Foto: Cory Weaver / LA Opera
Ramón Jacques
Aida de Giuseppe Verdi es la
última producción escénica de la temporada de la LA Opera. Aunque estadísticamente esta ópera es una de
las diez más representadas, y Verdi es el compositor que lidera en la
representación escénica de óperas de su autoría, a nivel global, el repertorio
operístico es tan vasto y las posibilidades de los teatros para programar son tan
amplias, que incluso un título tan importante y popular como este puede pasar
dieciséis años ausente de un importante escenario estadounidense como este, sin
considerarse un descuido u omisión del teatro. Habitualmente se espera que la
reposición de un título de este calibre, requiere de una opulenta, interesante
o estimulante producción escénica y un sobresaliente elenco vocal. Aquí, ambos
requisitos se cumplieron, aunque no de una manera absolutamente convincente en
la parte escénica. Partiendo de la premisa de que la trama, con los personajes
de Aida, puede suceder en cualquier lugar o tiempo (el libreto de la ópera no
especifica un periodo preciso) y con la intención de cambiar un poco la idea o
la concepción que el público tiene de la ópera cuando ocupa su butaca (pensando
en Egipto, con realeza, militares, guerreros, esclavos etíopes etc) es donde
nace la idea de la producción vista en esta función, de crear una ambientación
moderna y cercana al espectador. Así, el montaje (estrenado hace seis años en
San Francisco y coproducido con los teatros de Washington, Seattle y Minnesota)
trasladó la escena a un lugar y a un tiempo indeterminado y abstracto, y cada
escena a lo largo de la función contó con los diseños e instalaciones de RETNA (Marquis Duriel Lewis) reconocido artista contemporáneo angelino,
por su arte con el grafiti, quien ideó un marco indudablemente atractivo con
jeroglíficos y garabatos en intensos colores blancos, azules, amarillos rojos
al fondo del escenario y en diferentes telones que colgaban sobre el escenario.
La iluminación estuvo a cargo de Mark
McCullough. Si bien, los diseños lucían
de estilo oriental, bajo el entendido de que no se trataba de una Aida
tradicional, las cosas comenzaron a enredarse más de lo necesario en la parte
visual y estética del espectaculo, con las escenografías de Michael Yeargan, quien en basándose en
los diseños de RETNA, creó, por ejemplo, instalaciones que parecían árboles en
un bosque; o colocando tarimas a cada lado del escenario donde se situó el coro
en la escena de la entrada triunfal de Radames, donde el espacio se fue
reduciendo, al punto que el escenario lucia por momentos excesivamente cargado y
abigarrado. Poco ayudó la elección de vestuarios de Anita Yavich, de diferentes épocas: elegantes trajes de militares
para los egipcios, o de guerrilleros para los etíopes, como tampoco las
coreografías y ballets clásicos dentro de ambiente moderno. Poco espacio quedó
también para una verdadera dirección escénica de Francesca Zambello, y para una libre la expresión actoral de los
artistas, que lucieron inciertos y por momentos abrumados y sobreactuados. La
parte musical fue superior, gracias a la entusiasta, dinámica y segura
conducción de James Conlon, quien conoce
bien este repertorio, que dirige con intensidad y emoción, sabiendo exprimir y
optimizar las cualidades de los músicos de la orquesta, de la que es su titular,
y de su consideración por las voces. En el elenco de cantantes, la soprano Latonia Moore, como Aida, papel que ha
cantado en innumerables ocasiones, demostró dominio vocal, con una voz cálida, elegante
en su expresión y conmovedora en la emisión de agudos como en sus pianos. El
tenor Russell Thomas, dejo
constancia de un canto brillante, comunicativo y de adecuada proyección. En su
debut en el papel de Radames, ofreció un resultado muy satisfactorio. Una grata
sorpresa fue contar con la presencia de Melody
Moore quien personifico a una intensa Amneris con profunda y bien matizada
voz, y con la justa medida de actuación y dramatismo. Correctas estuvieron las
intervenciones del bajo Morris Robinson
como Ramfis, George Gadnize como
Radames y Peixin Chen como el Rey de
Egipto. No se puede olvidar el aporte
que tiene el coro en Aida, y esta vez el coro de la ópera de Los Ángeles,
dirigido por Grant Gershon, estuvo a
la altura de las exigencias requeridas.