Dr. Alberto Leal
Doy mi opinión sobre el primer elenco de esta puesta escenica del Il Trittico. Creo que Stefano Poda generó una puesta demasiado lúgubre, tampoco comparto el cambio de orden que dispuso en los títulos y tendría que tener en claro que las actualmente populares puestas “acuáticas” en Europa ya fueron vistas aquí este mismo año, en el Onegin del Teatro Argentino de La Plata, con más sentido que el apreciado en "Gianni Schicchi" y "Suor Angelica", ya que en "Il Tabarro" puede tener algo más de lógica. Logró algunos momentos de belleza visual, como el coreográfico caminar de la hermanas en Suor Angelica y la escenografía fue por momentos un factor positivo al igual que la iluminación. Pero el estatismo fue un factor de aburrimiento que es casi impensable en el tríptico, agravado en Il Tabarro. Además, la lentitud de movimientos – como efecto – fue lograda solamente a medias, siempre alguna acción rompía el efecto, cosa que no ocurre con algunas de las puestas de Robert Wilson, de quien tuve la suerte de ver su Butterfly en Los Angeles, y el efecto se mantenía todo el tiempo y por todos los personajes, de una manera tal vez robótica, pero de indudable fuerza. Aquí reinó el aburrimiento, la oscuridad, lo lúgubre. El vestuario, totalmente en negro y atemporal, en las tres operas, no contribuyó a aliviar lo visual para el espectador. En resumen, momentos de belleza plástica en una puesta totalmente olvidable. El Maestro Richard Buckley dirigió en estilo y con fuerza la Orquesta Estable, que sonó en general con excelente nivel. Solamente es criticable la falta de balance entre orquesta y foso. Por momentos, los cantantes con voces de menor volumen fueron tapados por la misma. La ya mítica figura de Juan Pons fue lo más destacable de la velada. A pesar del paso del tiempo su voz mantiene un hermoso timbre de barítono dramático, cantando con admirable dicción, impecable afinación y demostrando una vez más su calidad actoral, adecuando su accionar a cada uno de los papeles que le tocó interpretar.
La soprano Amarilli Nizza es una lírico de buen volumen con un timbre un tanto metálico y un, por momentos, molesto vibrato en la zona aguda. No lució en Il Tabarro, básicamente debido a su carencia de graves audibles, aunque siempre se mostro como una buena actriz. Mejoró su trabajo en Suor Angelica, basado en su labor actoral, generando un drama algo exterior, pero con efecto. Por el momento parece más destinada a roles de lírico que de spinto, cosa que quedó a la vista en Il Tabarro. Creo que para muchos de los presentes todavía será inolvidable la versión de años atrás de Cristina Gallardo Domas. Carl Tanner es un tenor con un timbre de voz no especialmente bello, posee un importante volumen pero su técnica lo lleva a emitir los agudos en forma muy abierta que afean su canto.
Agnes Zwierko es una mezzo que posee buen volumen y graves rotundos. Su técnica vocal no genera un canto parejo a través de todo su registro. No lució lo suficiente en Il Tabarro, mejoró en Gianni Schicchi, pero su actuación fue más convincente en Suor Angelica, aunque fue perjudicada por la reggie, ya que su entrada, pieza fundamental de la obra, pasó casi desapercibida. Creo que la contratación de Beatriz Diaz fue totalmente innecesaria. Aunque canta con buena técnica y apropiado gusto, su voz es pequeña en volumen y tengo la certeza que varias sopranos de nuestro medio pueden brindar una Lauretta de mejor nivel. Creo que la lista de nombres locales que pueden cantar a su nivel o mejorarlo no entraría en esta crítica. Los cantantes locales cumplieron en muy buena forma los roles asignados. Darío Schmunck volvió a brindarnos su bello timbre y exquisita musicalidad, aunque la orquesta de Puccini no parece la más adecuada para el volumen de su voz. Del resto del numeroso elenco se destacaron especialmente Mario De Salvo como Simone y María Luján Mirabelli, cantando una celadora con potente voz y la personalidad requerida.
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