Ramón Jacques
La temporada de la Houston Grand Opera que
comenzara hace pocos meses, en un abrir y cerrar de ojos, está llegando a su
fin, y lo hace con el siempre interesante, exigente y cautivador título Don
Giovanni de Mozart. Quizás cuando la
ópera tuvo se estrenó el 29 de octubre de 1787 en el Teatro Nacional de Praga,
nadie imaginó que con el paso del tiempo, hasta llegar al día de hoy, el titulo
tendría la popularidad y el impacto que tiene, que lo ha llevado a convertirse
en piedra angular del repertorio operístico. Un exitoso montaje de Il dissoluto punito requiere
que las partes vocal, musical y escénica estén sintonizadas a la perfección, y
lamentablemente en esta ocasión la parte escénica no cumplió totalmente con su
cometido. El montaje escénico del
director danés Kasper Holten, visto aquí por primera vez en el 2009,
proveniente de la Royal Opera House de Londres, y en cuya coproducción
participó la Houston Grand Opera además de otros teatros, es un maravilloso e
impactante espectáculo visual, que, sin embargo, en su concepción pareció no
tomar en cuenta la presencia de los personajes.
Se trata de un cubo en dos niveles sobre el centro del escenario, que
con escaleras y muros en su interior representan un palacio. El problema es que la mayor parte de la
función, el escenario giraba en forma circular, con la intención de cambiar de
ambientes y escenas, y ocasionaba que los cantantes caminaran constantemente
mientras este se movía causando un efecto de constante distracción y cierto fastidio
como espectador. No existió una línea adecuada o creíble de dirección escénica,
o lineamientos de actuación con continuidad, si no que la puesta consistió en
movimientos aislados de los personajes, generalmente sobreactuados, artistas
subiendo y bajando constantemente las escaleras sin una convincente razón o
sentido, y en ocasiones unos cantando en el nivel superior y otros en el
inferior con lejania. Cuando sucedía una
verdadera interacción entre personajes, esta se realizaba entre el cubo
escenográfico y el proscenio, como si se tratara de escenas actuadas en una
versión en concierto de la obra. El
diseñador de este montaje fue Es Devlin, y los adecuados y elegantes
vestuarios, a excepción del de Leporello y la túnica blanca enfangada y
ensangrentada del Comendador que desentonaban con los demás, fueron ideados por
Anja Vang Kragh. Lo mejor de la
puesta fueron sin duda los efectos causados por las proyecciones de Luke
Halls, que se realizaban sobre la escenografía, que, en efecto, tenía la
función de una pantalla. En escena iban
apareciendo los nombres de todas las conquistas de Don Giovanni, figuras
geométricas que le daban un toque cinematográfico y surreal, y resaltaba los
detalles de las paredes, puertas y escaleras, dando la impresión al espectador su
diseño de madera o simulando largos pasillos.
Todo se realizó dentro de un ambiente oscuro, negro y lúgubre con buena
iluminación de Bruno Poet. En
resumen, la puesta tuvo efectos visualmente estéticos para los espectadores,
pero en su concepción omitió la funcionalidad y la presencia de los artistas. Otro detalle que no tuvo como resolver la
puesta en escena y que dejo cierta confusión e insatisfacción por la manera
como ocurrió, fue que se optó por excluir la escena final “Ah, ¿dov’e e il
perfido?” y concluir la función apagando
las luces del escenario en el momento que suponía la desaparición de Don
Giovanni. Es extraño pensar que con su trayectoria y experiencia Kasper Holten,
no pudiera pensar un inesperado coup de théâtre en esta significativa
escena. La parte musical y vocal de la función superó las expectativas con la
delicada y detallada conducción musical de la directora inglesa Dame Jane Glover, quien desde el podio tocaba el
clavecín durante los recitativos y conducir.
Se trata de una directora, que va cincelando cada detalle con
minuciosidad, haciendo una lectura muy estilizada, ligera, y con consideración
por las voces. Siempre atenta a extraer los matices y aspectos más cadencioso y
melódicos de la suntuosa partitura. El coro dirigido por el maestro Richard
Bado, tuvo su aporte de manera precisa y profesional desde fuera del
escenario, desde donde se escuchó en sus intervenciones. Como Don Giovanni, destacó el bajo -barítono Luca
Pisaroni, en su momento uno de los mejores intérpretes de Leporello, quien mostró
ser un solido interprete y conocedor del papel que le fue confiado, que, salvo
las escenas de inexplicable sufrimiento y angustia, atribuibles a una errónea
dirección escénica que lucían fuera de lugar, no mermaron la actitud
pendenciera, provocadora y seductora con la que personificó su papel. Vocalmente lució con una voz amplia, fornida,
pero de grato color; además de buen gusto, sentido, buena dicción y
entendimiento del texto y la palabra cantado. El papel de Leporello fue bien
cantado por el bajo-barítono Ryan McKinny, artista de sobresalientes cualidades
vocales, pero cuyo personaje fue reducido al anonimato en este montaje, que lo
convirtió en un personaje poco participativo, ajeno a la historia, como, por
ejemplo, cuando permaneció sentado en una esquina perdido entre las
proyecciones durante toda la escena final entre Don Giovanni y el Comendador. La
mezzosoprano Sasha Cooke, debutando el papel de Donna Elvira, cautivó
por la seducción de su canto, su timbre oscuro y matizado y una excelente línea
de canto contribuyeron a que su personaje fuera de los mas notables desde el
punto de vista vocal. Su actuación fue
correcta y su presencia radiante y seductora, dentro de los parámetros ya
descritos. Por su parte la soprano Adriana Chuchman, fue una Donna Anna de brillantez agudos y voz ligera, flexible y
bien entonada; y el tenor Kang Wang, posee una voz lirica ligera de
grato color, pero carente de personalidad y cuerpo en las arias importantes del
personaje de Don Ottavio. La soprano Erika Baikoff, fue una juvenil y
delicada Zerlina, ideal para el personaje en lo parte vocal, e irradiando una
bella y atractiva imagen con su personaje.
El barítono Norman Garrett estuvo correcto en su desempeño como
Masetto, y el bajo estadounidense Patrick Guetti, que realiza su carrera
en importantes escenarios europeos, mostró una fuerza y profundidad vocal poco
habitual para el personaje del Comendar, con la que le dio la autoridad y la
solidez que le corresponde al personaje.
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