Ramón Jacques
Estrenada el 20 de febrero de 1816 en Roma, Il Barbiere di Siviglia, ossia l’unitile precauzione ópera bufa en dos actos de Gioachino Rossini (1792-1868) sin duda una de las comedias más gustadas y populares del repertorio operístico, es el segundo título de la actual temporada de la Ópera de Los Ángeles (LA Opera) , escenario donde no se repone con regularidad y del cual había estado ausente varios años. La conformación de temporadas balanceadas y atractivas para atraer y mantener el interés del público es el reto actual más complicado al que se están enfrentando las compañías de ópera, y una manera de hacerlo es volviendo a los clásicos. Para ello, el teatro recurrió al director y coreógrafo Rob Ashford, reconocido por su trabajo en Broadway, quien en su primera incursión en la ópera ofreció una versión fluida, entretenida y divertida de la ópera. Rob Ashford entendió que el humor está ya contenido en la música y en las situaciones en las que se encuentran los personajes en el libreto, por lo que no fue necesario recurrir a la sobreactuación, los clichés y las bromas tan vistas y repetidas en casi todos los montajes de este título. Su enfoque es hacia la simplicidad, hacia el texto, y a explotar la parte humana de los personajes, ya que es la pasión y la búsqueda del amor entre Rosina y el Conde, que, según él mismo, es el verdadero motor de la trama y la comicidad. Con un simple, pero llamativo montaje escénico, proveniente de la Opera de Chicago donde tuvo su estrenó en el 2014, todas las escenas se realizan en el interior de un patio rodeado por unos arcos de estilo morisco, ideados por el propio Ashford y Scott Park, con coloridos y elegantes vestuarios de Catherine Zuber y la iluminación de Howard Harrison. Para esta puesta se conformó un buen elenco de cantantes comenzando por el tenor uruguayo Edgardo Rocha, poco conocido por estas latitudes, quien dio vida al Conde Almaviva, mostrando una grata y admirable voz de tenore di grazia, muy ligera y flexible y con admirable explosividad y color. La facilidad con la que canta permitió que se incluyera la casi siempre omitida aria del Conde, Cessa di piu resistere. El papel de Rosina fue cantado con seguridad y autoridad por Isabel Leonard, en un repertorio que se adapta a las cualidades de su voz que ha adquirido más cuerpo. Notable fue la presencia del bajo-barítono Paolo Bordogna como Don Bartolo, un experimentado interprete en este tipo de papeles, que actúa y canta con facilidad y pericia, y un lujo fue contar con el bajo-barítono Luca Pisaroni, quien en su debut local dio la picardía y la vileza que requiere el personaje de Don Basilio sobresaliendo en su caracterización como en su canto pujante y brioso. Menos convincente estuvo en la parte de Fígaro, el barítono Joshua Hopkins cuyo grato timbre barítonal no compensó su carencia en la presencia y la gracia actoral. Correctos estuvieron los barítonos Ryan Wolfe, como Fiorello y Joel Balzun como el Sargento, como valiosa y participativa, especialmente en la ejecución de su aria, estuvo la soprano Kathleen O’Mara. El coro que dirige desde el 2022, Jeremy Frank cumplió con la parte que le corresponde en esta ópera de manera adecuada, y agradó la precisión y musicalidad que extrajo el maestro Louis Lohraseb de su entusiasta conducción. Formado en este teatro bajo la guía de James Conlon, ha dado buenos resultados cada vez que se ha le confiado dirigir desde el foso.
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