Fotos: Karen Almond
Ramón
Jacques
La orquesta Fort-Worth Symphony, perteneciente a la localidad aledaña a la ciudad
de Dallas Texas, ofreció un seductor y muy sugestivo concierto como parte su
actual temporada, que unió el romanticismo musical de Jean Sibelius con el de Richard
Wagner. Desde que en marzo del 2019 asumiera
la posición de director principal invitado, hasta su nombramiento en 2022 como
titular de la orquesta, el maestro Robert Spano, conocido director
estadounidense, quien por muchos años fuera titular de la Sinfónica de Atlanta y
próximamente asumirá el cargo de director musical de la Ópera Nacional de
Washington, ha colocado a esta agrupación en un escalón superior al que tenía,
y ha comenzado a llamar la atención de los melómanos en este país, tanto por la
cualidad de los solistas invitados como por los atractivos programas que ha
conformado en lo que va de su corta gestión. Cabe mencionar que se trata de una
orquesta longeva dentro del ambiente sinfónico estadounidense con 112 años de
existencia, dando su primer concierto en el año de 1912. Este concierto se realizó
en la sede de la orquesta, el atractivo teatro Bass Performance Hall, que además
de albergar diversos espectáculos, además de música sinfónica, ballet, ópera y musicales,
es también la sede del prestigioso concurso de piano The Van Cliburn
International Competition, recordando que en esta ciudad residió hasta su
muerte el célebre pianista Van Cliburn, que fue además el principal promotor de
la construcción de este magnífico recinto. El concierto inició con la ejecución
de la Sinfonía no. 6 en re menor op.104 del compositor finlandés Jean
Sibelius (1865-1957), que tuvo su estreno en 1923 bajo la conducción del propio
compositor. La pieza, de aproximadamente
treinta minutos de duración y que el compositor describió poéticamente como
"agua fría de manantial" y el "aroma de las primeras
nieves" ya que como en la mayoría de sus obras importantes, evocan los
paisajes finlandeses. En su lectura Spano destacó los contrastes pastorales,
apasionados y sombríos de la obra con un sentido de equilibrio, en la que es
considerada como la sinfonía menos escuchada en concierto de Sibelius -incluso,
como se ha afirmado es una sinfonía olvidada-. El director de orquesta se basó en
las bellezas naturales que va esbozando la orquesta y exaltó sus suntuosas
melodías. Obteniendo un tono radiante de las cuerdas y una ejecución solida de
las otras secciones, Spano condujo con destreza las complejidades de la obra,
hasta llegar a los silenciosos movimientos en los cuales la música se va
diluyendo lentamente hasta transportar y adentrar al espectador en un estado de
tranquilidad y meditación. Aunque el título del concierto de esta velada fue “Wagner
& Sibelius” el plato fuerte estaba reservado para la segunda parte del
concierto, con la ejecución, en versión semi escenifica, del primer acto de Die
Walküre (La Valquiria), la segunda de las cuatro óperas del ciclo del
Anillo de Richard Wagner (1813-1883). El primer acto narra la historia de un
romance prohibido con grandeza wagneriana y temas que hacen recordar las otras óperas
y personajes del ciclo. Sin algún elemento
escenográfico, apenas una pantalla colgando en lo alto del escenario donde se
proyectaban los supertitulos y acercamientos de los solistas, y con la presencia de los músicos sobre el
escenario, los cantantes aparecieron con vestuarios de estilo antiguo, de una
época indeterminada, y algunos movimientos e interacciones entre los
personajes, quienes concluyeron con un abrazo fraternal en vez del beso
incestuoso como se indica en el final del acto, así fue como se desarrolló la
parte actoral del concierto, que aportó poco y nada a un evento que brilló por
luz propia. Un verdadero lujo se dio la orquesta al conformar un sobresaliente
elenco, comenzando con la soprano finlandesa Karita Mattila quien en el
papel de Sieglinde, exhibió un canto matizado, suave y resplandeciente en el
color; pero determinado y vigoroso cuando le fue requerido, además de mostrar su
bella personalidad plena de porte y magnetismo sobre la escena. El bajo Raymond Aceto interpretó un
malévolo y amenazador Hunding, cantando con estilo y determinación, y una voz
de gran espesor que supo modular de manera adecuada y expresarse con intención.
Por su parte Brandon Jovanovich fue un valioso Siegmund. El tenor
estadounidense es artista de amplia experiencia abordando desde hace algunos
años el repertorio de heldentenor, y que aquí agradó por la
manera como delineó cada frese con expresividad y claridad y por la fuerza de
su corpulento, generoso y firme canto. La
orquesta creó un marco adecuado y un acompañamiento esencial para las voces;
que ya desde el preludio se escuchó la energía, el frenetismo que a la partitura
orquestal le imprimió el maestro Spano, nunca sometiéndose al leitmotiv, sino
enfocándose y apuntando hacia la expresividad y el drama. La orquestación se
escuchó exuberante y en completa concordancia con el óptimo elenco vocal. En esta región, que no se caracteriza
particularmente por haber programado mucha música de Wagner en el pasado, la orquesta
Fort-Worth Symphony regaló con este concierto una experiencia vocal y
orquestal que perdurará por mucho tiempo, y al mismo tiempo anunció, que, en su
próxima temporada, concretamente en el mes de abril del 2025 tiene programado
interpretar de manera íntegra: Die fliegende Holländer del propio Richard
Wagner.