Foto: Luciano Romano
Ramón
Jacques
Otro de los importantes escenarios y de amplia tradición en la lírica en Italia, es el Teatro Carlo de Nápoles que vuelve a situarse en el lugar que le corresponde ofreciendo una amplia variedad de títulos con destacados elencos conformados por las estrellas de la actualidad. Sin embargo, al pasear por el vestíbulo del teatro frente a las estatuas de compositores como Domenico Cimarosa o Giovanni Paisiello nos hacer recordar que existe una escuela de compositores formados en esta ciudad y una corriente de óperas napolitanas que hoy lamentablemente se encuentran olvidadas y relegadas en este escenario, algunas de ellas tuvieron sus propios estrenos aquí mismo, y deberían tener un especio para ser conocidas por el público, como hace algunos años ocurrió con la Partenope de Leonardo Vinci (1690 o1696-1708) cuyo argumento trata sobre la fundación de Nápoles En esta ocasión el titulo programado fue Norma, la tragedia lirica en dos actos de Vincenzo Bellini con libreto de Felice Romani. La ópera que se estrenó el 26 de diciembre de 1831 en la Scala de Milán se escuchó por primera vez en este teatro en dos años después, en 1833, y desde entonces no ha dejado de ser representada en incontables ocasiones, teniendo siempre a las mejores intérpretes del papel principal, y cuya última representación ocurrió en febrero del 2020, apenas unos dias antes de la cancelación de todas sus actividades del teatro a causa de la pandemia. En la época en la que está de moda el intercambio de producciones escénicas entre teatros, se pudo ver el montaje proveniente del Teatro Real de Madrid ideado por el director de escena australiano Justin Way, con diseños escenográficos Charles Edwards, y vestuarios pertenecientes a distintas épocas de Sue Wilmington, y con la iluminación de Nicolás Fishtel, que más allá de pertenecer al teatro español no incorpora a ningún creador de ese país. La obra comienza con una amplia cortina que contiene una pintura del imperio romano, y al abrirse, se entiende que la representación ocurre en un pequeño escenario, es decir el concepto del teatro en el teatro, con palcos laterales en los que se ubica Pollione como un espectador más, que observa e interviene bajando al pequeño escenario cuando es necesario. La escena del escenario recrea, escenas de bosques muy bien realizadas y de grata estética para el público. La escena se refuerza más con la aparición de técnicos que mueven los escenarios y uno de ellos que organiza y da indicaciones. La escena de la estancia de Norma, quizás su camerino, lucia más parecida a la buhardilla de La Boheme desentonando con el resto del montaje, y la escena final donde Pollione y Norma caminan hacia la hoguera creó un efecto cargado de perceptible intensidad, dramatismo y zozobra. Vocalmente el elenco supero las expectativas teniendo a la soprano Anna Pirozzi en el papel principal, que posee una voz amplia, bien proyectada, pero poseedora del estilo el color y la agilidad necesaria para hacerle justicia al personaje. (Su Casta diva fue un ejemplo de las cualidades que posee la artista). Sus pianos fueron tan conmovedores como la brillantez con la que emitió sus agudos. Agradó la presencia del tenor italo-britanico Freddie de Tomaso, quien parece ocupar actualmente un lugar entre el tipo de tenor que hoy parece escasear, con su voz briosa, clara y plena de impulso, que supo canalizar para cumplir adecuadamente con los requerimientos del papel de Pollione. Por su parte la mezzosoprano Ekaterina Gubanova, vestida en elegantes atuendos blancos, signo de pureza, juventud y belleza, tuvo un buen desempeño como Adalgisa, y con su tonalidad oscura y homogénea transmitió seguridad y afinidad en sus duetos y tercetos. Menos afortunada fue el desempeño del bajo Alexander Tsymbalyuk a quien se le notó ajeno y poco participativo y autoritario en escena, con un vestuario poco atractivo, aunque su voz es potente y profunda, pareció estar fue de sincronía a lo largo de la función. Correctos estuvieron el tenor Giorgi Guliashvili y la soprano de la soprano Veronica Marini, en los personajes menores de Flavio y Clotilde, respectivamente. El coro que del teatro que dirige el maestro Fabio Cassi, cumplió de manera destacada con sus intervenciones vocales, no tanto así con su parte actoral donde participaban como parte de las escenas que se desarrollaban dentro de la obra de teatro que ocurría de manera paralela. La orquesta estuvo destacada en la parte que le correspondía, aportando musicalidad, seguridad, uniformidad y exaltación a la brillante partitura que sedujo al público. Al frente de la orquesta estuvo el joven director italiano Lorenzo Passerini, quien dirigió con control y enardecimiento. Su prestación fue buena, pero parecer que se está haciendo una moda entre la nueva generación de directores, que gustan de llamar la atención con excesivos movimientos con las manos e innecesario histrionismo, visible para el público.
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