Fotos: Marco Caselli Nirmal /Teatro Comunale "Claudio Abbado" di Ferrara
Athos Tromboni
Excelente puesta en escena en
el Teatro "Claudio Abbado" de Orlando
Furioso de Antonio Vivaldi en la edición crítica editada por Federico Maria Sardelli y Alessandro Borin. El maestro Sardelli
también estuvo en el podio de la talentosa Orquesta Barroca Accademia dello
Spirito Santo de Ferrara. Así, que hubo tres actos, tal como Vivaldi lo
concibió para su estreno en el Teatro Sant'Angelo de Venecia en el otoño de
1727. Fue también una optimo puesta en escena, más allá de la probada eficacia
de Sardelli en la ejecución del repertorio barroco, especialmente por la
visionaria dirección escénica de Marco
Bellussi, asistido por Fabio Massimo
Iaquone (concepción y dirección del vídeo), de Matteo Paoletti Franzato (escenas), de Elisa Cobello (vestuario) y de Marco
Cazzola (iluminación). La visionaria dirección escénica nos transporta al
poema de Ariosto (o al menos a lo que el libretista Grazio Braccioli utilizó en
su época del poema de Ariosto) donde todo es ciencia ficción: historia,
actitudes, tramas, escenas y vestuario, pero sobre todo proyecciones que hacen
a uno sumergirse dentro de las imágenes luminosas, los protagonistas que cantan
una aria o simulan un "afecto". Algo nunca antes visto - al menos en
el Teatro Abbado de Ferrara - que sugiere que las nuevas y muy modernas
técnicas escenográficas desarrolladas para este Orlando Furioso harán historia,
contribuyendo a un relanzamiento de toda la ópera y de sus contenidos. Porque
una puesta en escena tan mágica (no nos referimos al contenido sino más bien al
contenedor) va más allá de la "provocación" de las direcciones (y
escenografías) llamadas modernas y tiene el mérito de reinventar acciones,
espacios y lugares que se modernizan - incluso vanguardistas- y esta, sin
embargo, sigue siendo fiel al espíritu de la narración del libreto, en lo que
respecta al entorno de la historia musicalizada. Por lo tanto, los personajes
se movían "dentro" de palabras o versos tridimensionales; palabras y
versos que responden a los términos y lugares del poema de Ariosto,
"navegando" sobre el fondo, sobre las quintine, sobre los telones
transparentes del proscenio embistiendo a los cantantes en escena. O los mismos
personajes moviéndose al borde de un bosque que parece real porque es
tridimensional y las ramas y hojas que se agitan con el viento mientras las
nubes cruzan el cielo. O, de nuevo, son las estrellas (las galaxias, la luna)
las que forman el telón de fondo de la acción, haciendo perceptible lo
inimaginable. En definitiva, una (llamémosla) realidad aumentada que tiene el
efecto de sorprender, pero también de seducir al espectador. Todo ello en un
estilo que hizo de la elegancia y la claridad el principal concepto visual de
esta puesta en escena. El vestuario de Elisa
Cobello contribuyó al resultado de claridad y elegancia, principalmente en
blanco y negro, o en varios tonos de gris (excepto el de Bradamante que es rojo
vivo, y el de Ruggiero, de rojo manchado) y luego la penumbra dominante en el
escenario donde la milagrosa iluminación de Marco Cazzola sobre los personajes nunca interfirió con la
luminiscencia de las proyecciones de Fabio
Massimo Iaquone. En definitiva, fue una puesta en escena ultramoderna –que
no se debe confundir con el término posmoderno- que suscita esperanzas en el
retorno de la narración escénica y escenográfica dentro de legítimas pretensiones
de coherencia dramatúrgica. En cuanto a la interpretación musical: en el podio
Federico Maria Sardelli dominó la partitura, infundiendo a la Orquesta Barroca
Accademia dello Spirito Santo el clímax interpretativo adecuado tanto de la
ligereza melancólica como del poder del vigor expresivo con el que Vivaldi
relató con las notas los "afectos" implícitos por los versos de
Ariosto/Braccioli. Un gran concertación y ejecución, estará visible en streaming
durante un mes transmitido a través de OperaVision (https://www.youtube.com/watch?v=_bq4FzrIZzY) Los
intérpretes: estuvieron todos muy bien preparados. Marco Bellussi tuvo extras,
incluidos mimos y al coro actuando. Todos se movieron con una naturalidad y con
esa veracidad que es buena para el teatro de ópera, que es precisamente
"teatro" y no un "concierto" disfrazado. El efecto fue
excelente y el resultado muy atractivo. El director dejó muy claro, en las
notas del programa de mano, que el lugar que pensó para este Orlando Furioso fue “... un espacio delineado, una dimensión
concluida que pertenece al carismático protagonista de la obra. No Orlando,
sino Alcina la hechicera. En su palacio tenian lugar los complejos
acontecimientos previstos por el libretista Grazio Braccioli a partir del texto
de Ariosto y admirablemente expresados por la música de Antonio Vivaldi. Por
tanto, nos encontramos en un edificio con perímetros definidos, pero no
ciertos. Es la mistificación de la magia la que los dilata y los deforma... en
el dibujo de Matteo Paoletti Franzato
las paredes del palacio eran, por tanto, espejos como el techo del palacio
también lo era. De ello se deduce que todo lo que alli sucede en él puede ser
la realidad o un reflejo distorsionado de la misma." En el papel de
Orlando destacó el contratenor Yuriy
Mynenko, dotado de una voz no de falsetista que canta con la garganta, sino
de una refinada soprano que sabe dosificar el fiato, los apoyos, el canto de pecho y el canto en mascara con
optima entonación, fraseo y dinámica. También
estuvieron notables Arianna Vendittelli
(Angelica) y Sonia Prina (Alcina),
cuyas habilidades como cantantes barrocas y bel cantistas están fuera de toda duda.
Optimo fue el trabajo de Filippo
Mineccia (Ruggiero), asi como el de Chiara
Brunello (Medoro), Loriana
Castellano (Bradamente) y de Mauro
Borgioni (Astolfo). El Coro de la Accademia dello Spirito Santo, dirigido
por Francesco Pinamonti, estuvo bien
capacitado y los aplausos también fueron para el bailarín (no mencionado en el cartelón)
como para los figurantes y mimos. El Teatro Abbado prácticamente agotó todas sus
entradas y el público aplaudió largamente al final de la función.
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