos, y tratar de hacerlo con generosidad. Aparte, el contacto con gente más joven me es necesario, importante y divertido.
¿Cuál es tu opinión y tu experiencia respecto a las grabaciones discográficas?
Las grabaciones son una manera distinta de hacer música. Como Celibidache, no creo en la música enlatada, privada de lo efímero y del momento único e irrepetible. No creo que la repetición exista en la música. Pero a su vez creo que nuestros tiempos nos ofrecen otra manera de disfrutar de la música y de crearnos una intimidad con ella, a la carta, en el momento que queramos. Es más, la fuerza de la música sobrevive a este proceso, y de su naturaleza prevalece el arte de engañar al tiempo. Visto así intento crear la mayor magia posible, y que ésta sea capaz de trascender ese momento. Y el hecho de que la música de cualquier compositor y época pueda darse a conocer en cualquier lugar del mundo es también algo muy positivo. Por último, para mí personalmente una grabación es un tributo al compositor.
¿Cuáles son tus proyectos y planes más importantes a futuro?
Planeo una grabación de las Sonatas de Bach, de Música del Stylus Phantasticus y de otro compositor desconocido, y de una obra de Vivaldi recién descubierta, conciertos de trío con piano (Mozart, Beethoven, Brahms...), algunos proyectos con la Mahler Chamber Orchestra, las estaciones de Piazzola y Vivaldi, las Sonatas del Rosario de Biber y la presentación de los CDs con los tríos inéditos de Boccherini y las Sonatas de Jacquet de la Guerre, se encuentran entre el repertorio de esta temporada que empieza. Además tiendo mucho a valorar la diversidad y el interés en cosas distintas y una visión más holística de la música, contraponiéndola a la excesiva especialización. No creo que haya sólo una manera estándar de hacer una carrera musical. Así que estoy comenzando un doctorado, y también me he embarcado en otros proyectos: voy a interpretar a Bach en un proyecto multidisciplinar junto con la poesía de Antonio Colinas, y a colaborar con el proyecto ARTIN GROUP que relaciona formas artísticas, creando una performance. Es algo que me interesa mucho, y donde se va a reflexionar con algunos grandes del panorama artístico sobre hacia dónde se encaminan las artes...la vieja pregunta reformulada una y otra vez. RJ