Fotos: Mirco Magliocca
Ramón Jacques
La Opéra
National du Capitole, es sin duda uno de los importantes escenarios operísticos
franceses. Situado en la pintoresca ciudad occitana de Toulouse en el sureste del
país, a la que recientemente le otorgó la UNESCO el título de “City of
Music” por su amplia oferta musical,
ya que además es sede de una prestigiosa orquesta sinfónica. Como tercer título
de esta nueva temporada, el teatro eligió montar en escena Don Giovanni,
el dramma giocoso en dos actos de Wolfgang Amadeus (o Amadé como se le
suele llamar en Francia) a Mozart (1756-1791), con libreto de Lorenzo Da Ponte,
y que fue estrenada en la ciudad de Praga el 29 de octubre de 1787. Los primeros dos títulos del actual ciclo
lirico, que comprende una variada e interesante oferta incluyó: Thaïs de
Massenet y Theodora de Handel, dos títulos tan contrastantes y disimiles, como poco
representados. Para el montaje del Il
dissoluto punito, el teatro recurrió al estreno de un nuevo montaje (en
colaboración con las óperas de Marsella, Montpellier, Dijon y Tours) lo que
garantiza su existencia y vigencia durante diversas temporadas futuras, y que
cautivó por su simplicidad, como por su elegancia, su atracción y su
ingenio. Las escenografías ideadas por Eric
Ruf, sitúan la escena en el siglo XVI, y consistieron en un muro que
representaba el exterior de un palacio
(con sus escaleras, balcones y ventanas), y que según la escena se abría en el
centro, desplazándose hacia los lados
del escenario, o uno hacia la parte trasera del escenario y el otro hacia el frente ,
permitiendo que las escenas se realizaran en un ambiente a contraluz, con la
brillante iluminación blanca, ideada por Bertrando Coudere, que provenía
del enorme telón blanco que cubría el fondo del escenario, y que entraba por
las ventanas, además de las discretas proyecciones de Pierre Martin Oriol,
que crearon un ambiente sombrío, cargando de dramatismo, pero sin perder ese
carácter burlesco y satírico que contiene la historia. Los elegantes vestuarios
de de época fueron ideados por Pierre-Jean
Larroque, en contrastantes blancos y negros para las cantantes femeninas, y
en color oro para el protagonista, de estilo de finales del renacimiento. Si
bien las escenografías, nos hacen evocar que la historia se desarrolla en la
Sevilla del siglo XVII, la idea para la creación de las escenografías de Ruf, provienen
concretamente de la imagen de una pintura veneciana titulada “Fantasía
arquitectónica al interior de un palacio” del pintor y grabador veneciano Michele
Marieschi (1710-1744), pintada entre1735 y 1741, y que fue reproducida en el
programa de mano. La facilidad en el movimiento de los muros, cumplieron tanto
con el objetivo de dar fluidez a la escena, ya que cada cambio de escena se
hacía de forma manual por el personal técnico del teatro; como el de deleitar virtualmente
al público con seductoras escenas, como en el interior del palacio de Don
Giovanni. Hubo varias escenas, atractivas, pero destacaría la escena donde
aparece la estatua del Comendador, que parecía de piedra, aunque se trataba del
mismo cantante, y a donde sube Don Giovanni y desaparece en la escena final. De la dirección escénica se encargó la
reconocida actriz y cineasta francesa Agnès Jaoui, en sus primeras
incursiones en la lírica (recorrido que comenzó en el 2024 dirigiendo Tosca, y
en diciembre, la rareza barroca L’Uomo femina del compositor veneciano
Baldassare Galuppi (1706-1785, vista en el teatro de Dijon y en la Opéra Royal
de Versailles). El trabajo de Jaoui,
fue notable ya que, en su trabajo cinematográfico, como en la escena, ha
logrado realizar un análisis profundo y meticuloso de las relaciones entre hombres
y mujeres, adentrándose en psicología y
comportamiento, haciéndolos actuar libertad y al servicio de la música.
Asimismo, ha querido situarse en el contexto histórica en España, que indica el
libreto, y donde la fuerza de Don Juan llega a palpar la cuestión del deseo,
traspasando el conformismo social, los juicios morales, y la coerción religiosa
en la época. El nuevo director musical
del teatro, el maestro finlandés Tarmo Peltokoski, de reciente
nombramiento, debió alejarse unos días antes, de la que sería su primera
producción lirica, y su lugar fue ocupado por el joven director italiano Riccardo
Bisatti, de apenas veinticinco años, quien se valió de la brillantez y el
profesionalismo de los músicos de la orquesta de este teatro, haciendo que
emanara del foso la lustrosa y radiante orquestación de Mozart, incluido el
continuo, sin embargo, su elección de tiempos lentos, privó la escena de dinamismo y energía en ciertos
pasajes, causando incluso cierto hastío.
Esta función correspondió al estreno del segundo elenco conformado por el
teatro para esta producción. Personalmente me resulta poco apropiado referirme a segundos o elencos alternativos, ya
que puede condicionar al publico a pensar que los cantantes son de menor nivel y
experiencia a los del elenco de la función inaugural, lo que resulta
completamente erróneo, sobre todo en un
teatro de este calibre, donde se contratan mas cantantes para ofrecer más
funciones, y donde incluso ha sido podido escuchar, como en esta ocasión, a
destacados cantantes. Dicho lo anterior,
el papel principal le fue encomendado el bajo ruso Mikhail Timoshenko,
quien le dio al personaje de Don Giovanni la nobleza como la insolencia y
desfachatez que pide el personaje, al que dotó de una voz robusta, profunda,
pero plena de la mucha musicalidad y la cadencia que requiere su canto. El barítono Kamil Ben Hsaïn Lachiri fue
divertido e irónico como Leporello, con notables medios vocales que lo hicieron
sobresalir en el escenario. Dos
realidades en el ambiente operístico francés son la soprano Alix Le Saux,
quien le dio el carácter agitado y perturbado al personaje de Donna Elvira, cantando
con nitidez y un sonido juvenil y de grato color; al igual que Marianne
Croux, que mostró un canto refinado, delicado, elegante y virtuoso en cada
una de sus arias como una Donna Anna con personalidad teatral. Por su parte el tenor Valentin Thill, dio
notoriedad en escena a Don Ottavio, un personaje que suele carecer de
trascendencia, pero que aquí se lució por la nobleza, la claridad y el fraseo
con el que cantó las dos importantes
arias del papel. Correctos estuvieron
los personajes de Zerlina y Masetto, interpretado con perspicacia por la
soprano italiana Francesca Pusceddu, así como del barítono Timothée
Varon quien dio una buena
caracterización de Masetto, pero que parece tener los medios para abordar
papeles de mayor importancia. Adrien Mathonat posee la voz de bajo oscuro necesaria para darle al
Comendador la estatura que merece con su presencia y su canto que es pujante e
imponente. Una mención va para el Coro de la Opéra National du Capitole, que
tuvo aportes puntuales, con profesionalismo y cohesión, bajo la conducción de
su director titular Gabriel Bourgoin. Al final fue una función que
agradó al exigente, pero muy entusiasta público francés, que lo demostró con
interminables aplausos al finalizar la función.
