Fotos: Jean-Louis Fernandez
Ramón Jacques
Se llevó a cabo, como parte del
festival lirico de primavera que organiza la
Ópera de
Lyon, el estreno absoluto de Otages (Rehenes) ópera en tres actos
con música y libreto en francés del compositor francés Sebastián Rivas (1975),
cuya creación se inspiró en la obra de teatro homónima de la novelista y
compositora Nina Bourani (1967). La obra teatral fue presentada en Lyon
en el 2019, con la dirección escénica de Richard Brunel, actual director
artístico de la ópera de Lyon. Asimismo, en el 2020 Nina Bourani, escribió una
novela con el mismo título, donde desarrolló e hizo una revisión de su obra
teatral, donde enfatizó que el destino
del personaje principal nos recuerda asiduamente el caos que existe en el mundo
actual, en todos los sentidos – aunque
ella se centró más en tema de relevancia actual en la sociedad- el de la
creación de rehenes económicos, de amor, de relaciones y del trabajo, que se
traducen en maltrato, explotación laboral e incluso abuso sexual – resumido en
otras palabras: en la violencia contra las mujeres. Fueron estos conceptos alentaron a Brunel a encargarle
al compositor francés que desarrollará la composición de una nueva ópera para el
acervo de estrenos de la Ópera de Lyon, como Germania de Alexander Raskatov,
que en el 2018 presencié y reseñé. Realizada en formato de ópera de cámara, con
un ensamble musical femenino compuesto por nueve instrumentistas, que tienen
también una función vocal, y la
conducción musical de la directora musical argentina Rut Schereiner, las
funciones se realizaron en la intimidad del teatro Théâtre de la Croix-Rousse, escenario ubicado en el norte de la ciudad y
construido a finales de los años 1920, y cuyas dimensiones por la cercanía con público
y el escenario y vivir la historia de primera mano para apreciar mejor la
historia eran idóneas. La historia versa
sobre la vida de Sylvie Meyer, una mujer común y corriente de 53 años, separada
y con dos hijos, que trabaja en una fábrica que produce caucho. Sylvie ha
cumplido y se ha adaptado durante su vida a las funciones que su entorno le ha
exigido: de ser buena esposa, madre y empleada conceptos que no definen completamente
su identidad. Su vida rutinaria se
transforma radicalmente, cuadro una petición inapropiada de su jefe que
ocasiona su despido provoca una conmoción interna que la hace reflexionar hasta
perder los estribos y romper con las barreras y reglas impuestos durante los años
reaccionando de manera violenta contra su jefe, que es liberadora para ella de
su asfixiante realidad. El trabajo
escénico de Richard Brunel, fue detallado y enfocado en la psicología y
dramatismo del personaje, como va creciendo su frustración y justificada
intolerancia a los abusos, y que supo explotar de los dos artistas y cantantes
en escena. Ayudado de una enorme pantalla que enfoca y transmite la cara de la protagonista,
las escenas e interacciones con su jefe y sus colegas de trabajo a quien ella
llama cariñosamente ‘sus abejas’, la cámara muestra su intimidad dentro de su
casa y de su oficina. Brunel logró adentrar, involucrar y angustiar al público,
experimentando de cerca los sentimientos, frustraciones y la desesperación del personaje.
Las transmisiones de video fueron realizadas por Yann Philippe y la
iluminación fue de Laurent Castaignt, con escenografías de Stephan
Zimmerli, quien, en tres ambientes, colocó la oficina del jefe, su área de
trabajo, y la sala de su casa; que dieron fluidez y dinámica en el cambio de
escena, a lo largo de las quince escenas que conforman la obra, de apenas una
hora y quince minutos de duración. Los vestuarios de Matthieu Tappier,
actuales y de buena confección indicaban que la historia ocurría en ese preciso
momento, delante a los ojos del publico espectador. El barítono Ivan Ludlow personificó de
manera adecuada y convincente a todos los personajes masculinos en la vida de
la protagonista. En cuanto al personaje
de Sylvie Meyer, con un destacado desempeño de la soprano hispano-alemana
Nicola Beller-Carbone, este se desarrolló con partes habladas de
diálogos y reflexiones, que introducían las partes cantadas, plenas de
musicalidad, de simetrías y ecos con una firme voz nítida, ágil, y de impecable
dicción. Envuelta en el personaje en el que supo meterse en su piel y mostrar
su atormentada personalidad. Musical y
vocalmente la puesta se apoyó en técnicas digitales como el uso de micrófonos
en las partes habladas, grabaciones, amplificación, todo al servicio de la
teatralidad. La partitura de Rivas
muestra un indudable estilo moderno, de grata tonalidad, a la que agregó instrumentos
como el piano, el clarinete, la flauta, el acordeón, saxofón, algunos
instrumentos de cuerdos, y la batería, que aquí fue una especie de
representación – o avatar instrumental, como lo llamó el compositor - del
personaje y de su liberación. En su búsqueda y apego a la vocalidad operística,
Rivas utilizó la tradición del recitativo y el aria, que sutilmente incorporó
con el uso de la voz hablada para hacer eficaz la narración y el de la voz
cantada para representar el estado psicológico de Sylvie. En algunas escenas,
la orquesta parecía el acompañamiento de una obra cinematográfica y transmitía
y subía de intensidad en ciertos pasajes donde crecía la tensión. Indudablemente fue una interesante obra, que logró
sembrar en el público, como pocas lo hacen, situaciones para reflexionar, por
una obra musicalmente apreciable que seguramente no tardara en repuesta por
otros teatros francés en un futuro cercano.
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